domingo, 31 de diciembre de 2023

Con doce meses de garantía





Estamos en el mes dorado del consumo, es cuando más cosas compramos. Pero comprar exige una operación subsidiaria, que consiste en tirar algo a la basura. Las compras vienen a reemplazar lo que ya teníamos (aunque admitámoslo, no nos faltaba de nada), de modo que, por ejemplo, si compramos un jersey significa que por algún lado hay un jersey viejo que sobra. Lo tiramos.
 
Esta mentalidad lo impregna todo, yo por lo menos me veo muy impregnado. Ayer me quedé dormido y tuve un sueño revelador. Aparecía Chronos, el Dios del tiempo, en un anuncio de televisión. El comercial guardaba la típica estructura de anuncio americano de un vendecoches. En lugar de llevar un sombrero tejano o una gorra de beisbol, Chronos llevaba sobre la cabeza un reloj de arena. Ridículo, sí, pero los sueños a veces tienen detalles ridículos. 

En el anuncio, Chronos, me decía que ya era hora de cambiar el viejo año que había estado utilizando hasta este momento, y hacerme con uno completamente nuevo. "Es una oferta especial", seguía Chronos hablando a cámara con una embaucadora sonrisa, "no puede dejar pasar esta ocasión". Resultaba muy persuasivo. "Le ofrecemos un año sin estrenar, con doce meses de garantía". Imposible resistirse, aún así yo pregunté en voz alta "¿y qué pasa si no aprovecho esta oferta especial?" y Chronos, como si me hubiera escuchado, lo cual era imposible porque él estaba al otro lado de la tele, contestó: "si no cambia ahora mismo de año, morirá".

Tengo que confesar que me sobresaltó la determinación con la que me contestó el viejo Chronos. Eso sí era un buen argumento de venta, el mejor jamás utilizado en toda la historia de la publicidad. Me vinieron a la cabeza los tiempos en que yo era director creativo en una importante agencia de publicidad y lamenté no haber caído  entonces en utilizar ese claim tan estupendo. Me imaginé anuncios en los que en lugar de decir, más blanco no se puede, terminaban con un contundente "Si no compra usted detergente Ariel, morirá". A ver quién era la guapa, o el guapo (yo fui el primero en poner a un hombre lavando sus propias camisas) que se resistía a utilizar Ariel.

Me desperté, entre asustado y no sé qué, dispuesto a consumir el nuevo año sin protestar. Por muy malo que sea el que viene, me dije, mejor vamos a cambiar de año. Eso sí, el viejo no pienso tirarlo, lo guardaré en mi memoria con los otros tantos que tengo.

Y aquí estoy, amigos, con un gorrito absurdo en la cabeza y doce uvas esperando a que me traigan el nuevo año. Creo que llega por Amazon.

domingo, 24 de diciembre de 2023

Mis mejores propósitos






Tengo gracia. Lo normal es decir que la gente tiene gracia, y como yo, si me miras de lejos, también soy gente, pues tengo gracia. ¿Por qué? Porque resulta que caigo en los mismos errores que todo el mundo.

Digo que no me gusta ir a Madrid en Navidad, y voy. Digo que no estoy dispuesto a comer marisco en estas fechas, y voy y lo compro pagando el doble que en un mes normal. ¿Que no me gusta formar parte de las celebraciones obligadas y programadas? Entonces no sé por qué acudo a cada reunión que me llaman. 

En estas fechas, mi coherencia se viene abajo. Dejo de moverme por mis principios y me muevo por los principios de los demás. Me miro, y me digo "este no soy yo", alguien me ha cambiado. Pero parece que no me importara porque sigo actuando, con doblegada determinación, movido por los mismos estímulos que el resto del mundo.  Y detesto cada uno de ellos, por si no ha quedado claro.

En Navidad dejo de ser yo, y me convierto en lo que esta sociedad espera que sea. Supongo que en eso consiste la magia de la Navidad, en transformar personas únicas en clones repetidos de un modelo estándar. Es un truco estupendo porque nadie se da cuenta de dónde está la trampa, y de todos modos,  aunque te des cuenta, caes en ella. 

Lo que no hago es poner Belén (para belenes está el momento) ni árbol ni espumillón. Todo el mundo tiene una línea roja, y los adornos es la mía. Pero de todo lo demás participo con entregada determinación.

Como ejemplo, me he hecho un propósito para el nuevo año. Pero no para mí, sino, quizá impregnado de este espíritu navideño, para los demás. Este es mi propósito:

propongo a todo el mundo que sea crítico con las noticias que le llegan, que no se crea todo lo que le mandan por las redes sociales y que opine utilizando la cabeza. Pero la suya, no la de otro. Como dijo Teócrito, los hombres libres tienen ideas y los sumisos tienen ideología. Y sobre todo, no os matéis demasiado.

Pues ya está dicho, más clásico no puedo ser. Si es que esto de las navidades tiene su coña...

jueves, 14 de diciembre de 2023

La vida es un teatro

 Esta tarde he decidido ir al teatro.Se trata de una obra que quiero ver desde hace tiempo y la van a quitar el domingo. Como hoy es el único día que tengo disponible, he tenido que espabilar. 

Hace mucho, cuando te ocurría algo así, sencillamente te acercabas al teatro un cuarto de hora antes de empezar la función, ibas a la taquilla, pedías una entrada y santas pascuas. Ya, pero eso era antes. Ahora tienes que sacar la entrada por Internet si quieres estar seguro de verla. Ahí empieza el lío. 

Internet debería funcionar como una taquilla, llegas (entras), eliges tu entrada, pagas, coges el tiquet y te vas. Tiempo empleado: . Pero resulta que no; para hacer esa operación por Internet, primero te tienes que dar de alta en la plataforma del teatro, decir cómo te llamas, dónde vives, el código postal, tu fecha de nacimiento (opcional), tu teléfono (opcional) que aceptas las condiciones, pero aquí no vale decir que sí, que las aceptas, primero tienes que abrir el documento de las condiciones para que parezca que te has leído las veinte páginas que tiene. Además has de acatar su política de cookis (lo llaman así, "política de cookis"), porque si dices que no,  se acabó la operación. Te amenazan con enviarte boletines informativos a tu dirección de email, que por supuesto, has tenido que aportar. Tú dices que no, que no quieres recibir nada, pero da igual, a partir de ese momento recibirás puntualmente todo lo que se les ocurra.

Todo esto para pedir tu entrada de la fila doce asiento 9, ahora tocar pagar. Como no quieres dar los datos de tu tarjeta (a mí ya me han estafado 500€ por darlos alegremente), primero te creas una tarjeta virtual en tu banca móvil. Esta operación se lleva, entre contraseñas, códigos que te envían por SMS  que luego tienes que introducir y demás gaitas, los diez minutos largos. Finamente, cuando está apunto de expirar la página de la plataforma del teatro de su abuela, consigues la entrada. La descargas, te la mandas a ti mismo por whatsapp para tenerla en el teléfono y te das cuenta de que te quedan diez minutos para irte a toda velocidad al teatro.

Dices, qué caramba, diez minutos son diez minutos, y los aprovechas para quejarte de todo esto en tu propio blog. 

Un locura, los tiempos que vivimos son una auténtica locura.


P.S. no he incluido mi dibujito habitual porque si lo dibujo, lo escaneo, lo mando al ordenador, lo paso de pdf a jpg y lo subo al blog, no llego al teatro ni a la hora de salida.


Leoncio López Álvarez


lunes, 20 de noviembre de 2023

Hablando se entiende la gente

 



En general trato de evitar las discusiones. En general significa siempre, al menos en este caso. Debates sí, discusiones no. ¿Cuál es la diferencia, se preguntarán muchos, entre una discusión y un debate? Quienes se lo preguntan es porque desconocen la respuesta, lo cual les inhabilita para debatir conmigo. Y discutir, por supuesto.

Cada vez resulta más complicado mantener esta postura, porque cada vez surgen más temas sobre los que debatir, discutir para la mayoría. Pero yo soy un experto en descubrir a los que no distinguen entre debate y discusión.

Hace poco estaba yo tomando un daiquiri con un amigo cuando de repente apareció entre nosotros el tema de la amnistía. Ni lo vimos venir. Fue al levantar mi segunda copa cuando lo descubrimos. Estaba sobre el posavasos, agazapado, esperando su oportunidad para dejarse ver. Fue imposible pasarlo por alto: saltó sobre nosotros con una furia vesánica sorprendiéndonos sin que pudiéramos hacer nada por evitarlo. Sin darnos cuenta lo teníamos encima. A ver cómo salíamos de esa.

No tardamos ni tres segundos en sucumbir ante su pegajosa insistencia y nos vimos envueltos, con nuestros daiquiris en mano, en un debate yo, y en una discusión mi amigo. Primero, algo alterado, mi amigo me expuso su punto de vista, que me entró por oído y me salió por el otro, y a continuación fue mi turno.

Mira, le dije, no quiero que te ofendas pero tu visión está mediatizada, has perdido la objetividad y esa pérdida te lleva a decir tonterías. Escúchame con atención porque lo que vas a oír es la verdad. La única verdad, subrayé.

A continuación di un sorbo a mi daiquiri con una elegancia que el propio James Bond hubiera tratado de imitar, y con parsimonia volví a colocar mi copa sobre el posavasos. No fue casualidad que el tema de la amnistía quedara de nuevo atrapado debajo. Luego pregunté a mi amigo: ¿de qué estábamos hablando? Él me miró con el esfuerzo de intentar recordar pintado en su rostro y simplemente dijo: no me acuerdo.

Una tarde que terminó felizmente, aunque yo me hubiera tomado otro daiquiri, la verdad.


Leoncio López Álvarez


domingo, 5 de noviembre de 2023

Eso son andares

 




Cuando en los colegios se estudiaba filosofía, los más aplicados sacábamos interesantes conclusiones de cada clase. Yo, por ejemplo, viendo a mi profesor,  me fijé en un detalle que esta mañana me ha vuelto a la cabeza. El detalle es el siguiente: los filósofos andan despacio. Y me ha vuelto a la cabeza esta mañana porque he visto a un filosofo andando por la calle (supongo que sería filósofo porque caminaba con elegante lentitud).

Hoy todo el mundo va muy rápido (salvo los filósofos). Lo fácil sería pensar que se debe a que todos llegan tarde a los sitios, pero eso no puede ser. Es prácticamente imposible que todo el mundo a todas horas tenga prisa. Yo me pongo como ejemplo y me veo caminando a toda leche aunque me sobre el tiempo. Esto se debe a que he cogido el hábito de caminar como si me persiguieran.  Y no soy el único, de hecho, cuando camino acompañado de alguien (rarísimas ocasiones), siempre me dejan rezagado cuatro o cinco metros por detrás. Puede ser porque mis acompañantes están menos predispuestos a la filosofía que yo.

Entonces, haciendo uso de la lógica (precisamente) he llegado a la conclusión de que dependiendo del grado de compromiso que tengamos con la filosofía, así serán de rápidos nuestros andares.

Podríamos pensar que los ancianos, achacados por diferentes dolencias, caminan despacio ... y sí, pero no. Sí y no, porque efectivamente van más despacio, pero su intención de andar cagando leches sigue viva.  Les pasa lo mismo con otros aspectos de su vida que no es el caminar, pero tampoco es de interés en este momento. 

Los ancianos tienen una prisa diferente, pero la siguen teniendo. Podemos decir que es una prisa que va despacio, una prisa envejecida.

Pasa lo mismo con los cojos, que van todo lo rápido que pueden aunque a nosotros nos resulte sencillísimo rebasarlos.

Volviendo al filósofo que me he encontrado esta mañana; sin saber por qué, he empezado a seguirlo. Había algo en él que me ha impulsado a tomar esta absurda decisión. Imposible resistirme. Naturalmente, seguirlo, me ha obligado a andar despacio, a su mismo ritmo, y entonces me he dado cuenta de que así, a esa velocidad, el mundo se ve de otra manera. 

Me ha gustado, me ha gustado tanto que me he prometido a mí mismo que a partir de hoy, siempre andaré como un filósofo aunque no lo sea. Se va mucho mejor yendo despacio, adónde va a parar. 


Leoncio López Álvarez

martes, 31 de octubre de 2023

Coincidencias


.                                                        Foto propia. No tenía ganas de dibujar daditos.


Una de las cosas más asombrosas que hay en la vida son las coincidencias. Son desafíos a la ley de probabilidades. Por ejemplo, llevas años sin ver a tu amigo Manolo y precisamente el día que te llama para invitarte a una mariscada, es cuando tienes hora con el cardiólogo. Lo de ver a Manolo es lo de menos, lo sientes por la mariscada, pero sabes que si anulas la cita con el médico, la siguiente te la pueden dar para dentro de cuatro meses y no es cuestión de poner en peligro tu vida. 

Hay veces que las coincidencias son dobles o triples: el día que te llama Manolo y tienes cita con el cardiólogo, dan una conferencia en la Fundación Juan March que no te perderías por nada en el mundo, y además es el cumpleaños de tu jefe que te ha rogado que no le falles.

Estas cosas suceden con una frecuencia pasmosa. Iba a poner increíble, pero es más atinado "pasmosa" pues te quedas asombrado, sorprendido y atónito, mientras, SÍ es creíble, ¿cómo no te vas a creer algo que no para de sucederte? Al menos, a mí, me pasa con irritante frecuencia. 

Hay dos tipos de coincidencias: las malas y las buenas. En mi caso sólo me ocurren las malas, y son malas, no por las consecuencias que traen, que en general no traen ninguna, sino porque significa que tienes que  renunciar a otras opciones. 

A mí me cuesta muchísimo trabajo renunciar a ninguna opción; las quiero todas. Por eso soy tan desordenado. Desordenado a los ojos de los demás, para mí no es desorden, sino incapacidad para renunciar a otras opciones. Tengo mi escritorio lleno de opciones, mi despacho, ni te cuento y si abres mi armario, podrás ver opciones que ya están pasadas de moda. Pero me da igual, ahí se quedan.

Luego están las coincidencias que son de mentirijilla. Por ejemplo, cuando  después de meses sin saber nada de tu primo, te llama y lo primero que le dices es: "qué casualidad, precisamente te iba a llamar yo a ti en este momento". Son coincidencias que nadie se cree y aún así mantenemos la esperanza de ser creídos cuando ocurre. Son coincidencias de mentirijillas, inocentes y que no ofenden porque no hay intención de hacer mal. 

Las coincidencias buenas... de esas no hemos hablado, y es porque cuando ocurren, no nos damos cuenta de que ocurren, y son las que de verdad, cambian la vida.


Leoncio López Álvarez


sábado, 12 de agosto de 2023

Sentirse superado

 

Los acontecimientos siempre nos superan. Esta frase siempre me ha parecido  inextricable, incluso inescrutable. ¿En qué nos superan los acontecimientos? Ahora que, en teoría estoy de vacaciones, he decidido dedicar el tiempo que haga falta a desentrañar su significado.

Pasada una hora de arduas cavilaciones he llegado a vislumbrar el concepto que esconde la frase sin que su articulación sintáctica haya aportado ninguna ayuda. Es que yo, cuando estoy inspirado, las pillo al vuelo sin mayores asistencias que mi intuición. De modo que ya me hago una idea de lo que quiere dar a entender la galimática frase.

Una vez aclarado el sentido he caído en que yo, en estos momentos, estoy superado por los acontecimientos. Vaya putada. Si lo sé no investigo. Pero hay que ser valiente y afrontar la realidad. Eso sí,  dado que practico hasta donde el conocimiento me permite, el estoicismo teórico, mi postura se mantiene dentro de la ataraxia exigida por Epicteto.

Os preguntaréis, los más empáticos, en qué he sido superado por los acontecimientos. Pues lo voy a decir sin tapujos: de repente tengo un montón de muebles, lámparas, cuadros y objetos de variados tamaños que me sobran. Estoy rodeado de cosas que ya no caben en mi casa. Llevo casi un mes subiendo a Wallapop sofás (de Natuzzi, una ganga, oiga), mesas, mesillas, arcones, sillones de estilo inglés con acento de Cambridge, calzadoras que también cumplen para descalzarse, piezas únicas de singular belleza en imitación a ébano... un sinfín de cachivaches que lamentablemente me veo obligado a desprenderme de su fiel compañía. 

Hasta el día de hoy, los resultados no pueden ser más catastróficos. Nadie se ha interesado por estos chollos. Estoy empezando a pensar que Wallapop es una trampa en la que absolutamente nadie llega a comprar nada. Es imposible que mi mercancía, a unos precios irrisorios, no haya despertado el interés de gente con buen gusto que ama la belleza de objetos que casi son obras de arte.

Mientras tanto, tengo un mobiliario duplicado en el jardín esperando a que las primeras lluvias acaben con su incomprendida existencia. 

Es el sacrificio demandado para que yo haya entendido por fin, la frase,  Los acontecimientos siempre nos superan.


Leoncio López Álvarez

martes, 11 de julio de 2023

Somos como somos, y cómo somos




Ya sabemos cómo somos los humanos, tan distintos unos de otros. Al menos, todos pensamos que somos únicos, y casi seguro que lo somos. Aunque si esto de las personalidades fuera como lo de los pelos, estaríamos repetidos. Quiero decir que hay muchas personas que tienen exactamente el mismo número de pelos en el cuerpo. Una coincidencia tonta, sí, pero inevitable. Vamos a dejar lo de los pelos, el caso es que cada uno es como es. Pero hay algunos que cómo son...

No está bien hablar de uno mismo, pero voy a decir cómo soy yo, porque de eso va la cosa. Soy normal. Punto. 

¿Me conformo con mi normalidad? Pues sí y no. Estaba conforme hasta que el otro día escuché a una señora hablando de alguien que para describirlo dijo: "lo que más me atrae de Manolo es que es un tío auténtico". 

Os va a parecer una tontería, pero Manolo me dio envidia. Eso de poder descartar la posibilidad de ser de mentira, tiene que estar muy bien. Te hace sentir seguro. Supongo que ser auténtico tiene algo que ver con ser sólido. Últimamente hay mucha gente sólida. Hay jugadores de tenis que tienen una solidez reconocida, también políticos, ponentes en conferencias... lo de ser sólido es algo que actualmente le ocurre a muchas personas. También a mí me gustaría ser sólido.

O legal. Hay personas legales, es decir de curso legal. Que los puedes llevar a una fiesta sin que te detengan, vamos. En cambio, si te pillan con un ilegal, puedes tener problemas, aunque más problemas tiene el ilegal porque probablemente acabe deportado.

Luego están las personas que son como Dios manda. Estas están convencidas de su casi divinidad lo que las sitúa en un plano de superioridad moral que a veces no cae bien.

Pero ninguno me da más envidia que los tíos que son como tienen que ser. Esos son legales, sólidos y auténticos simultáneamente. Hablar de personas que son como tienen que ser, es hablar de personas que han pasado todos los filtros de calidad. Listos para ser distribuidos por el planeta sin temor a ninguna reclamación. Son lo que se espera de ellos. Sin defectos graves, sin extraños comportamientos, sin vicios execrables, ni siquiera laudables. Laudable es el antónimo  más molón que he encontrado de execrable, pero me temo que no se puede hablar de vicios laudables. Vicio solo admite categorías negativas, no hay vicios buenos. 

Ahora que lo pienso, a mí lo que me gustaría ser, es laudable. Pero, como ya he dicho al principio, soy normal. Qué le vamos a hacer.


Leoncio López Álvarez



NOTA: algunos amabilísimos lectores de la Tertulia Perezosa (todos lo son) me han manifestado por privado, sus dudas sobre el hecho planteado de que muchas personas tengan exactamente el mismo número de pelos en el cuerpo. Lo aclaro: La superficie de la piel humana es limitada, unos dos metros cuadrados como media. Dónde más pelos tenemos es en la cabeza, y en el caso de los más afortunados, llegan a 150.000. Pongamos 200.000, para que la envidia sea mayor. Si lo hacemos extensible a todo el cuerpo, el hombre más peludo del mundo (de dar auténtico miedo), tendría, pongamos que ocho millones de pelos. Pues bien, teniendo en cuenta que actualmente estamos vivos 8.000 millones de personas, inevitablemente, tiene que haber coincidencias en el número de pelos poseídos.

sábado, 27 de mayo de 2023

Jornada de reflexión





Me encantan las ostras, así que el otro día fui a comprar una docena o dos para zampármelas en el aperitivo. Parecen muchas, pero mi voracidad ostril puede con todo. Sin embargo, no pudo ser.  El hombre propone y el mercado dispone: no tenían, se habían agotado. 

Afronté la situación con entereza y volví a mi casa resignado con mi triste destino.

Lo curioso es que a media tarde empecé a encontrarme fatal, como si algo me hubiera sentado mal en el estómago. Al poco rato ya no quedaba ninguna duda, tenía los típicos retortijones que produce un par de docenas de ostras devoradas con ansia, y debido también, a las condiciones mejorables de alguna de ellas.

Por la noche me encontraba de pena, no voy a detallar los síntomas, pero claramente estaba intoxicado. Este hecho me hizo reflexionar: de la misma forma que se puede pecar de pensamiento, ¿se puede uno intoxicar con unas ostras que no ha llegado a comerse? ¿Es posible el envenenamiento por pensamiento o deseo? 

Seguí reflexionando sobre este suceso, que todo el mundo reconocerá, da para mucho, y me encontré ante un nuevo concepto de posibilidades filosóficas infinitas. 

Si se puede pecar de pensamiento, mentir sin decir nada, intoxicarte con unas ostras que ni has visto... también se puede votar defendiendo unos privilegios que jamás has tenido ni tendrás. Puedes sentir afinidades políticas en base a una gran empresa que no posees, un patrimonio que ni sueñas y un capital que ya te gustaría, ya. Puritito deseo.

Entonces me acordé de un viejo lema, que por justo y acertado, merece sacar a relucir de vez en cuando: no ataques a quién defiende tus intereses; más bien, apóyalo.

Así sea, y si así fuera, todos los partidos políticos tratarían de enamorarnos con lo que piensan hacer para mejorar nuestras vidas, y dejar los conceptos grandiosos para las poesías épicas, los romances y la literatura histórica. Vamos a lo mollar, majo, que dicen en mi pueblo. 

Como curiosidad sociológica, en Estados Unidos la mayoría de los votantes republicanos que votaron contra Obama (y el Obamacare, por tanto), no disponían de fondos para pagarse un hospital o un médico. 

Por otro lado, aunque te sobre la pasta para comprarte un hospital para ti solo, ¿tan mal te sienta la solidaridad? ¿Es demasiado esfuerzo pagar impuestos para que los que están en peores circunstancias puedan afrontar una apendicitis sin tener que vender la casa? Si patriotismo es sentir orgullo por pertenecer al colectivo donde has nacido, yo me siento mucho más orgulloso de la sociedad en que vivo, cuando mis conciudadanos se muestran solidarios que cuando sólo van a lo suyo.

En otras palabras: las ostras invitan a la reflexión. Y hoy toca.


Leoncio López Álvarez




viernes, 19 de mayo de 2023

El meeticom


 


El año pasado, más o menos por estas fechas, mi amigo Javier Pioz estaba representando con Marisa Cruzado, la obra Yo me bajo en la próxima ¿y usted?, de Adolfo Marsillach. Yo fui a verlos al teatro Amaya (han estado en media España con esa función), lo hicieron muy bien, y todo hubiera quedado ahí, si no fuera porque Javier, el muy insensato, me preguntó, si yo me animaba a escribir una comedia para ellos dos.

Mi osadía me hizo contestar, sin dudarlo, que sí. La insensatez de Javier junto con mi osadía ha dado como resultado El meeticom, una comedia, que ya, irremediablemente, se va a estrenar el próximo mes. El estreno va a ser a lo grande, nada menos que en el teatro Amaya, el día 28 de junio. Luego también girará por otros puntos de España. En el teatro Zorrilla de Valladolid, para empezar. La monda, vamos.

Hace un año, yo ni me podía imaginar que esto fuera a ocurrir, pero resulta que sí, que ha ocurrido. Ahora entiendo la frase "estar cagado de miedo" que sienten los domadores de tigres, los que practican el salto base, y los que, ya en el colmo de malgastar adrenalina, se dedican al teatro.

Si la cosa sale bien, se repondrá en septiembre. Todo depende de vosotros, del público que asista, pues es la única forma que tiene una función para mantenerse con vida. Si no me queréis ver muerto, comprad todas las localidades que seáis capaces. Hay exactamente 610 butacas, incluyendo las que están detrás de las columnas, mucho más baratas. 

Ya sabemos que la buena temporada de teatro acaba justo cuando se va a estrenar El meeticom, pero ¿quién dijo miedo? Quién, a parte de mí, claro, que como ya he dicho, estoy cagado.

Sea como sea, antes de que la inopinada destrucción del planeta llegue a finales de junio, quiero agradecer a Javier y Marisa, la confianza que han puesto en mi obra. Tienen mucho valor, además de una memoria prodigiosa, porque el texto se las trae. 

Por cierto, sin ser una comedia musical, que no lo es, en escena van a estar cuatro músicos, y tanto Javier como Marisa, cantarán a su manera. Literalmente, ya los escucharéis.

Espero que a los afortunados que vayáis os guste, y sobre todo, espero que los desafortunados que no hayan podido ir ahora, puedan hacerlo en septiembre.




Leoncio López Álvarez





lunes, 24 de abril de 2023

Historias de mucho miedo

 

Black Mirror es una serie que busca la inspiración para sus episodios en el lado oscuro de los avances tecnológicos. Plantea posibles distopías en un mundo dominado por una tecnología de la que aún no nos hemos percatado de hasta qué punto puede propiciar historias para no dormir. 

Historias para no dormir, era una serie mítica en los años setenta que tiene mucho que ver con Black Mirror. De hecho,  se puede decir que Black Mirror es la versión 4.0 de la serie de Chicho Ibañez Serrador. 

Ahora no salen relatos de Alan Poe, ni historias como El asfalto o La cabina, pero aparecen otros que se dirigen a la misma zona del cerebro del espectador con el fin de despertar en él el terror.

Pero una gran diferencia separa a las dos series televisivas: yo nunca me he sentido como personaje posible de El tonel o El cuervo, por ejemplo, sin embargo, sí veo más que posible que sea uno de los que aparecen en Black Mirror. Quién sabe, quizá ya lo haya sido sin darme cuenta. Mejor dicho, ya lo soy.

Dentro del universo infinito de aplicaciones para nuestros teléfonos inteligentes, que eso ya de por sí es terrorífico, hay una que exige que hagas cosas. De momento, tú puedes desobedecer, pero quizá en la siguiente actualización no tengas más opción que hacer caso.

Se trata de una App para hacer ejercicio. Tú pones tus objetivos, introduces datos de tu cuerpo serrano, y a continuación el algoritmo de turno, todo son algoritmos de turno, te marca una pauta. Ay de ti si no la sigues escrupulosamente todos los días. Se enfada. Te manda mensajes reclamándote las calorías que ese día no has consumido. Es como un prestamista mafioso, que te persigue hasta que o le pagas lo que le debes, o empieza por cortarte un dedo. Luego ya veremos.

Yo, por aquello de cuidar mi pedazo de cuerpo, me dije: por mirar de qué va esta aplicación tan preocupada por mi salud, no pierdo nada. ¡Ja! Ahora tengo pesadillas. Por supuesto no hago ni remotamente lo que me dicta y ahí está la parte terrible. Lo que empezó como una ligera regañina, ha seguido con mensajes que me ponen los pelos de gallina. 

Por supuesto eliminé la aplicación de mi móvil, pero, no os lo vais a creer, regularmente recibo emails en mi dirección de correo que juraría que jamás di, en tono amenazante. Me pregunta por qué me he dado de baja, ¿acaso quiero morir de un infarto? Los riesgos de accidentes cardiovasculares están a la orden del día, me dice, y si no tomo las medidas oportunas yo puedo ser la siguiente víctima. 

Joder, así no hay quién viva tranquilo. 

Naturalmente he bloqueado todo lo que venga de esa aplicación clasificándolo como spam, pero por si acaso, todos los días me hago doce series de veinte flexiones cada una. 

La verdad es que me estoy poniendo como un toro. Pero da miedo.


Leoncio López Álvarez

lunes, 20 de marzo de 2023

Efecto mariposa


Si alguien tiene alguna duda de que el hombre es un animal social, es porque no ha enfocado bien la proposición. Yo tampoco. Hasta ahora, que me he dado cuenta de lo que realmente significa eso de ser un animal social.

No tiene nada que ver con los hábitos que tenemos por separado, ya que, efectivamente, hay personas que son tan sociales como las almejas, sino con las consecuencias de vivir en sociedad. Con esto de vivir en sociedad, ya está todo explicado. 

Bueno todo no. Hay que aclarar que lo que sufrimos o disfrutamos individualmente es debido, no a lo que hace la sociedad en conjunto, que pudiera parecer, sino a lo que hace una persona en concreto. Una entre ocho mil millones, que se dice pronto. Quizá, no hay un único responsable, pueden ser media docena o pocos mas, pero es terrible pensar que sus acciones van a repercutir en la vida de la totalidad del planeta. Vale, me gusta exagerar, sólo en la vida de casi la totalidad del planeta.

¿Que un genio inventa la penicilina (o descubre)? pues gracias a su trabajo salimos todos ganando a la hora de enfrentarnos con las bacterias. De repente, un tipo al que nadie conoce, y nadie sabe su nombre, inventa una chorrada tan grande como es el sextante, y la navegación, con todo lo que conlleva, se convierte en otra cosa.  

De la misma forma que todos nos aprovechamos de lo que hacen los genios, también todos sufrimos las penalidades derivadas de las acciones de gente perversa y también pagamos los estropicios provocados por las cagadas de un puñado de capullos, esas también las sufrimos todos.

Según he leído, desde 1870 ha habido 14 grandes recesiones mundiales. Todas, las catorce, han sido provocadas por pandemias, guerras o crisis bancarias. En los últimos cinco años, hemos tenido una pandemia, luego una guerra que destaca sobre las demás por su alcance económico mundial, y para rematar la jugada, ahora también una crisis bancaria. La pandemia, no está claro su origen, la guerra, sí está claro quién la ha empezado, y la crisis bancaria, sabemos que se inició por el hundimiento del SVB consecuencia de la torpeza  de quienes lo dirigían. La que han organizado, virgen santa.

No voy a entrar en los detalles técnicos que han intervenido en la errada toma de decisiones de un grupo de engominados ejecutivos, porque tendría que copiar y pegar lo que he leído sobre el asunto, ya que no tengo la suficiente ciencia como para aportar algo que no se haya dicho ya por sesudos analistas financieros, pero tampoco es necesario. A dónde quiero llegar no tiene nada que ver con la economía ni con las finanzas, esto es simplemente un ejemplo, lo que pretendo es poner de manifiesto lo increíblemente vulnerable que es el orden mundial. 

No es necesario organizar un ejercito para atacarlo, basta un grupo de ceporros, completamente desconocidos, que por ambición o por torpeza, hacen mal las cuentas y con su equivocación arrastran al avismo a dos o tres continentes. O cuatro. Quizá los cinco.

Esto es lo que significa que el hombre es un animal social. No es otra cosa.



Leoncio López Álvarez












jueves, 16 de marzo de 2023

Procrastinator's fashion






En estadística, ciencia que debería estudiarse en cualquier carrera universitaria (incluso las  nociones básicas, en el colegio), la moda, es el valor que aparece con mayor frecuencia en un conjunto de datos. La moda afecta, por tanto, a TODO, ya que cualquier cosa que se nos ocurra es un conjunto de datos.

Por ejemplo, en el lenguaje hablado, hay expresiones que cobran un repentino ímpetu, y todo el mundo empieza a usarlas aunque no venga demasiado a cuento. Casi siempre es culpa de los políticos, que encuentran en la expresión de moda un práctico comodín para emplear como muletilla en sus intervenciones. Por ejemplo: "como no podía ser de otra manera", expresión sintética de lo obvio, de todo aquello que no merece esfuerzo en aclarar. Dado que siempre tienen que estar aclarando cosas, es lógico que esta expresión pase a ser la más llevada en sus discursos. No hay temporada, otoño, invierno primavera, que no haga furor en parlamentos y ruedas de prensa. En verano se lleva menos, porque están de vacaciones.

No voy a poner más ejemplos, pues tengo que confesar, que no me gustan las expresiones que se ponen de moda, y no quiero contribuir a su difusión.

También ocurre con las palabras; cuando menos te lo esperas, sale una que hasta hace nada, nadie usaba, y de repente está en boca de todo el mundo. Ejemplo: resiliencia. Otro ejemplo de hace más tiempo: procrastinación.

Qué sería de nosotros, los vagos de toda la vida, si no pudiéramos referirnos a nuestra condición con esa elegantísma palabra. Nos duele reconocer nuestra vaguería  (a mí no) pero nos enorgullece hablar de nuestra procrastinación. Hasta los más afanados en sus tareas, de vez en cuando presumen de ser procrastinadores sin serlo.  

Hoy, aunque parezca mentira porque es evidente que estoy haciendo algo (escribir esto), me siento particularmente procrastinador y pensando en mi irrenunciable condición, he llegado a la conclusión de que en este caso, he conseguido elevar la procrastinación a la categoría de arte. Me he visto arrellanado en mi sillón, con las piernas encima del cajón gitano, un par de revistas tiradas en el suelo y un libro sobre el regazo, y me he dicho: caramba, qué hermosa estampa haces, Tito. Me he gustado, qué caramba.

Se me ha ocurrido entonces, que es una pena desperdiciar esta imagen, dejarla pasar sin que tenga difusión; es algo que todo el mundo con cierta sensibilidad artística, aquellos que buscan una experiencia estética, deberían contemplar. Creo que voy a permitir que quién quiera, venga a verme. Pagando una entrada, obviamente.

Se ruega llamar antes.


Leoncio López Ávarez


domingo, 5 de marzo de 2023

Aplastar la demanda.


 

Estoy leyendo Algo ha pasado, de Joseph Heller, el genial autor de Trampa 22, y me he acordado, inevitablemente, de John Yossarian, el protagonista de aquella divertida novela, que como recordaréis, estaba obsesionado con que todo el mundo quería matarlo. Tenía razón, pues pilotaba un avión de combate en el frente italiano, y lógicamente, los italianos deseaban derribarlo.  De la misma forma, yo tengo la sensación de que todo el mundo, TODOS, no solo los italianos, tratan de venderme algo. Continuamente. Desde que me despierto hasta que cierro los ojos.

Hace tiempo decidí cambiar el molesto zumbido del despertador por una radio programable, pero la cagué. Ahora es peor. Las siete y media, mi hora de levantarme, coincide con un bloque de anuncios que dura diez minutos; esa es mi forma de saludar al nuevo día, atosigado por mensajes de la Agencia Negociadora del Alquiler, Murprotec y una central de alarmas que odio profundamente, tanto que no he retenido su nombre.

Luego sigue, los anuncios van a estar presentes durante todo el día, pero eso es lo menos molesto. Lo malo es abrir el correo y estar media hora desechando emails que también tratan de venderme algo. Mensajes de Linkedin con los mismos propósitos, y conversaciones privadas de Face Book ofreciéndome desde un coche a un crédito con unas condiciones asombrosas. 

Todo el mundo quiere vender algo a todo el mundo. ¿No era mejor cuándo nuestra única obsesión era recolectar gramineas, y si podíamos, cazar alguna presa moribunda? (lo de los peligrosísimos mamuts, yo creo que es leyenda) ¿Dónde está el gran avance de la humanidad?

Nuestra vida está basada en las ventas, pero las ventas a veces destruyen nuestra vida. Ahora estamos en plena inflación y reducirla implica aplastar la demanda para hacer frente a una oferta limitada, pero esta maniobra se contradice con lo que yo veo todos los días, que es a todo el mundo animándome a que consuma más.

¿Qué hago? ¿Consumo más o aplasto la demanda? 

Aviso de que yo solo no voy a ser capaz de detener la inflación, aún así, aplastaré, en la medida de mis posibilidades, la demanda.


Nota post scriptum: a los que no estén de acuerdo conmigo, les animo a que compren Quantum, mi última novela. Basta con pinchar en el enlace, arriba a la derecha.


Leoncio López Álvarez

viernes, 17 de febrero de 2023

Amigos desconocidos



¿Nunca habéis tenido la sensación de encontraros en un sitio totalmente desconocido? Es terrible, y mucho más terrible si hasta unos minutos antes estabas rodeado de familiares, amigos, conocidos, gente maja en general que te hacían sentirte cómodo. Tan solo, muy ocasionalmente, te encontrabas con alguien  que no tenía nada que ver contigo.

De repente, pasas a no reconocer a nadie. Todos son gente extraña, algunos, la mayoría, pesadísimos, insistentes, contando sus historias que maldito lo que te interesan. Otros te sueltan frases lapidarias, sentencias dictadas por quien se cree la mar de listo. También hay frases de autoayuda, de saludo al nuevo día o al feliz domingo que empieza, y otras de una simpleza extrema con un mensaje religioso que dan ganas de contestar, pero no lo haces por respeto. Un respeto a la estupidez, sí, pero respeto.

Pues en esto se ha convertido, al menos, yo lo noto así, Face Book. El noventa por ciento de lo que veo proviene de gente que no conozco. Gente aburrida y muy poco interesante. Algo falla en el algoritmo que rige todo y a todos nos gobierna.

No sé si os pasa a vosotros, pero yo echo de menos a los amigos con los que solía interactuar antes, muchos eran amigos virtuales a los que jamás había visto en persona, pero eran tipos estupendos con los que compartía muchas cosas, con los que me sentía identificado y, sobre todo, muy a gusto.

 ¿Qué ha sido de ellos? ¿Y de dónde ha venido la horda que los ha reemplazado? ¿Dónde me he metido?

Pues no lo sé, pero como esto siga así, me voy a salir.








viernes, 10 de febrero de 2023

Ha sido libro




Ya ha visto la luz. Esta mañana ha abierto sus paginas por primera vez al mundo. Se trata de una hermosa novela que nada más nacer ya tiene 225 páginas (y que no se le ocurra tener ni una más). Su cara es... qué va a decir su padre, orgulloso y feliz de tener un miembro más en la familia. 

Se va a llamar, bueno, ya se llama, Quantum. El nombre puede resultar un tanto enigmático, pues, ¿qué es quantum? Pues... quantum es quantum. No os asustéis, no es necesario tener ni la menor idea de mecánica cuántica para disfrutar de la historia que se cuenta.

El bautizo de la criatura, tendrá lugar el miércoles 22 de febrero en Padre Damián 37 a las 7 de la tarde en un lugar que se llama La Villana, un sitio que, por el nombre,  parece más indicado para el vicio que para la literatura, pero quién dijo que sean excluyentes. 

La impaciencia es una cualidad que admiro profundamente, por eso, el libro ya está a la venta para quién no pueda esperar ni un minuto más. Basta con pinchar en el siguiente enlace para hacer que brillen los ojos de Marga y Lupe, mis encantadoras editoras, y que los míos se nublen por la emoción.


quiero comprar Quantum


GRACIAS A TODOS LOS QUE LEÁIS EL LIBRO, INCLUSO A LOS QUE NO LO LEÁIS, PERO LO COMPRÉIS.

(también está en Amazon , FNAC y próximamente en El Corte Inglés)









domingo, 1 de enero de 2023

Feliz año usado

 




Según dicen, el año que acaba de empezar va a ser peor que su predecesor, es decir, va a ser una mierda de año. Entonces, visto como va a ser el próximo, es mejor desear feliz año usado que feliz año nuevo. 

Yo os deseo a todos un feliz 2016. Así, al azar, he cogido el 2016 como podía haber elegido el 2018, ya que cualquiera fue mejor que el que será. Si lo hubiera pensado, os hubiera deseado un feliz 2008. En ese año se descubrió la reprogramación celular, que según la revista Science es uno de los descubrimientos más importantes del S XXI. Y no estamos hablando de cualquier siglo, el que vivimos es el más fructífero en cuanto a avances tecnológicos se refiere desde que existe la humanidad. Será conocido como el inicio de la Edad de la información, gracias a la digitalización de todo lo que se mueve. 

Antes, las edades se referían a los materiales que marcaron un importante avance para la humanidad: Edad de Piedra, Edad de Bronce, Edad de Hierro y Edad de Plástico, sin embargo ahora la denominación va a cambiar por algo menos tangible y más conceptual. Dejamos la materia pare entrar en las ideas. 

La Edad de la Información es tanto como decir, la Edad de la información que nos quieren dar. Quien controla la información, tiene el poder, y el poder es lo que siempre se ha buscado, con la piedra, con el bronce, con el hierro y con el plástico. Lo de ahora va a ser definitivo, es mucho más efectiva la información que cualquiera de los materiales que hemos utilizado hasta ahora para controlar a los demás.

Lo curioso, es que el poder de la información, no sólo radica en controlarla, también en recibirla. Los que no tengan acceso a la información, aunque se trate de una información falsa y manipulada, llevan las de perder. Es como antes, solo que antes, cuando hablábamos de información, asumíamos que era verídica, que correspondía a la verdad. Ahora no. Ahora, cuando hablamos de información, asumimos que puede ser cierta, o no, y casi siempre es no. En cualquier caso, aún con la sospecha de que se trata de una manipulación, todos los días nos informamos de lo que pasa. O de lo que nos dicen que pasa.

Sí, el próximo año 2023, va a ser una mierda, pero no importa, tenemos que conseguir que nos parezca un año excelente. Basta con que nos digamos unos a otros que va a ser estupendo. 

Así que: demos la bienvenida al próspero y venturoso año 2023.