Siempre he tenido la sospecha de que tanta obsesión
en pos de la eficiencia no puede ser nada bueno. El perfeccionismo llevado a un
extremo, la búsqueda de lo inmejorable, el devanamiento de la sesera hasta la
extenuación persiguiendo lo sublime, el no conformarse con nada que no roce lo
excelso…, todo esto es la consecuencia de un mundo pretendido impuesto por las
grandes corporaciones y por las empresas dueñas de todo. Son ideas que
pertenecen a consignas más que a necesidades intelectuales, es un afán competitivo
llevado a un extremo de paranoia y como toda paranoia, no puede traer nada
bueno. En Samsung, por ejemplo, tienen la obligación de crecer anualmente un
mínimo marcado por sus amos, y si no se cumple, alguien lo paga con su puesto
de trabajo. Este mandato conduce a la infelicidad, a la injusticia muy
probablemente, a trabajar más horas y con mayor presión y, en definitiva, a una
peor forma de estar en este mundo.
Vivimos en un universo lleno de imperfecciones, y
nosotros nos empeñamos en buscar la perfección. Ni siquiera la constante de
gravitación universal es realmente constante y el indispensable número “pi”, es
un número irracional, que con eso está dicho todo, pero por si no fuera
suficiente, diré que las cifras de sus decimales siguen y siguen sin ningún
patrón hasta el infinito y aunque calculemos un millón de decimales no
encontraremos ninguna pauta entre ellos. Buscamos pretenciosamente una rectitud
que no existe, pues también la línea recta, a la larga, se acaba curvando, pues
así es nuestro universo, deformado por su propia masa. Admitámoslo de una vez,
vivimos en un espacio deforme y cualquier intento de crear la perfección
acabará en un clamoroso fracaso.
Pero evitable.
Todas estas reflexiones las he recuperado de mi
armario de trastos inservibles después de leer al economista Robert Reich que
en un momento dado dice que Amazon es una empresa modelo. Es un clarísimo
ejemplo de eficiencia donde todo está robotizado, digitalizado, sincronizado,
optimizado, computerizado y como resultado de todos estos desvelos, ha
facturado 75.000 millones de dólares el último año. El beneficio por acción en
2013 ha sido de más de medio dólar (aunque en 2012, tuvo una pérdida de
0,09$), y tiene a 60.000 personas
trabajando. Y ahora viene lo bueno. Resulta que una empresa con esos datos,
debería dar trabajo, según sus cálculos a seiscientasmil personas, de modo que
la búsqueda de la eficiencia, en este caso ha traído como consecuencia que
trabajen la décima parte de personas que podrían haber trabajado. Ahora se me
ocurre pensar, que si todas las empresas hacen algo similar para ser las más
eficientes (si se reducen las plantillas y se exigen mayores resultados,
aumenta la eficiencia), no quedará nadie que pueda comprar sus productos, por lo que
estas grandes compañías perecerán aplastadas por su propia e inigualable
eficiencia.
Ya lo sabíamos: nobody is perfect.