Tras una noche de borrachera se despertó hablando en
francés. Mais qu’est ce qu’il pase?, se dijo nada más abrir los ojos. Teniendo
en cuenta que jamás había salido de Logroño, su ciudad natal, y que nunca había
estudiado ningún idioma, el hecho resultaba de lo más chocante. Je ne
comprendre rien. Se repitió de nuevo, con un dolor de cabeza que le atenazaba
el cráneo. Decidió que lo mejor era seguir durmiendo la mona y esperar que todo
fuera parte de una pesadilla.
No le resultaba fácil conciliar de nuevo el sueño,
pues es imposible evitar tener pensamientos antes de caer dormido, y los
pensamientos que tenía eran en francés. No sólo pensaba hablando en su interior
un excelente y fluido francés, sino que además las imágenes que le venían a la
cabeza pertenecían a lugares de Francia en los que no había estado jamás.
Intentó pensar en Logroño y apenas le venían
recuerdos. Encendió la luz para comprobar que estaba en el dormitorio de
siempre, en el que había dormido desde que se independizó de sus padres, y efectivamente,
ahí estaba. Este detalle lo tranquilizó, pero sólo en parte, pues seguía sin
poder expresarse en español. Volvió a apagar la luz y trató de pensar solo en
imágenes, sin palabras, como si estuviera en una película muda, para no tener
que utilizar ningún idioma. Hasta extrajo de su memoria una música para que el
silencio no fuera absoluto. La música que le vino a la cabeza era una canción
de Charles Aznavour, la boème. Se sabía la letra de memoria, por lo que pudo
comprobar. Inmediatamente su consciente la rechazó y mandó trabajar a su
subconsciente para que buscara otra música, sin letra esta vez. Le vino a los
oídos una melodía que reconoció que estaba interpretada por la Orquesta Opal
Sinfonietta, de Boulogne-sur-Mer. Inmediatamente acudieron a su mente imágenes
de esa hermosa ciudad al borde del Canal de la Mancha. Reconoció la Porte des
Dunes, la columna de Napoleón, sus calles, la Atalaya, y por supuesto la playa.
El despertador sonó. Era su despertador de siempre. A
pesar de la resaca se levantó, fue al cuarto de baño, su cuarto de baño, y se
aseó como todos los días. Se fijó en que todos los productos de aseo eran de
marca francesa lo cual ya no le parecía tan extraño. Se vistió y se fue a
trabajar.
No le sorprendió en absoluto ver que entraba en un
edificio de oficinas de la Rue Sant Paul, en Boulogne sur Mer y que todo el
mundo le saludó en francés.
De Logroño no volvió a acordarse nunca más.
La Bohème, d'abord
ResponderEliminarMejor Desayuno con Croissants que Desayuno con Diamantes, que le habría tocado recoger cartones en el Bronx y lo mismo las almorranas le habrían sangrado al cagar las gemas.
Además le habría salido un spanglish macarrónico de mara centroamericana y el cuerpo lleno de tatuajes
d'acord, La Bohème d'abord
ResponderEliminarMontmartre semble triste et les lilas sont morts. La bohème, la bohème, on était jeunes, on était fous....
ah qué tiempos, mon ami...
ese ha sido siempre mi sueño: desperatarme un dia hablando otro idioma a la perfeccion. Claro sin perder el español.
ResponderEliminarClaro, porque si pierdes el español, sigues igual que antes pero en francés...
Eliminar¿Y qué licor es ese con el que, tras abusar un poco de él, te levantas con idioma, casa y trabajo? Porque, por más que releo el texto, no lo encuentro. Y tal como está el tema no cierro las puertas a nada, ni aún siendo alérgico al alcohol.
ResponderEliminarAbsenta. Pero tienes que beber litros y litros con un libro de Rimbaud a tu lado. Para que funcione el sortilegio el libro no puede ser digital.
EliminarSi lo intentas y funciona, no dejes de decírmelo.