viernes, 18 de noviembre de 2022

Muchas gracias, oiga


Quiero dar las gracias. De momento no sé a quién, pero declaro públicamente mi gratitud. 

Sabemos que para encontrar el bienestar, son más importantes las emociones que las razones, y estar agradecido es una de las emociones que nos hace más humanos. O menos, porque lo cierto es que se prodiga muy poco. Quizá yo sea la excepción. Bueno, soy la excepción ahora que he tomado la decisión de agradecer lo que sea a quién sea. Antes era como los demás, un soso. 

Las personas agradecidas son personas felices. Ejemplo que lo explica la mar de bien: imagina estar en una situación terrible, de esas que dices, madre mía la depresión que me va a entrar. Y efectivamente, va y te entra. Con motivos, no es una manía. Vale, pues ahora imagina que viene alguien y te soluciona el problema. Alguien o algo, puede ser una circunstancia, pura suerte, eso da igual. Pues bien, justo en ese momento, en el instante en que ves la luz, la emoción que domina en tu sistema límbico es la gratitud. ¿Y cómo te sientes? Feeeeeliz, te sientes feliz. La felicidad es simultánea con la gratitud. Siempre.

Dicho de otro modo, el sentimiento de gratitud es incompatible con la infelicidad. 

¿Cómo me he dado cuenta de esta realidad incuestionable? Pues muy fácil, observando a la gente infeliz. He mirado, analizado más bien, qué les pasa a los que están amargados todo el día, a los que se quejan por todo, quienes protestan, los que se indignan a la mínima, los que odian... y mi conclusión es que ninguno de ellos está agradecido a nada ni a nadie. Son gente sin este sentimiento fundamental: la gratitud. Ya les puedes hacer lo que se te ocurra para ayudarlos, jamás te darán las gracias. La terrible consecuencia es que pasados los primeros momentos, seguirán siendo infelices.

Haced como yo, buscad a alguien a quién agradecerle algo, y os encontraréis mucho mejor. Un amigo, vuestra pareja, tu colega... sirve hasta un cuñado. 

En este mundo hace falta más gente feliz, o lo que es lo mismo más gente agradecida. El mero hecho de haber nacido en España, por ejemplo, ya es un buen motivo. Aunque muchas veces no lo parezca.


Leoncio López Álvarez