viernes, 25 de abril de 2014

Busca lo más vital









Esta mañana he tenido una regresión a mi infancia, que por lo visto es bastante normal a partir de los noventa años. Siempre he sido muy precoz. El desencadenante ha sido volver a escuchar, después de un par de siglos, la canción que cantaba el oso Baloo a Mowgli en la película El Libro de la Selva.
Busca lo más vital. Qué jodio oso, cuanta razón tiene.

Busca lo mas vital, 
lo que es necesidad, 
y olvídate de la preocupación. Tan solo lo muy esencial 
para vivir sin batallar, 
y la naturaleza te lo da.

La regresión a mi infancia ha empezado, porque el libro de Rurdyad Kipling en el que se basa la película, me fascinó pese a que lo leí porque era lectura obligatoria en mi colegio. Luego, cuando vi la peli, también la disfruté de lo lindo lo cual no me impidió iniciarme en el inevitable comentario de “no está mal, pero el libro está mucho mejor”.

Doquiera que vaya, 
doquiera que estoy,
 soy oso dichoso soy oso feliz.

Luego, ya dieciochoañero yo, me hice definitivamente fan de la canción, al ver lo bien que la cantaba y bailaba una amiga mía, de singular belleza, cuyo recuerdo está unido indisolublemente a mi época hippie, gloriosa por numerosas razones (la época, no la amiga, aunque también). Y es que la letra es un tratado de filosofía vital, la antítesis de lo que ha sido la obsesión de una generación de agresivos ejecutivos con hambre de comerse el mundo, poderosos yupies y afanados American Psycho. Todos empeñados en hacerse ricos y en ganar mucho sin darse cuenta de que perdían mucho más. La década de los ochenta, sobre todo, fue el delirio para estos workholics (el inglés es obligado) y luego poco a poco se fueron calmando, como si descubrieran de repente que la reducción de la jornada laboral, la vida familiar y las excursiones al campo, también tienen su lado bueno, mucho mejor que el estrés y los dopajes para soportarlo. Algunos lo han descubierto a partir de encontrarse en el paro, y hombre, no es la mejor manera, pero peor es morirse sin haberse dado cuenta.

Busca lo mas vital, lo que has de precisar, pues nunca del trabajo hay que abusar.

La vida es demasiado corta como para tomársela en serio, lo cual no significa que nadie trabaje, ni muchísimo menos, sino que todo el mundo disfrute. Tengo un amigo, bastante oso también, que divide a las personas en “disfrutonas” y en “no disfrutonas”, y tiene toda la razón, es una cuestión de actitud. MI vecino, por ejemplo, es un caso clarísimo de actitud positiva y siempre está de excelente humor aunque no pare de comerse sapos. Su cuñada, en cambio, está todo el día con insufribles problemas, cuando la realidad es que no tiene ninguno, pero da igual porque se los inventa; se inventa dolores, se inventa fatigas, se inventa cansancios, y al final, aunque todo sea mentira, el caso es que la pobre mujer sufre una barbaridad.

Cuando tomas un fruto
 con espinas por fuera 
y te pinchas la mano, te pinchas en vano.

Seamos todos osos dichosos y osos felices y vamos a tomarnos las cosas siempre de forma positiva. Da gusto estar con “disfrutotes”, en cambio, los “no disfrutotes” te amargan.

Es lo que tiene la primavera, que te hace escribir tonterías.






miércoles, 16 de abril de 2014

Y yo, con cara de gilipollas.








Esta mañana me he levantado como todos los días, pero al mirarme en el espejo he descubierto que tenía una cara de imbécil impresionante. Madre mía, me he dicho a mí mismo, lo de hoy es ya para nota. Luego he estado a punto de deprimirme, pero mi gran autoestima preparada para soportar situaciones de auténtica humillación, ha conseguido salvarme una vez más. No hay nada como tener un ego a prueba de todo, para afrontar la vida cotidiana que se empeña siempre en empequeñecerte.
He bajado a desayunar a la cafetería de la esquina y para mi sorpresa, Damián, el camarero de por las mañanas, tenía la misma cara de imbécil que yo. Un consuelo; espero que él también tenga la autoestima bien alta para evitar mayores sufrimientos.
Cuando he ido a comprar el periódico, mi quiosquero  me ha mirado con una expresión tan exageradamente bobalicona que me ha dado pena, y eso que parecía el más listo de todos los que estaban en ese momento allí. Sí, hoy, todo el mundo se ha levantado con cara de lelo, que es como levantarse con cara de gilipollas, pero casi peor. Luego he visto en la portada de un periódico la explicación al fenómeno,  en un  titular en cuerpo 14:

LA RECUPERACIÓN VA SOBRE RUEDAS.

Debajo del titular aparecían todas las declaraciones, que hizo ayer en Elche, Fátima Báñez, que es la persona que más información tiene sobre empleo en España, y por tanto sabe lo que dice, y lo que dice es que “España lidera la bajada del desempleo en Europa”, que “por primera vez desde la crisis, uno de cada dos nuevos parados menos en Europa es Español”. ¡Viva! Sigo: “HA SIDO una crisis económica dura, pero ahora estamos en un momento diferente en el que empieza la recuperación”. Y continúa sin cortarse un pelo: “España ha pasado de ser el epicentro de todos los problemas de Europa a ser el país que da estabilidad al Euro desde el sur”.  Y luego, por si todo eso no fuera suficiente para dejar bien claro que nos toma a todos los españoles por gilipollas, ha declarado que “tenemos el privilegio, junto a Japón, donde más crece el empleo. Esa es la nueva realidad española”. Para terminar, ha reclamado que tengamos “más confianza en España y más confianza en la sociedad, porque en el último año, y ahí están los datos de Eurostat, España lidera la bajada del desempleo en Europa”.
Luego, Alberto Fabra ha dado las gracias a la ministra y a Rajoy  por “tener el coraje y el valor de sacar adelante la reforma laboral… que ha propiciado la creación de puestos de trabajo, no escuchando a aquellos que no quieren que las cosas cambien por beneficio propio” (¿?).
No me extraña la cara que teníamos todos hoy al levantarnos. Sobre todo porque en el mismo periódico venía la noticia de que Eurostat sitúa a Andalucía, Ceuta, Melilla, Canarias y Extremadura, como las cinco regiones que sufren mayores tasas de paro de toda Europa. En todas estas regiones el desempleo supera el 33% de la población, algo que sabrá la Ministra de empleo, digo yo. Pero es que Castilla-La Mancha y Murcia completa la presencia española entre las 10 peores regiones de Europa. Es decir, tenemos SIETE regiones dentro de las diez regiones europeas con mayor tasa de desempleo. Las otras tres, ya por curiosidad, son Macedonia Occidental, Macedonia Oriental y la isla de Reunión de Francia, que a saber dónde está.
La alegría de la ministra de empleo, no es porque sean verdad las cosas que dice a bombo y platillo, sino porque piensa que todos somos gilipollas y nos las creemos. Bueno, parece que Fabra sí se lo ha creído, a ver si…





jueves, 10 de abril de 2014

Muerte natural







Hacía ya bastante tiempo que quería escribir sobre la muerte, y precisamente hoy, que está lloviendo a mares, se me ha ocurrido que era el momento. Ya que no puedo salir a broncearme a la piscina voy a escribir sobre la muerte, me he dicho.[1]
El doctor Jigoro Kano, a finales del siglo XIX inventó el Judo. Se basó en diferentes métodos de autodefensa utilizados por los samuráis  y antiguas escuelas de combate, pero sobre todo, se basó en la observación de la naturaleza. Dicen, o al menos, eso me dijeron a mí cuando empecé a practicar este deporte,  que la idea se le ocurrió caminando por un jardín un día en que había caído una gran nevada; se fijó en que había ramas que aguantaban, inclinadas,  el peso de la nieve, mientras otras estaban tendidas en el suelo, rotas, por no haber podido soportarlo. Solo sobrevivían a la gran nevada las que eran flexibles, las que se adaptaban al peso, pero las que se resistían y trataban de permanecer rígidas, indefectiblemente se rompían. Un sufrimiento para el árbol. De la misma forma, el judo, aprovecha la fuerza del contrario para salir airoso de su ataque, que es lo que quería decir antes de irme por las ramas.
Pues bien, esta enseñanza del doctor Jigoro Kano es algo que todos deberíamos tener muy presente en un asunto tan importante como es la muerte, y sobre todo deberían tenerlo muy presente los médicos. Cuando la muerte llega como esa nevada repentina, lo mejor que podemos hacer es aprovechar su impulso para salir airosos del trance sin quebrarnos. No tiene sentido mantener constantemente la idea de que la muerte es un enemigo contra el que hay que luchar, pues llegado un momento (que todos sabemos reconocer), se convierte en una lucha tan desigual que además de patético, resulta terriblemente  doloroso.
En general, podemos decir que la actitud que ancestralmente hemos mantenido los seres  humanos ante la certeza de la muerte es una actitud equivocada; nunca la hemos tomado como parte del proceso en el que involuntariamente  nos hemos visto involucrados, afrontándola como una condena ajena al hecho de vivir, y en muy pocas culturas se ha aceptado con la naturalidad que merece el momento. Curiosamente, nos pasa lo mismo con el sexo, que tampoco nos lo tomamos, a mi modo de ver, con el talante adecuado, y siempre le hemos dado mil vueltas con algún fin extraño. Hay que ver, que gran error, pues en ambos casos lo único que hemos conseguido es allanar el camino al sufrimiento.
En fin, sé que debería añadir algo más, pero ha dejado de llover y me han entrado unas ganas irresistibles de salir a corretear.
Como colofón, diré que en mis años mozos era cinturón marrón de judo, pero espero tener las habilidades de cinturón negro en el momento más apropiado para lucir ese color.





[1] Este artiblog fue escrito hace más de un año, y por lo que se ve, estaba lloviendo, circunstancia que he respetado ahora que lo he rescatado del archivo de escritos inútiles.







jueves, 3 de abril de 2014

Desayuno con cruasanes





Tras una noche de borrachera se despertó hablando en francés. Mais qu’est ce qu’il pase?, se dijo nada más abrir los ojos. Teniendo en cuenta que jamás había salido de Logroño, su ciudad natal, y que nunca había estudiado ningún idioma, el hecho resultaba de lo más chocante. Je ne comprendre rien. Se repitió de nuevo, con un dolor de cabeza que le atenazaba el cráneo. Decidió que lo mejor era seguir durmiendo la mona y esperar que todo fuera parte de una pesadilla.
No le resultaba fácil conciliar de nuevo el sueño, pues es imposible evitar tener pensamientos antes de caer dormido, y los pensamientos que tenía eran en francés. No sólo pensaba hablando en su interior un excelente y fluido francés, sino que además las imágenes que le venían a la cabeza pertenecían a lugares de Francia en los que no había estado jamás.
Intentó pensar en Logroño y apenas le venían recuerdos. Encendió la luz para comprobar que estaba en el dormitorio de siempre, en el que había dormido desde que se independizó de sus padres, y efectivamente, ahí estaba. Este detalle lo tranquilizó, pero sólo en parte, pues seguía sin poder expresarse en español. Volvió a apagar la luz y trató de pensar solo en imágenes, sin palabras, como si estuviera en una película muda, para no tener que utilizar ningún idioma. Hasta extrajo de su memoria una música para que el silencio no fuera absoluto. La música que le vino a la cabeza era una canción de Charles Aznavour, la boème. Se sabía la letra de memoria, por lo que pudo comprobar. Inmediatamente su consciente la rechazó y mandó trabajar a su subconsciente para que buscara otra música, sin letra esta vez. Le vino a los oídos una melodía que reconoció que estaba interpretada por la Orquesta Opal Sinfonietta, de Boulogne-sur-Mer. Inmediatamente acudieron a su mente imágenes de esa hermosa ciudad al borde del Canal de la Mancha. Reconoció la Porte des Dunes, la columna de Napoleón, sus calles, la Atalaya, y por supuesto la playa.
El despertador sonó. Era su despertador de siempre. A pesar de la resaca se levantó, fue al cuarto de baño, su cuarto de baño, y se aseó como todos los días. Se fijó en que todos los productos de aseo eran de marca francesa lo cual ya no le parecía tan extraño. Se vistió y se fue a trabajar.
No le sorprendió en absoluto ver que entraba en un edificio de oficinas de la Rue Sant Paul, en Boulogne sur Mer y que todo el mundo le saludó en francés.
De Logroño no volvió a acordarse nunca más.