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Un blog, un blog, ¿por qué un maldito blog? ¿Acaso tiene sentido? Creo que no, pero aquí está el mío.
jueves, 31 de diciembre de 2015
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Todo empezó una noche
ilustración de mi amigo Jaime Gamboa
La noche era fría, desacostumbradamente fría, hasta
el punto de que había caído una nevada, tan copiosa como inusitada, que cubría
todo el valle. Debajo de la nieve había un desierto sorprendido. El cielo lleno
de estrellas anunciaba que la borrasca ya había pasado, y un silencio ominoso
anunciaba que ya era muy tarde para andar por la calle, más con un recién
nacido. La madre lo llevaba amorosamente entre sus brazos, a lomos de un
precioso borrico cuyas bridas conducía de muy mal humor un señor con barba y
cayado que se seguía haciendo un montón de preguntas sobre los últimos acontecimientos.
Según bajaban al interior del valle, la nieve iba
desapareciendo y el paisaje cobraba vida. El señor barbado con cara de mal
humor levantó la mano en la entrada de una aldea y el borrico se detuvo,
aliviado de tener un momento de descanso.
-Yo creo que aquí encontraremos una pensión, o algún sitio donde podamos
alojarnos, que ya estoy hasta las narices de la caminata.
-No, Pepe, en una casa, no –la mujer hablaba con un tono melodioso y una
voz muy agradable aunque un poco aflautada-. Podrían encontrarnos. Ya sabes… lo
del sueño.
-Cago en mi calavera con lo del sueño, ¿entonces qué hacemos?
-Mira –la mujer señaló hacia una cuadra a escasa distancia- ese puede
ser un buen lugar para descansar, ahí nadie mirará.
-¿Una cuadra? ¿Y si los animales que hay dentro se comen a nuestro hijo?
-No seas negativo, seguro que son muy amigables, incluso nos pueden dar
un poco de calor.
-También podían darnos un poco de sopa, porque tengo una gusa…
Lentamente se dirigieron hacia la cuadra que había
señalado la madre del niño, una judía de muy buena familia, nada menos que
descendiente del Rey David, que tuvo que casarse a toda prisa para no dar qué
hablar en su círculo social. Su marido era un carpintero sin demasiada
relevancia que aceptó el matrimonio con la heredera de la dinastía real, a
pesar de lo precipitado de toda la operación y de no haber tenido un noviazgo en condiciones. Lo que no se esperaba el
pobre es que a los pocos días de estar casados le anunciara que estaba
embarazada. ¿Cómo que embarazada? Le preguntó él sorprendido, pero si no hemos
hecho absolutamente nada… ya, ya, decía ella, esto ha sido un milagro, obra de…
de el espíritu santo, se le ocurrió decir. José no estaba muy convencido, sobre
todo porque hasta entonces él no había oído hablar nunca de la existencia del
espíritu santo, pero aceptó a regañadientes la explicación, a pesar de la
sonrisa que puso su rabino cuando se lo contó. Es importante señalar que el
rabino tampoco tenía noticias de ningún espíritu santo.
Entraron en la cuadra agotados por el viaje y se
dispusieron a pasar la noche allí lo más tranquilamente posible. Junto al
pesebre había una mula, un cerdo y un buey. José se llevó al cerdo fuera por
miedo a que se comiera al niño y dejó a los otros dos animales, aunque no les
quitaba el ojo de encima por si acaso. Luego desensilló al borrico, le acercó
al pesebre para que comiera y dispuso una cuna improvisada para el niño, que
inmediatamente adoptó una postura inverosímil, con una regordeta pierna
suspendida en el aire y una sonrisa encantadora que se perdía más allá de las
paredes de la cuadra. José le contempló moviendo la cabeza de un lado a otro,
se agachó para darle un beso como hacía todas las noches antes de irse a
dormir, y preparó una cama para él y su mujer acumulando una buena pila de
paja, que allí había de sobra.
Justo cuando ya estaban a punto de quedarse dormidos,
de repente la cuadra se llenó de gente. Lo primero fue un fogonazo luminiscente
que poco a poco fue perdiendo intensidad hasta mantener una iluminación blanca
y brillante que llenaba la cuadra sin estar muy claro de donde salía tanta luz.
Luego entraron dos pastorcillos que llevaban sendos corderos a los hombros como
regalo.
-¿Más animales? –gritó José- No, si al final, alguno acaba devorando al
niño, verás.
Pero eso no fue más que el principio. Luego vinieron
otros dos pastores más, también con corderos, y luego una lavandera que traía
un pato, y un molinero, y el herrero con dos gallinas que llevaba colgando boca
abajo asidas por la patas y que metían un jaleo terrible, y más pastores, ¿pero
había tantos pastores en la comarca?… de repente parecía que el pueblo entero,
y los de los alrededores, hubieran decidido congregarse allí para llevar todo
tipo de bichos imaginables y otros regalos; incluso había un pastorcillo que
llevó un tambor, ya ves tú qué clase de regalo es ese para un recién nacido.
Todo esto con el agravante de que eran unas horas en las que todo el mundo
debería estar durmiendo.
--¿Pero puede saberse a qué viene todo este jaleo? –gritaba el pobre
José elevando las manos al cielo totalmente desbordado- se supone que tenemos
que pasar desapercibidos. Estamos huyendo, ¿entendéis? Ahora todo el mundo se
va a enterar de que estamos aquí.
-Venimos a adorar al niño.
-¿Y no tenéis otro?
-La verdad es que no.
-Yo sí tenía uno, pero Herodes lo ha matado, no tengo ni idea de por
qué. Parecía buen tipo y ya ves.
-¿Buen tipo, dices? Para empezar es un pelele en manos de los romanos y
además está loco. También ha matado a mi hijo, ¿te lo puedes creer? ¡lo ha
degollado! ¿cómo se puede degollar a una criatura de dos semanas? Es repugnante
-Al mío también le ha rebanado el pescuezo.
-De hecho se han cargado a todos los niños, yo creo que éste es el único
que queda vivo en la comarca, ¿no es como para adorarlo?
José no estaba para admitir nada por lo que seguía de
muy mal humor pese a que su esposa trataba de apaciguarlo con palabras amables.
-Vamos José, no seas así, es gente buena que lo único que quieren es
adorar a tu hijo.
-Mi hijo, ¿no? –José miraba a su esposa con los brazos en jarras y cara
circunspecta.
-Ay, Pepe, no vuelvas otra vez, creí que ya había quedado todo aclarado.
-No, claro, si para ti todo es muy fácil pero es que… la historia se las
trae.
-Mira que eres pesado; cuando te da por un tema….
En ese momento una nueva algarabía anunciaba más
visitantes. Todos los allí presentes se apartaron hacia un lado para dejar
entrar a los recién llegados, que parecían gente principal. Precedidos de unos
jóvenes pajes, con un aspecto bastante rarito, llegaron tres personajes
vestidos con todo tipo de lujos. Dos de ellos portaban mantos de armiño y el
tercero, una capa que era como unas cortinas imperiales, y un descomunal
turbante. Hasta los camellos que montaban lucían gualdrapas enjoyadas. Todo el
lujo oriental, en contraste con la miseria del medio oriente. Lentamente los
tres nobles bajaron de sus monturas y ceremoniosamente depositaron unos regalos
a los pies del niño que seguía en la misma postura inverosímil que adoptó nada
más llegar a la cuadra.
-Venimos del lejano oriente para adorar al niño dios –dijeron según
depositaban los cofres con los presentes.
-¿Niño dios?, ¿de qué están hablando los tres mosqueteros? –José con los
hombros encogidos parecía no entender nada. Como siempre su esposa tuvo que
salir al paso para explicarle algunos detalles que todavía no le había contado.
-Sí, verás, es que tu hijo es dios.
-¿Mi hijo es dios? ¿pero qué barbaridades se te ocurren? ¿Qué dirá el
rabino?
-Que siiiii… anda, ya te lo contaré luego, de momento coge los regalos.
-Si ni siquiera son pollos, ¿qué clase de regalos son esos?
-Oro.
-Incienso.
-Mirra.
-¿Cuál es el del oro? -Preguntó José avanzando hacia los tres cofres.
A continuación, un estruendo de trompetas llenó el
establo y todos salieron al exterior para ver de donde venía el prodigio.
Arriba, a unos tres metros por encima del tejado, unos ángeles
descomunales hacían sonar sus trompetas mientras sujetaban con la otra mano una
pancarta.
-¿Qué pone ahí? –preguntó alguien señalando la pancarta.
-No se ve muy bien, espera a ver…
El comentario llegó a oídos de los ángeles y con un
batir de alas, descendieron un poco para que todo el mundo pudiera leer sin
problema el mensaje que traían.
-Ah, ya, mira pone…. Paz entre los hombres de buena voluntad.
-¿Y que quiere decir eso?
-Ni idea. Bueno yo me voy que mañana madrugo.
Poco a poco todo el mundo se fue marchando, hasta que
solo quedaron los tres personajes ataviados con ropas de lujo que aseguraban
ser reyes sin que ninguno de los presentes acabara con una idea certera de qué
país. Después de una conversación disparatada en que nadie entendía a nadie,
pues lo que sí estaba claro es que venían de muy lejos, los tres monarcas y sus
séquitos se despidieron y volvieron grupas hacía algún lugar incierto. Por lo
visto habían conseguido llegar hasta allí porque una estrella mágica los había
guiado, pero ya no había ni rastro del cometa, por lo que lo más probable es
que se perdieran en el desierto tratando de volver a sus casas.
Por fin, la familia, agotada por la caminata que se
habían dado desde que salieron huyendo de su casa y por todo el ajetreo final,
pudo descansar sin que nadie les molestara. Tan solo hubo un momento de tensión
cuando el cerdo trató de entrar de nuevo en la cuadra, aunque para alivio de
José, no pudo pasar pues ya no
quedaba sitio para él, de tantos corderos, pavos, patos, gallinas y distintas
mercancías que habían llevado.
-Vaya noche buena –fue todo lo que dijo
José antes de dormirse.
sábado, 12 de diciembre de 2015
XI Premio Onuba de Novela
Con los ganadores, Pilar y Federico
Ayer se presentó en Madrid el XI Premio Onuba de Novela
y tuve el placer de conocer a los ganadores, Pilar Gutiérrez Garzón y Federico Gómez de las Eras. Los ganadores, sí, porque
escribieron la novela a pachas. En la presentación explicaron cómo se puede
hacer algo así, y desde luego que funciona su método, pues he de decir que ya
me he leído la mitad (francamente entretenida) y no hay nada que delate la dualidad.
Pilar trabaja en dos ONG, por si hacerlo en una fuera
poco, y José Luis es químico; ha trabajado en el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, en el Instituto de Química Médica. Ese debe ser el truco, saben cómo hacer
buena química.
¡Felicidades!
Con Manuel Ortega, el editor, y José Luis, amigo de los ganadores
martes, 8 de diciembre de 2015
El mejor regalo
El mejor regalo que se puede hacer no es un libro, sino
varios, cuantos más mejor. Y a todo el mundo, da igual la edad, la inclinación
sexual, o el grado de amistad que nos una con la persona que va a recibir el
regalo. Cervantes decía que en el peor libro se puede encontrar algo bueno, y
esto es algo que no se puede decir
de todas las cosas que nos da por regalar. ¿Acaso en la corbata más fea, por
recurrir al ejemplo típico, podemos encontrar algo que nos impida arrojarla a
la basura, o en el perfume más irritante una razón para no dejarlo abierto con
la esperanza de que se evapore rápidamente sin contaminar el ambiente? ¿La
camisa, que probablemente ni siquiera es de nuestra talla y que nos hace girar
la cabeza buscando su parte bonita, tiene alguna posibilidad de éxito como
regalo? Sabemos que no, todos esos regalos, estadísticamente, son un fracaso y
son un fracaso porque son objetos demasiado personales y es imposible acertar
al cien por cien, por mucho que conozcamos a la persona que va a recibir el
obsequio. Solamente hay que observar la cara de la novia o del novio, cuando
abre el paquete con su regalo y descubre un jersey “que seguro que le va a
encantar”, con la cabeza de un ciervo tejida en vivos colores. Dirá que es
precioso, sonreirá bobaliconamente y en de menos de un año, esa pareja estará
rota. Luego, él o ella, o ambos, seguirán regalando jerseys y destruyendo sus
opciones de ser felices con nadie.
Sin embargo, con un libro el acierto es seguro (solo
hay que recordar lo que opinaba Cervantes sobre el asunto), y con la ventaja
añadida de que lo guardaremos para siempre, en nuestra librería. ¿Alguien hace
eso con sus camisas, sus aguas de colonia o lo que sea por mucho que le haya gustado? Obviamente no, de modo que acabamos de demostrar que el libro es el
regalo, eterno recuerdo de quién nos lo obsequió, más acertado de cuantos
existen.
Ahora, llegados a este momento, dejadme que os
recomiende dos libros que podéis tener en cuenta.
Os pongo los enlaces para ahorraros la molestia de ir
a la tienda, basta con pinchar en el título:
Sí, efectivamente son dos viejos conocidos, pero me
consta que no todos los habitantes del país lo han leído, y muchos esperan que su regalo de navidad no
sea ni una camisa, ni una corbata ni una colonia.
¡Felices regalos y que acertéis, sean los que sean!
sábado, 5 de diciembre de 2015
Premio Onuba de novela
La editorial Onuba, cuyo premio de novela de hace 2 años gané yo con El Ladrón de Nubes, presenta el próximo jueves El Sabor de las Cerezas, la novela ganadora del presente año, en el café Manuela de Madrid.
Enhorabuena a los ganadores a los que felicitaré en persona, y a mi amigo Manuel Ortega que sigue aportando su granito de arena para el fomento de la literatura.
martes, 1 de diciembre de 2015
Cach 22
Cach 22 es una novela de Joseph Heller, estupenda novela,
que me hizo pasar unos momentos fantásticos cuando la leí, hace ya más de tresmil años. Aún recuerdo a
Yossarian, el protagonista, desesperado por su suerte y la gracia que me hacía.
Yossarian es un joven piloto de la
segunda guerra mundial que se quiere librar de ir a combatir con su avión
alegando que está mal de la cabeza, a lo que su coronel le dice que eso no es
excusa, pues precisamente hay que estar completamente loco para meterse en un
bombardero con un montón de gente abajo dispuesta a derribarlo, por lo que él
es perfectamente apto para realizar las misiones más peligrosas.
Cach 22 es una expresión inglesa que viene a significar, así
en versión libre, la pescadilla que se
muerde la cola, es decir, una trampa de la que es imposible salir hagas lo
que hagas. Un círculo cerrado que te lleva una y otra vez al mismo sitio. Así
me he sentido yo esta mañana tratando de obtener el certificado digital de la
Seguridad Social por Internet. Resulta que llegado un punto aparece un
alarmante mensaje en la pantalla del ordenador advirtiéndome de que la conexión
no es segura y que me pueden atacar los piratas informáticos, incluso gente aún
más malvada, por lo que más vale que me retire. Yo, que llegado el caso soy
capaz incluso de hazañas más audaces, decido sin vacilar asumir los riesgos y
seguir adelante, pero mi gesto heroico no me vale de nada, pues el ordenador no
me da la opción de demostrar los redaños que estoy dispuesto a echarle al
asunto, y no me permite continuar con el proceso. Lo intento varias veces, pues
el certificado digital es imprescindible para realizar un montón de asuntos
burocráticos que me exige la Seguridad Social, pero siempre acabo en el mismo
lugar, imposible pasar a la siguiente fase. Una trampa mortal sin escapatoria.
En el fondo debería estar agradecido pues no hay duda de que hay alguien
realmente decidido a protegerme del ansia de los hackers, sin embargo la cólera
hace presa en mí, a pesar de que estoy siguiendo un curso de meditación que
tendría que mantenerme alejado de los ataques de ira. Decido que lo mejor es el
viejo y olvidado sistema de hablar con un funcionario y aunque reconozco que es
mucho más cómodo no tener que salir de casa, voy personalmente a una oficia de
la SS . Lo primero que pienso preguntar es por qué, si están tan seguros de que
es una temeridad meterse en esa página, existe esa página, en caso de que
exista, claro, pues dado que no te permiten acceder a ella, sería una estupidez
muy grande tomarse la molestia de crearla. Cuando llego a las oficinas de la
seguridad social, me dicen que para cualquier consulta necesito cita previa, lo
cual no me importa en absoluto hasta que me explican que la única manera de
conseguirla es a través de Internet. ¡Cielos! ¡Pero si ya estoy ahí!
Vuelvo a mi casa, entro en otra dirección de la
Seguridad Social (hay muchas) para sacar cita previa y cuando he superado
varias pantallas, como en los juegos de los marcianitos, llego de nuevo a la
que me avisa de que estoy en serio peligro de que mi identidad sea suplantada y
no me deja continuar. Game over, se acabó. Llamo a un número de teléfono que
consigo en otra dirección, también de la Seguridad Social, y me atiende una
máquina que después de tenerme varios minutos desplegando un menú de opciones
que no vienen al caso, por fin aparece la de solicitar cita previa. Me dice que
tengo que ir a una dirección de Internet que me deletrea: uve doble, uve doble,
uve doble, ese, ge, e, guión,
punto es. ¿Guión bajo o guión alto? pregunto estúpidamente pues la maquina no
es capaz de captar mi angustia. Pruebo primero con guión bajo y aparezco en una
página en la que me avisan de que ese dominio está libre y que si me interesa,
puedo comprarlo. La oferta es tentadora pero llevo ya demasiado tiempo con este
asunto así que pruebo con guión alto y me lleva a la misma página en la que
estuve hace diez horas, al principio de todo. ¡Ya está!, me digo yo chasqueando
los dedos, lo que pasa es que no estoy utilizando el navegador apropiado, a
veces pasa, así que bajo Firefox. Luego Safari, luego Google Chrome, luego
Explorer, Browser… creo que tengo todos los navegadores posibles en mi
ordenador, pero nada.
Ahora son las diez de la noche, y acabo de llamar a
un amigo mío que nunca se desespera
(también viene al curso de meditación conmigo, pero lleva más tiempo), y
me ha dicho que posiblemente todo lo que me está pasando se debe a que yo
utilizo un Mac y el sistema de la Seguridad Social solo admite Windows. Ya es
tarde, pero mañana mismo lo primero que voy a hacer es comprarme un PC, además
aún estamos con el Black Friday de las narices.
A ver qué pasa.
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