sábado, 12 de agosto de 2023

Sentirse superado

 

Los acontecimientos siempre nos superan. Esta frase siempre me ha parecido  inextricable, incluso inescrutable. ¿En qué nos superan los acontecimientos? Ahora que, en teoría estoy de vacaciones, he decidido dedicar el tiempo que haga falta a desentrañar su significado.

Pasada una hora de arduas cavilaciones he llegado a vislumbrar el concepto que esconde la frase sin que su articulación sintáctica haya aportado ninguna ayuda. Es que yo, cuando estoy inspirado, las pillo al vuelo sin mayores asistencias que mi intuición. De modo que ya me hago una idea de lo que quiere dar a entender la galimática frase.

Una vez aclarado el sentido he caído en que yo, en estos momentos, estoy superado por los acontecimientos. Vaya putada. Si lo sé no investigo. Pero hay que ser valiente y afrontar la realidad. Eso sí,  dado que practico hasta donde el conocimiento me permite, el estoicismo teórico, mi postura se mantiene dentro de la ataraxia exigida por Epicteto.

Os preguntaréis, los más empáticos, en qué he sido superado por los acontecimientos. Pues lo voy a decir sin tapujos: de repente tengo un montón de muebles, lámparas, cuadros y objetos de variados tamaños que me sobran. Estoy rodeado de cosas que ya no caben en mi casa. Llevo casi un mes subiendo a Wallapop sofás (de Natuzzi, una ganga, oiga), mesas, mesillas, arcones, sillones de estilo inglés con acento de Cambridge, calzadoras que también cumplen para descalzarse, piezas únicas de singular belleza en imitación a ébano... un sinfín de cachivaches que lamentablemente me veo obligado a desprenderme de su fiel compañía. 

Hasta el día de hoy, los resultados no pueden ser más catastróficos. Nadie se ha interesado por estos chollos. Estoy empezando a pensar que Wallapop es una trampa en la que absolutamente nadie llega a comprar nada. Es imposible que mi mercancía, a unos precios irrisorios, no haya despertado el interés de gente con buen gusto que ama la belleza de objetos que casi son obras de arte.

Mientras tanto, tengo un mobiliario duplicado en el jardín esperando a que las primeras lluvias acaben con su incomprendida existencia. 

Es el sacrificio demandado para que yo haya entendido por fin, la frase,  Los acontecimientos siempre nos superan.


Leoncio López Álvarez

martes, 11 de julio de 2023

Somos como somos, y cómo somos




Ya sabemos cómo somos los humanos, tan distintos unos de otros. Al menos, todos pensamos que somos únicos, y casi seguro que lo somos. Aunque si esto de las personalidades fuera como lo de los pelos, estaríamos repetidos. Quiero decir que hay muchas personas que tienen exactamente el mismo número de pelos en el cuerpo. Una coincidencia tonta, sí, pero inevitable. Vamos a dejar lo de los pelos, el caso es que cada uno es como es. Pero hay algunos que cómo son...

No está bien hablar de uno mismo, pero voy a decir cómo soy yo, porque de eso va la cosa. Soy normal. Punto. 

¿Me conformo con mi normalidad? Pues sí y no. Estaba conforme hasta que el otro día escuché a una señora hablando de alguien que para describirlo dijo: "lo que más me atrae de Manolo es que es un tío auténtico". 

Os va a parecer una tontería, pero Manolo me dio envidia. Eso de poder descartar la posibilidad de ser de mentira, tiene que estar muy bien. Te hace sentir seguro. Supongo que ser auténtico tiene algo que ver con ser sólido. Últimamente hay mucha gente sólida. Hay jugadores de tenis que tienen una solidez reconocida, también políticos, ponentes en conferencias... lo de ser sólido es algo que actualmente le ocurre a muchas personas. También a mí me gustaría ser sólido.

O legal. Hay personas legales, es decir de curso legal. Que los puedes llevar a una fiesta sin que te detengan, vamos. En cambio, si te pillan con un ilegal, puedes tener problemas, aunque más problemas tiene el ilegal porque probablemente acabe deportado.

Luego están las personas que son como Dios manda. Estas están convencidas de su casi divinidad lo que las sitúa en un plano de superioridad moral que a veces no cae bien.

Pero ninguno me da más envidia que los tíos que son como tienen que ser. Esos son legales, sólidos y auténticos simultáneamente. Hablar de personas que son como tienen que ser, es hablar de personas que han pasado todos los filtros de calidad. Listos para ser distribuidos por el planeta sin temor a ninguna reclamación. Son lo que se espera de ellos. Sin defectos graves, sin extraños comportamientos, sin vicios execrables, ni siquiera laudables. Laudable es el antónimo  más molón que he encontrado de execrable, pero me temo que no se puede hablar de vicios laudables. Vicio solo admite categorías negativas, no hay vicios buenos. 

Ahora que lo pienso, a mí lo que me gustaría ser, es laudable. Pero, como ya he dicho al principio, soy normal. Qué le vamos a hacer.


Leoncio López Álvarez



NOTA: algunos amabilísimos lectores de la Tertulia Perezosa (todos lo son) me han manifestado por privado, sus dudas sobre el hecho planteado de que muchas personas tengan exactamente el mismo número de pelos en el cuerpo. Lo aclaro: La superficie de la piel humana es limitada, unos dos metros cuadrados como media. Dónde más tenemos es en la cabeza, y en el caso de los más afortunados, llegan a 150.000. Pongamos 200.000, para que la envidia sea mayor. Si lo hacemos extensible a todo el cuerpo, el hombre más peludo del mundo (de dar auténtico miedo), tendría, pongamos que ocho millones de pelos. Pues bien, teniendo en cuenta que actualmente estamos vivos 8.000 millones de personas, inevitablemente, tiene que haber coincidencias en el número de pelos poseídos.

sábado, 27 de mayo de 2023

Jornada de reflexión





Me encantan las ostras, así que el otro día fui a comprar una docena o dos para zampármelas en el aperitivo. Parecen muchas, pero mi voracidad ostril puede con todo. Sin embargo, no pudo ser.  El hombre propone y el mercado dispone: no tenían, se habían agotado. 

Afronté la situación con entereza y volví a mi casa resignado con mi triste destino.

Lo curioso es que a media tarde empecé a encontrarme fatal, como si algo me hubiera sentado mal en el estómago. Al poco rato ya no quedaba ninguna duda, tenía los típicos retortijones que produce un par de docenas de ostras devoradas con ansia, y debido también, a las condiciones mejorables de alguna de ellas.

Por la noche me encontraba de pena, no voy a detallar los síntomas, pero claramente estaba intoxicado. Este hecho me hizo reflexionar: de la misma forma que se puede pecar de pensamiento, ¿se puede uno intoxicar con unas ostras que no ha llegado a comerse? ¿Es posible el envenenamiento por pensamiento o deseo? 

Seguí reflexionando sobre este suceso, que todo el mundo reconocerá, da para mucho, y me encontré ante un nuevo concepto de posibilidades filosóficas infinitas. 

Si se puede pecar de pensamiento, mentir sin decir nada, intoxicarte con unas ostras que ni has visto... también se puede votar defendiendo unos privilegios que jamás has tenido ni tendrás. Puedes sentir afinidades políticas en base a una gran empresa que no posees, un patrimonio que ni sueñas y un capital que ya te gustaría, ya. Puritito deseo.

Entonces me acordé de un viejo lema, que por justo y acertado, merece sacar a relucir de vez en cuando: no ataques a quién defiende tus intereses; más bien, apóyalo.

Así sea, y si así fuera, todos los partidos políticos tratarían de enamorarnos con lo que piensan hacer para mejorar nuestras vidas, y dejar los conceptos grandiosos para las poesías épicas, los romances y la literatura histórica. Vamos a lo mollar, majo, que dicen en mi pueblo. 

Como curiosidad sociológica, en Estados Unidos la mayoría de los votantes republicanos que votaron contra Obama (y el Obamacare, por tanto), no disponían de fondos para pagarse un hospital o un médico. 

Por otro lado, aunque te sobre la pasta para comprarte un hospital para ti solo, ¿tan mal te sienta la solidaridad? ¿Es demasiado esfuerzo pagar impuestos para que los que están en peores circunstancias puedan afrontar una apendicitis sin tener que vender la casa? Si patriotismo es sentir orgullo por pertenecer al colectivo donde has nacido, yo me siento mucho más orgulloso de la sociedad en que vivo, cuando mis conciudadanos se muestran solidarios que cuando sólo van a lo suyo.

En otras palabras: las ostras invitan a la reflexión. Y hoy toca.


Leoncio López Álvarez




viernes, 19 de mayo de 2023

El meeticom


 


El año pasado, más o menos por estas fechas, mi amigo Javier Pioz estaba representando con Marisa Cruzado, la obra Yo me bajo en la próxima ¿y usted?, de Adolfo Marsillach. Yo fui a verlos al teatro Amaya (han estado en media España con esa función), lo hicieron muy bien, y todo hubiera quedado ahí, si no fuera porque Javier, el muy insensato, me preguntó, si yo me animaba a escribir una comedia para ellos dos.

Mi osadía me hizo contestar, sin dudarlo, que sí. La insensatez de Javier junto con mi osadía ha dado como resultado El meeticom, una comedia, que ya, irremediablemente, se va a estrenar el próximo mes. El estreno va a ser a lo grande, nada menos que en el teatro Amaya, el día 28 de junio. Luego también girará por otros puntos de España. En el teatro Zorrilla de Valladolid, para empezar. La monda, vamos.

Hace un año, yo ni me podía imaginar que esto fuera a ocurrir, pero resulta que sí, que ha ocurrido. Ahora entiendo la frase "estar cagado de miedo" que sienten los domadores de tigres, los que practican el salto base, y los que, ya en el colmo de malgastar adrenalina, se dedican al teatro.

Si la cosa sale bien, se repondrá en septiembre. Todo depende de vosotros, del público que asista, pues es la única forma que tiene una función para mantenerse con vida. Si no me queréis ver muerto, comprad todas las localidades que seáis capaces. Hay exactamente 610 butacas, incluyendo las que están detrás de las columnas, mucho más baratas. 

Ya sabemos que la buena temporada de teatro acaba justo cuando se va a estrenar El meeticom, pero ¿quién dijo miedo? Quién, a parte de mí, claro, que como ya he dicho, estoy cagado.

Sea como sea, antes de que la inopinada destrucción del planeta llegue a finales de junio, quiero agradecer a Javier y Marisa, la confianza que han puesto en mi obra. Tienen mucho valor, además de una memoria prodigiosa, porque el texto se las trae. 

Por cierto, sin ser una comedia musical, que no lo es, en escena van a estar cuatro músicos, y tanto Javier como Marisa, cantarán a su manera. Literalmente, ya los escucharéis.

Espero que a los afortunados que vayáis os guste, y sobre todo, espero que los desafortunados que no hayan podido ir ahora, puedan hacerlo en septiembre.




Leoncio López Álvarez





lunes, 24 de abril de 2023

Historias de mucho miedo

 

Black Mirror es una serie que busca la inspiración para sus episodios en el lado oscuro de los avances tecnológicos. Plantea posibles distopías en un mundo dominado por una tecnología de la que aún no nos hemos percatado de hasta qué punto puede propiciar historias para no dormir. 

Historias para no dormir, era una serie mítica en los años setenta que tiene mucho que ver con Black Mirror. De hecho,  se puede decir que Black Mirror es la versión 4.0 de la serie de Chicho Ibañez Serrador. 

Ahora no salen relatos de Alan Poe, ni historias como El asfalto o La cabina, pero aparecen otros que se dirigen a la misma zona del cerebro del espectador con el fin de despertar en él el terror.

Pero una gran diferencia separa a las dos series televisivas: yo nunca me he sentido como personaje posible de El tonel o El cuervo, por ejemplo, sin embargo, sí veo más que posible que sea uno de los que aparecen en Black Mirror. Quién sabe, quizá ya lo haya sido sin darme cuenta. Mejor dicho, ya lo soy.

Dentro del universo infinito de aplicaciones para nuestros teléfonos inteligentes, que eso ya de por sí es terrorífico, hay una que exige que hagas cosas. De momento, tú puedes desobedecer, pero quizá en la siguiente actualización no tengas más opción que hacer caso.

Se trata de una App para hacer ejercicio. Tú pones tus objetivos, introduces datos de tu cuerpo serrano, y a continuación el algoritmo de turno, todo son algoritmos de turno, te marca una pauta. Ay de ti si no la sigues escrupulosamente todos los días. Se enfada. Te manda mensajes reclamándote las calorías que ese día no has consumido. Es como un prestamista mafioso, que te persigue hasta que o le pagas lo que le debes, o empieza por cortarte un dedo. Luego ya veremos.

Yo, por aquello de cuidar mi pedazo de cuerpo, me dije: por mirar de qué va esta aplicación tan preocupada por mi salud, no pierdo nada. ¡Ja! Ahora tengo pesadillas. Por supuesto no hago ni remotamente lo que me dicta y ahí está la parte terrible. Lo que empezó como una ligera regañina, ha seguido con mensajes que me ponen los pelos de gallina. 

Por supuesto eliminé la aplicación de mi móvil, pero, no os lo vais a creer, regularmente recibo emails en mi dirección de correo que juraría que jamás di, en tono amenazante. Me pregunta por qué me he dado de baja, ¿acaso quiero morir de un infarto? Los riesgos de accidentes cardiovasculares están a la orden del día, me dice, y si no tomo las medidas oportunas yo puedo ser la siguiente víctima. 

Joder, así no hay quién viva tranquilo. 

Naturalmente he bloqueado todo lo que venga de esa aplicación clasificándolo como spam, pero por si acaso, todos los días me hago doce series de veinte flexiones cada una. 

La verdad es que me estoy poniendo como un toro. Pero da miedo.


Leoncio López Álvarez

lunes, 20 de marzo de 2023

Efecto mariposa


Si alguien tiene alguna duda de que el hombre es un animal social, es porque no ha enfocado bien la proposición. Yo tampoco. Hasta ahora, que me he dado cuenta de lo que realmente significa eso de ser un animal social.

No tiene nada que ver con los hábitos que tenemos por separado, ya que, efectivamente, hay personas que son tan sociales como las almejas, sino con las consecuencias de vivir en sociedad. Con esto de vivir en sociedad, ya está todo explicado. 

Bueno todo no. Hay que aclarar que lo que sufrimos o disfrutamos individualmente es debido, no a lo que hace la sociedad en conjunto, que pudiera parecer, sino a lo que hace una persona en concreto. Una entre ocho mil millones, que se dice pronto. Quizá, no hay un único responsable, pueden ser media docena o pocos mas, pero es terrible pensar que sus acciones van a repercutir en la vida de la totalidad del planeta. Vale, me gusta exagerar, sólo en la vida de casi la totalidad del planeta.

¿Que un genio inventa la penicilina (o descubre)? pues gracias a su trabajo salimos todos ganando a la hora de enfrentarnos con las bacterias. De repente, un tipo al que nadie conoce, y nadie sabe su nombre, inventa una chorrada tan grande como es el sextante, y la navegación, con todo lo que conlleva, se convierte en otra cosa.  

De la misma forma que todos nos aprovechamos de lo que hacen los genios, también todos sufrimos las penalidades derivadas de las acciones de gente perversa y también pagamos los estropicios provocados por las cagadas de un puñado de capullos, esas también las sufrimos todos.

Según he leído, desde 1870 ha habido 14 grandes recesiones mundiales. Todas, las catorce, han sido provocadas por pandemias, guerras o crisis bancarias. En los últimos cinco años, hemos tenido una pandemia, luego una guerra que destaca sobre las demás por su alcance económico mundial, y para rematar la jugada, ahora también una crisis bancaria. La pandemia, no está claro su origen, la guerra, sí está claro quién la ha empezado, y la crisis bancaria, sabemos que se inició por el hundimiento del SVB consecuencia de la torpeza  de quienes lo dirigían. La que han organizado, virgen santa.

No voy a entrar en los detalles técnicos que han intervenido en la errada toma de decisiones de un grupo de engominados ejecutivos, porque tendría que copiar y pegar lo que he leído sobre el asunto, ya que no tengo la suficiente ciencia como para aportar algo que no se haya dicho ya por sesudos analistas financieros, pero tampoco es necesario. A dónde quiero llegar no tiene nada que ver con la economía ni con las finanzas, esto es simplemente un ejemplo, lo que pretendo es poner de manifiesto lo increíblemente vulnerable que es el orden mundial. 

No es necesario organizar un ejercito para atacarlo, basta un grupo de ceporros, completamente desconocidos, que por ambición o por torpeza, hacen mal las cuentas y con su equivocación arrastran al avismo a dos o tres continentes. O cuatro. Quizá los cinco.

Esto es lo que significa que el hombre es un animal social. No es otra cosa.



Leoncio López Álvarez












jueves, 16 de marzo de 2023

Procrastinator's fashion






En estadística, ciencia que debería estudiarse en cualquier carrera universitaria (incluso las  nociones básicas, en el colegio), la moda, es el valor que aparece con mayor frecuencia en un conjunto de datos. La moda afecta, por tanto, a TODO, ya que cualquier cosa que se nos ocurra es un conjunto de datos.

Por ejemplo, en el lenguaje hablado, hay expresiones que cobran un repentino ímpetu, y todo el mundo empieza a usarlas aunque no venga demasiado a cuento. Casi siempre es culpa de los políticos, que encuentran en la expresión de moda un práctico comodín para emplear como muletilla en sus intervenciones. Por ejemplo: "como no podía ser de otra manera", expresión sintética de lo obvio, de todo aquello que no merece esfuerzo en aclarar. Dado que siempre tienen que estar aclarando cosas, es lógico que esta expresión pase a ser la más llevada en sus discursos. No hay temporada, otoño, invierno primavera, que no haga furor en parlamentos y ruedas de prensa. En verano se lleva menos, porque están de vacaciones.

No voy a poner más ejemplos, pues tengo que confesar, que no me gustan las expresiones que se ponen de moda, y no quiero contribuir a su difusión.

También ocurre con las palabras; cuando menos te lo esperas, sale una que hasta hace nada, nadie usaba, y de repente está en boca de todo el mundo. Ejemplo: resiliencia. Otro ejemplo de hace más tiempo: procrastinación.

Qué sería de nosotros, los vagos de toda la vida, si no pudiéramos referirnos a nuestra condición con esa elegantísma palabra. Nos duele reconocer nuestra vaguería  (a mí no) pero nos enorgullece hablar de nuestra procrastinación. Hasta los más afanados en sus tareas, de vez en cuando presumen de ser procrastinadores sin serlo.  

Hoy, aunque parezca mentira porque es evidente que estoy haciendo algo (escribir esto), me siento particularmente procrastinador y pensando en mi irrenunciable condición, he llegado a la conclusión de que en este caso, he conseguido elevar la procrastinación a la categoría de arte. Me he visto arrellanado en mi sillón, con las piernas encima del cajón gitano, un par de revistas tiradas en el suelo y un libro sobre el regazo, y me he dicho: caramba, qué hermosa estampa haces, Tito. Me he gustado, qué caramba.

Se me ha ocurrido entonces, que es una pena desperdiciar esta imagen, dejarla pasar sin que tenga difusión; es algo que todo el mundo con cierta sensibilidad artística, aquellos que buscan una experiencia estética, deberían contemplar. Creo que voy a permitir que quién quiera, venga a verme. Pagando una entrada, obviamente.

Se ruega llamar antes.


Leoncio López Ávarez