Siempre he creído que la mayor tontería que han hecho
los americanos en toda su historia, que tampoco es tan larga porque me refiero
a los estadounidenses, fue la promulgación de la ley seca y todo lo relacionado
con ella. Y no me equivoco, ésa fue objetivamente una de las peores ideas
del siglo XX, tanto por los
motivos que la propiciaron como por sus consecuencias, sobre todo porque entre
ellas no es posible encontrar ninguna que fuera beneficiosa para el pueblo
americano. Eso sí, al crimen organizado le vino de maravilla, pues lo
fortaleció, amplió y en definitiva consiguió que fuera su momento de mayor
esplendor.
Sin embargo, de la misma forma que tengo clarísimo
cuál ha sido la idea más tonta, no consigo encontrar cuál ha sido la más
brutal. No quiero ofender a los Estados Unidos, es un país que tiene excelentes
cualidades y multitud de cosas buenas que los demás deberíamos copiar, pero
también cuenta con un lado oscuro que
es para echarse a temblar y es, lo siento, precisamente del que quiero
hablar. Naturalmente todos los países a lo largo de su historia cuentan con
sucesos de los que avergonzarse, la mayor parte cometidos cuando más poder
tenían, y más fuertes eran. ¿Por qué será? La pregunta es pura retórica,
naturalmente, pues la respuesta es evidente.
Todo esto viene a cuento por una foto que vi el otro
día hojeando un libro de fotografías antiguas. Se trataba de una montaña de
cráneos de bisonte cuya dimensión se podía apreciar por la presencia de un par
de figuras humanas, minúsculas entre tanto hueso. La única razón por la que los
bisontes no se extinguieron a finales del siglo XIX es por la enorme cantidad
que había, no por la falta de empeño en sus aniquiladores. Fue el mismísimo
ejercito de los estados unidos el encargado de la masacre en la década de 1870,
momento en que fue tomada la fotografía, aunque ya antes se había reducido
peligrosamente el número de ejemplares, exactamente desde que llegaron los
colonos.
¿Por qué esta persecución de forma masiva a un animal
que no había hecho nada, ni se había metido con nadie? La razón es aún más
bestia que la matanza en si: para
acabar indirectamente con los indios, que se alimentaban y vestían gracias al
bisonte. Si desaparecía el bisonte desaparecía el indio, una demostración de la
lógica aplicada al mal.
El bisonte vivía en grandes manadas a lo largo y
ancho de todas las planicies del norte de México, los Estados Unidos y Canadá,
ocupando territorios desde las Montañas Rocosas al oeste hasta los Apalaches al
este y desde los grandes lagos de Canadá hasta México. La cacería en plan
masivo del bisonte se inició con la llegada de los ingleses a la costa este,
por el valor de su piel, y provocó que grandes tribus nativas se desplazaran a
otros territorios, lo cual fue la inspiración para actuaciones posteriores.
En contraposición, el indio americano respetaba
profundamente al bisonte y lo veneraba por sus cualidades, y no nos vamos a
engañar, por todos los beneficios que aportaba. Sabemos que había cazadores
indios que respiraban el último hálito del bisonte cazado como postrera señal
de agradecimiento, admiración y a mi modo de ver las cosas, de afecto, pues
tiene que haber mucho afecto para respirar el aliento de un moribundo. Y desde
luego jamás cazaban una pieza que no se fueran a comer, sobre todo porque no
sabrían qué hacer con el cadáver. Se estima que antes de la llegada de los
europeos al continente, había entre 60 y 100 millones de bisontes ocupando
todas las praderas disponibles. En el año 1890 quedaban 750 ejemplares.
Actualmente es una especie en recuperación en varios parques naturales
como Yellowstone y otras reservas,
y también en granjas de explotación para consumo de su carne, pues además de su
valor nutritivo, tiene menos grasa y menos colesterol, aunque a juzgar por lo
que yo he visto comer a los americanos, el colesterol no parece figurar entre
sus grandes preocupaciones.
En cualquier caso, un saludo al amigo bisonte que se
ha librado por los pelos de desaparecer, y al que los primeros
conquistadores españoles que
llegaron a las grandes praderas, llamaban cíbolos. Bonito nombre.