lunes, 25 de noviembre de 2019

Entrevista a Perrie Worcester






Universo de libros, una plataforma sobre literatura completamente desconocida para mí, y actualmente mi preferida, ha hecho una entrevista a Perrie Worcester, la autora de La condena de Imur y gran amiga mía; inseparables. Sospecho que quien ha hecho la entrevista conoce la relación que me une con mi admirada Perrie, pues llamó a mi número de teléfono pensando que donde estuviera uno se encontraría la otra. Bien pensado, hasta aquí bien pensado, pero se dejó llevar por el ronco tono de mi viril voz, y ha tratado a Perrie como si fuera un escritor y no una escritora. Una confusión que no resta interés a la entrevista cuyo enlace pongo a continuación. Para mi gusto, es excesivamente breve pues podría estar días  hablando sobre el asunto tratado, pero el agradecimiento ha de imponerse a la soberbia, de modo que me conformo con las escasas dos horas que duró (es broma, realmente lleva muy poco tiempo leer la transcripción de la entrevista)













miércoles, 13 de noviembre de 2019

El patio del cole







Después de las últimas elecciones del 10 de noviembre, de momento,  he tomado un par de decisiones importantes y he llegado a una conclusión. Las dos decisiones no las voy a confesar, pero la conclusión sí, y es ésta: tenemos unos políticos que son de patio de colegio.
Hagamos un resumen sin dar nombres. No, qué coño, dando nombres.
Estamos a principios de curso y hay que elegir delegado de clase. Sale elegido Pedrín, un niño larguirucho sobre el que se dice que ha copiado en un examen, pero como en ese colegio casi todos copian, no tiene mayor importancia. Otro de los niños, Albertito, el más tonto, hay que decirlo, dice que Pedrín es de una banda de facinerosos, “los de la banda” y que con él no va ni a la vuelta de la esquina. Que no lo apoya, vamos. Su compañero de pupitre, Pablito, que está intentando dejarse barba para hacerse el mayor, comparte la opinión de Albertito y además añade que lo ha visto varias veces fumar con los malotes de la clase, los que se quieren ir del cole, y que ni de coña. Entonces, Pedrín, se siente solito y hace ojitos al progre de la clase, Pablito Coletas, pero éste se le sube a la chepa y le pide a cambio de su apoyo todos sus juegos de la game boy. Pedrín se ríe en su coleta, le da un pellizco delante de todos y le dice que se vaya a la porra, que el balón es suyo y que no quiere jugar con él. Total, la cosa se complica y en el recreo se lían a empujones, patadas, se enfadan muchísimo y dicen que ya no se ajuntan.
Al cabo de siete meses, Pedrín vuelve a ser elegido como delegado de la clase y de repente se da cuenta de que ama a Pablito Coletas. El resto de los compis, los que le habían dicho que no le iban a apoyar ni de coña, se ofenden muchísimo porque se ha ajuntado con Pablito Coletas a la primera de cambio, sin decirles antes nada a ellos, y que eso ha estado feo, feo. A Pedrín le importa un bledo lo que digan sus otros compis y coge su balón y se va a jugar con su antiguo enemigo y ahora amiguito inseparable, pero… les faltan niños para echar un partido. Entonces los malotes de la clase le dicen que si les da la colección de cromos “regiones de España”, que sí, que juegan con ellos.
Mientras tanto, un grupito de niños repeinados, con sus lacostes y oliendo a colonia, se juntan en el fondo del patio formando un grupito cada vez más numeroso.

A ver cómo acaba el recreo, pero de momento, yo doy suspenso general a toda la clase. Suspenso general y orejas de burro.







sábado, 9 de noviembre de 2019

Votar con buen ojo








Hoy me he levantado metafórico y ya sabemos a donde me pueden conducir amaneceres así. Por lo general, me mantienen durante todo el día a cierta distancia de la realidad, no muy lejos, pero definitivamente despegado de ella. Digamos que me muevo un metro o dos por encima de todo lo que sucede ahí abajo, en  una trayectoria paralela sin llegar a converger en ningún momento. Me siento espectador, en lugar de actor.  Ahora, por ejemplo, estoy pensando en las elecciones de mañana, y en vez de reflexionar sobre cada una de las opciones (tampoco hay mucho que cavilar) o enfadarme (hay motivos) o indignarme por ciertas propuestas, por las mentiras, las argumentaciones falsas, los discursos, las repeticiones, los insultos… en fin, ya sabemos a lo que me refiero, lo que hago en lugar de todo eso, es algo muy diferente. Contemplo todo como una metáfora, pero no como una metáfora cualquiera, sino que recurro al arte para representarla.

Veamos el siguiente cuadro:



Se trata de un óleo sobre tabla del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo, conocida por diferentes títulos: La parábola de los ciegos, El ciego guiando a otros ciegos, Ceguera, y también Ciegos de Nápoles. Lo llamemos como lo llamemos, está claro lo que pasa: un grupo de cinco ciegos es guiado por otro ciego, y al caer el primero en un pozo, el resto que lo sigue confiado, van cayendo uno tras otro en el mismo pozo. El cuadro, pintado en el siglo XVI, representa un versículo de Los Evangelios, refiriéndose a una parábola de Jesucristo. Para los que quieran detalles más precisos, lo encontrarán en Mateo 15, versículo 14, y si no, os conformáis con mi versión que a grandes rasgos, esto es lo que dijo el Maestro: “dejadlos, veréis qué risa, es un ciego que sigue a otro ciego, y si el primero cae, el otro caerá en el mismo hoyo”.

El significado de esta parábola está clarísimo, algo realmente extraordinario en Él, pues lo normal es que te quedaras pensando, “¿qué habrá querido decir con eso de los quince talentos de plata y la oveja perdida?” Aquí no hay interpretaciones posibles.

Pues bien, este cuadro es mi metáfora elegida para ver las elecciones del domingo. Creo que además de metafórico me he levantado poco optimista, menos aún si tenemos en cuenta que en mi versión, el primer ciego, el guía, puede ver perfectamente. Por eso mismo, hay que andarse con mucho ojo.

Pero…, como no soy de los que se conforman con la primera metáfora que me viene a las mientes, os pongo este otro cuadro, parecido pero decididamente diferente:



Esta pintura es anónima, forma parte de la colección de la pintura virreinal de Cuzco sobre el Corpus Christi, y de la misma forma que el anterior cuadro tenía cuatro títulos, éste no tiene ninguno, así que lo podemos llamar como se nos antoje. A mí se me ocurre titularlo de la siguiente forma: “vamos a poner a estos panolis unas gafas bien oscuras para que no vean ni mu”. Sí, el título es largo, pero como la metáfora es mía la llamo como quiero. La pintura no necesita explicaciones, solo hay que ver las expresiones de los que no llevan gafas.

Ya lo he dicho, hoy no me he levantado muy optimista, no. Pero metafórico a tope.