lunes, 28 de mayo de 2012

¡País!


Que nadie diga que en este país la justicia no funciona y mucho menos poner en duda la profesionalidad y entrega de sus representantes. Si os parece poco el ejemplo de dedicación que ha dado el presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo (ahí es nada), capaz de sacrificar su merecido descanso de fin de semana para atender asuntos propios de su cargo lejos de su hogar (nada menos que a Puerto Banús se tuvo que ir el pobre hombre, y 20 veces, que se dice pronto), ahora un nuevo caso pone en evidencia la eficacia y tino de nuestras instituciones judiciales, o como diablos se denominen los negociados encargados de repartir justicia. Hoy, por fin, se sienta en el banquillo Javier Krahe para ser juzgado por un delito (presunto, de momento presunto delito y mira que es evidente su culpabilidad) contra los sentimientos religiosos.
Antes de continuar, debo exponer un ligero estupor (que sin ser grave, chincha lo suyo), que me invade al leer la noticia: el delito se tipifica como “ofensa contra los sentimientos religiosos”. ¿Ofender sentimientos es delito? Bueno es saberlo, porque yo me sé de algún sinverguenza que se puede agarrar a esto para empezar a poner demandas a diestro y siniestro.
Pues bien, como decía, se trata de un video realizado en 1978 y que se emitió en 2004 (como imagen de fondo, mientras le hacían una entrevista, por lo visto), en Canal Plus. En el video se daba una receta para cocinar un cristo para dos personas, aunque es bien sabido que donde comen dos, comen tres, por lo que la cosa es aún más grave. Le piden una fianza de 192.000 €, cantidad a todas luces justa, incluso un poquito corta, por atreverse a blasfemar en público.
El demandante es El Centro de Estudios Jurídicos Tomás Moro, que no deja pasar una, y me parece bien. Su labor consiste, no en dar de comer a los pobres, sino en perseguir ateos, blasfemos y criaturas de peor calaña que supongan una amenaza para lo sagrado. Supongo que incluirán dibujantes que se atreven a realizar representaciones caricaturizadas de la divinidad. Esta organización, según proclaman, tiene como fines la defensa de la dignidad de la persona, de la familia y de los derechos humanos, y en especial la protección del derecho a la vida del nasciturus y del embrión humano. Pues eso.
Le he comentado la noticia a un amigo mío (que yo no sabía que fuera así de mala persona) y me ha contestado con insolencia: si no quieres que se rían de tus creencias, no tengas creencias que dan risa.
Estoy pensando en demandarle porque ha herido mis sentimientos religiosos.

martes, 22 de mayo de 2012

Amor sin entropía


Os voy a contar una historia que de haberme sucedido a mi, no tendría ningún recuerdo de ella, por lo que difícilmente podría contarla. Demos gracias al destino, por tanto, de que hayan sido otras personas las protagoniestas, para que yo pueda explicar qué les pasó.
Ana y Luis se conocieron como se conocen casi todas las parejas, en casa de unos amigos comunes. Luego coincidieron de nuevo en otra fiesta y se dieron cuenta de que eso de volver a verse estaba muy bien, con lo que quedaron una tercera vez, esta vez solos. Fue una tarde estupenda y se lo pasaron de lo lindo. A la siguiente semana, Ana  se iba con sus padres a la Costa Brava a pasar unos días de vacaciones, y para marcharse con algo en qué soñar, volvió a ver a Luis y esta vez sí que se lo pasaron verdaderamente bien. Decidieron que mientras durara su separación, todas las noches miraría cada uno una estrella, y si notaban algo especial, es que ambos estaban contemplando la misma. A pesar de que es casi imposible, siempre coincidían, lo que demuestra (de una forma poética) que estaban hechos el uno para el otro. Si te ocurre algo así, es evidente que el siguiente paso es contemplar las estrellas juntos todas las noches que puedas, y eso es justo lo que se propusieron. Primero se hicieron novios, luego vivieron juntos sin casarse y más tarde siguieron viviendo juntos casados.

Un buen día, Luis pensó que estaban mucho mejor solteros, por lo que se divorciaron aunque siguieron viviendo en la misma casa, más enamorados, por cierto, que cuando estaban casados. Más adelante a Ana se le ocurrió que no había nada como la vida de novios, algo con lo que estaba plenamente de acuerdo Luis; entonces cada uno se fue a vivir por su cuenta. Se veían casi todos los días y cuando podían, se quedaban a dormir juntos, muy pegaditos uno al lado del otro, enamoradísimos y contemplando la estrella más hermosa que tuvieran sobre sus cabezas. Se sentían dichosos de compartir aquellos momentos tan especiales. Y de repente, Ana se marchó a la Costa Brava una semana con sus padres y todas las noches, antes de dormir, elegía una estrella para comprobar que era la misma que estaba mirando Luis. Y sí, era la misma. Estaba claro que estaban hechos el uno para el otro. Volvieron a verse a la siguiente semana y se lo pasaron muy bien. La siguiente vez que se encontraron, cenando en casa de unos amigos comunes, se dieron cuenta nada más mirarse a los ojos de que sus vidas tenían que transcurrir juntas.

Después no volvieron a verse nunca más y jamás se echaron de menos. 

martes, 15 de mayo de 2012

Contexto


No encajo, ya no encajo aquí. Esta frase demoledora se la escuché el otro día a un anciano que se veía en las últimas. Probablemente era una visión acertada pues la dijo mientras le transportaban en camilla por los pasillos de un hospital. Ignoro si iba o venía, qué más da, el caso es que el hombre, en lugar de quejarse de que le dolía la próstata o el bazo, se lamentaba porque ya no se veía “encajado”. Era una forma de decir que sobraba, que ya no había sitio para él.
Claro, todos tenemos un lugar que ocupamos con plenitud de derechos pues la vida nos ha llevado hasta ahí, y ahí estamos, en el sitio que nos corresponde. Es nuestro lugar y nadie lo pone en duda, pero los lugares, como todo, están sometidos a las leyes de la naturaleza, y una de las primeras (he estado a punto de decir la primera, pero odio ser taxativo), es que nada es eterno. Ese lugar tarde o temprano desaparece, y la persona que lo ocupaba, de repente se queda suspendida en el aire, sin sitio donde poner los pies, y entonces desaparece también.
Tiene que ser duro. Después de tantos años (tantos que uno se llega a acostumbrar), ocupando un sitio, resulta que llega un momento en que una fuerza irresistible te expulsa de ahí, como si fueras un pipo de cereza, inútil y molesto. 
La cosa es así: todos, personas, animales y cosas, nos encontramos en un contexto. Mi abuela, por ejemplo, tenía un contexto formado por mi tía, mi madre y yo mismo, como elementos principales. ¿Qué hubiera sido de mi abuela si los tres nos hubiéramos ido a Australia? Se hubiera quedado sin contexto y de ahí a desaparecer, sólo hay un paso. Pues bien, sin llegar al extremo de irse a Australia, esto es algo que está sucediendo todos los días. Según envejecemos nos vamos quedando sin contexto, que es tanto como decir que nuestro lugar en el mundo desaparece. Llega un momento en que no “encajamos”.
También puede ocurrir lo que me ha pasado a mí esta mañana, que he descubierto que ocupo dos lugares, tengo dos contextos distintos y bien diferenciados. Me he dado cuenta al entrar en Internet buscando noticias sobre el 15M. De repente me he visto a mí mismo en la Puerta del Sol. Estaba siendo desalojado por dos policías que me llevaban en volandas. Todos muy tranquilos, eso sí, sin ofrecer yo resistencia y los otros a lo suyo pero sin mostrarse violentos. Me ha complacido ver mi serenidad y aplomo, dominando (es un decir) la situación. Luego el video se ha cortado por lo que ignoro qué me habrá pasado, pero conociéndome, sé que no ha llegado a mayores. Además la noticia era de hace un par de días, y dado que ahora no me noto nada raro, deduzco que en mi otro contexto sigo estando bien, en mi sitio. Eso es lo importante.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Pregunta



¿Qué prefieres, sorpresa o costumbre? La sorpresa es aventura, descubrimiento, de alguna forma también es ruptura y desde luego, forma parte ineludible de las primeras etapas de cualquier ser vivo, ya que al principio todo es nuevo y por tanto, sorprende. La costumbre es lo que viene después, aunque no en todos los casos está presente de la misma forma. La sorpresa supone un esfuerzo, mientras que la costumbre es cómoda. Pero no nos engañemos, no todo en la sorpresa es deseable, también entraña riesgos. No es necesario decir que hay sorpresas extremadamente desagradables. Ahí está la aventura. En cambio la costumbre es seguridad, pero eso sí, una seguridad extremadamente aburrida, y desde luego, no siempre deseable. Por eso la pregunta formulada al principio admite todo tipo de respuestas: los hay que sin pensárselo dos veces dicen que sorpresa, otros, con la misma rapidez, que costumbre, y luego están los que tardan en contestar y al final lo hacen  sin estar demasiado convencidos de su elección (da igual la respuesta), lo que con toda probabilidad les llevará a no estar a gusto en una vida dominada por la costumbre, pero se ven incapaces de buscar otra que abra la posibilidad a la sorpresa.
Una lástima, sí, pero este grupo tienen muchos afiliados, pero no es por ahí por donde quería conducir yo mis reflexiones, en el caso de que a esto se le pueda llamar reflexión, que no estoy muy seguro. A veces pienso que las reflexiones para ser tales, han de tratar sobre asuntos extremadamente serios y trascendentales, y otras veces en cambio, creo que se pude reflexionr sobre cualquier memez, y  no por eso deja de ser reflexión. No sé, tendré que reflexionar sobre el asunto.
A donde quería llegar yo es a lo siguiente: es evidente que no todos los seres humanos somos de la misma forma, pero tambien es evidente que los esfuerzos de unos benefician a la totalidad, y si hemos avanzado, y aquí está por fin el quid de la cuestión inicial, es gracias a congeneres nuestros que preferian la sorpresa a la costumbre. De hecho, la labor del investigador es la busqueda constante de la sorpresa. Los grandes pensadores lo son porque han soprendido con sus conclusiones. Las innovaciones en el arte, sin las cuales el arte sería un cadáver fosilizado, se debe a los artistas que no se conforman con el canon establecido y a riesgo de perder su seguridad, rompen los moldes buscando… algo sorprendente.
El conservadurismo, la tradición la herencia…. La ruptura, el cambio, la evolucion.
En fin, no quiero sacar ninguna conclusión, eso sería reflexionar demasiado. O no, pues todo esto tiene pinta de ser una gran memez.