viernes, 18 de marzo de 2022

Somos troncos

 



Según he leído recientemente, existen cinco fases diferenciadas del sueño. Aunque para lo que voy a decir sólo me interesa un momento determinado de cuando estamos dormidos, voy a describir rapidísimamente las cinco etapas porque nunca viene de más saber lo que nos pasa durante la tercera parte de nuestra vida. Nada menos.

Fase uno o etapa de adormecimiento. Esta parte mola mucho, es cuando notas que se te están cerrando los ojitos irremediablemente. Mola aunque a veces te ocurra en el momento menos apropiado. A todos nos ha pasado. 

Fase dos, de sueño ligero. Es la que más dura, aproximadamente la mitad del sueño total. A pesar de que la llamen, sueño ligero, puede ser extremadamente profundo. Nuestras pulsaciones bajan una barbaridad, tanto que el cerebro tiene dificultades para contactar con el cuerpo. Cuando esto sucede, envía un impulso para confirmar que ese cuerpo que continuamente está controlando y que ahora parece que se le va, sigue estando ahí y que no pasa nada. Esto resulta escalofriante, pero es así. La repentina sensación que tenemos dormidos de que caemos por un abismo (soñar que caemos), sucede en ese preciso instante. Da miedo, pero el respingo que sufrimos al precipitarnos por el hueco del ascensor onírico, nos salva la vida.

La fase tres dura muy poquito, entre dos y tres minutos, y es la fase de transición al sueño profundo, por lo que yo la llamo la fase chorra.

La fase cuatro, es, como ya he adelantado, de sueño profundo o fase delta. Ocupa el veinte por ciento del sueño total y es muy importante porque es la etapa reconstructiva del sueño. Es cuando nos reponemos, nuestro cerebro se recupera del cansancio del día. También es cuando se secretan las hormonas del crecimiento y otras similares para curar músculos y reparar los daños que se encuentren por los tejidos, y ya que están, supongo que atenderán otros pequeños problemillas que siempre aparecen en un cuerpo que ha estado dieciséis horas danzando por el mundo.

La fase cinco, que todo el mundo conoce, incluso yo, antes de enterarme de todo esto porque no consigo dormir bien, es la fase REM, que es cuando se producen los sueños. Sin duda es la fase más divertida, sobre todo con determinados sueños.

Toda esta introducción me sirve para que todos seamos conscientes de que si el cerebro se desconecta totalmente del cuerpo (fase dos), y luego no se vuelve a conectar de nuevo, el resultado es que palmamos sin darnos cuenta. Así: plas. Esa noche nos quedamos sin fase REM, mala suerte. A cambio nos morimos plácidamente, sin enterarnos, y eso, según en que momento de la vida te pille, es estupendo.

Y ahora viene lo bueno. Como hemos visto, dormir es morir un poquito, es un tiempo que para todos los efectos no cuenta y despertar es como si resucitáramos. Todos los días morimos y todos lo días resucitamos a golpe de despertador.  No lo tenemos interiorizado, pero es así. Por otro lado, cualquier médico, psicólogo, terapeuta y gente bien informada, dicen que lo más importante para vivir bien, es dormir mejor. Es decir, para llevar una vida sana es preciso que su opuesto, morir durante unas horas, se produzca de forma regular y sin tropiezos. Es algo así como si para que nos quede dulce el pastel, le tuviéramos que añadir cada cierto tiempo una cucharadita de sal.

Cuanto mejor morimos por la noche, mejor viviremos por el día. Esta es la conclusión contradictoria que me está obsesionando últimamente, pero me obsesiona mucho más lo de soñar que me caigo por un abismo.  Nunca me ha resultado completamente placentero, pero ahora que sé que se trata de una llamada angustiosa de mi cerebro para ver si su cuerpo (el mío, yo) sigue ahí, es mucho peor. Seguro que cuando me ocurra y me venga esa visión de caída por un precipicio, me la pego irremediablemente contra el suelo. Verás.



Leoncio López Álvarez


viernes, 11 de marzo de 2022

Apocalítico desintegrado




Cuando sucede algo bueno, muchas personas dicen "gracias a Dios".  ¿Cuál es la fórmula homóloga de responsabilidad divina para cuando aparece la catástrofe? Ahora podría decirse, desgracias a dios, estamos en guerra, o a dios desgracias, ha subido la electricidad una barbaridad. Sin embargo esas expresiones no existen, lo que demuestra un partidismo considerable en los que creen en la Divina Providencia. 

Así da gusto, si solo te achacan las cosas buenas y de las malas ya se buscará a otro responsable, puedes estar tranquilo en tu pedestal. Eso les pasa a los dioses, y también a los líderes terrenales. Al menos a los líderes terrenales dictadores, que, por cierto, necesitan la colaboración de la ceguera de sus seguidores, porque si no, tampoco. Como los propios dioses.

Iba a decir que los grandes imperios han nacido a partir de grandes líderes con seguidores obedientes (se puede ser obediente por muchas razones, el miedo es la más extendida), pero como tengo mis dudas no lo digo. Pero hay algo que sí tengo claro, mejor dicho, clarísimo: la democracia no es consustancial al ser humano, o dicho de otra manera, la democracia es antinatural. A los hombres, como a los chimpancés (y a los ciervos, búfalos, leones...) les va más el orden totalitario. Un líder incuestionado, el macho alfa sin competidor (ejemplo Putin). 

La democracia es un sistema de organización social muy sofisticado, demasiado sofisticado para mentes simples. Duele reconocerlo, pero admitámoslo, en conjunto nos comportamos como una gigantesca mente simple. Esto no es óbice, cortapisa o valladar, como decía un profe que tuve, para que individualmente se puedan observar destellos deslumbrantes de genialidad.

¿Dudas? Basta con observar cualquier grupo de guasap, en los que siempre aparecen opiniones que son dictados, o cualquier ciudad, comunidad autónoma, país (nuestro parlamento es un triste ejemplo), continente y, ya puesto, planeta habitado por humanos, para darnos cuenta de que la democracia nos resulta desconocida.

Y ahora estamos en el mejor momento de nuestra historia, porque las democracias, totales o no, que nunca son totales, son de reciente implantación.

Cuando las guerras decididas e iniciadas por el macho alfa correspondiente se libraban a base de mamporros, eran dolorosísimas pero no ponían en peligro la supervivencia del planeta. Ahora, sin que haya evolucionado la mente de los machos alfas, si lo ha hecho la forma de darnos mamporros, y las guerras además de dolorosísimas, ponen en peligro la supervivencia de todos. Aunque no haya ninguna bomba atómica, el hundimiento de la economía global es suficiente para asolar todo el planeta. 

Dicen que durante la guerra, los políticos ponen las armas, los pobres ponen el hambre y los ricos ponen la comida; después de la guerra los políticos recuperan las armas, los ricos hacen negocio y se hacen más ricos y los pobres, cuyo número ha aumentado estrepitosamente, siguen poniendo el hambre.

Soy consciente de la ausencia de unidad en lo que estoy diciendo y de que voy de un lado para otro como gallina sin cabeza, pero es así como me siento. Llevo unos días que me miro en el espejo y me veo con plumas pero sin cabeza; no me conozco, estoy apabullado por todo lo que está ocurriendo.  Mi cerebro aún no ha asimilado la nueva realidad pero intuye que va a ser cada día peor y eso me produce un intenso desasosiego. Miro hacia adelante y me da escalofríos lo que veo. Miro hacia atrás el último par de años y, siendo una mierda, sé que lo que nos espera va a ser peor. 

He llegado a pensar que lo que me ocurre es que he cogido la Covid, y que en mi caso se manifiesta con unos síntomas así de raros. También puede ser que estoy sufriendo las primeras manifestaciones de una enfermedad nueva. Si alguno de vosotros también notáis lo mismo, ya no hay duda: es una nueva pandemia. Lo que nos faltaba.


Leoncio López Álvarez



miércoles, 2 de marzo de 2022

Malos tiempos para todo



Vivimos tiempos difíciles. Esta es la frase más repetida últimamente, lo que puede indicar que tal vez sea cierto y los tiempos que estamos viviendo sean difíciles. Siempre, en todas las generaciones, nos hemos ocupado de que haya un suceso que convierte la existencia en algo difícil, muy difícil, incluso insuperable. En la naturaleza del ser humano, va implícito ser inhumano. Los de mi generación pensábamos que nos íbamos a librar, pero todo parece indicar que también nos vamos a llevar lo nuestro. 

He oído por algún lado que a lo mejor Putin, con ánimo de amedrentar, hace explotar una bomba nuclear de baja intensidad lejos de cualquier población, de modo que no haya ninguna baja. Algo así, como el pistolero que primero avisa disparando al aire. Siempre he pensado que esa bala perdida en el cielo, en algún momento tendrá que caer y, a lo mejor, lo hace sobre un señor que paseaba tranquilamente a su perro y lo mata. Al perro o al señor, pero lo mata. Pues si eso pasa con una bala no quiero imaginarme qué puede pasar con una bomba nuclear disparada así, al aire, sin querer dar a nadie.

El analista político que lo dijo, puso el Mar Negro como posible lugar para hacer la baladronada, pero digo yo, que aunque no mate a nadie y sea de pocos megatones, algo sí matará: besugos, sardinas, algún barco pesquero..., todo lo que pille en ese momento, por no hablar de la contaminación radiactiva.

Si hace eso, el analista político, preguntado por la moderadora del programa, no sabía qué podía pasar a continuación. Claro, así es muy fácil conjeturar con hipótesis descabelladas, me dije yo, y luego pensé que ahora, cualquier hipótesis descabellada, puede ser una hipótesis cabal.

En este mismo programa de radio, otro periodista, también analista, comentó con cierto alivio que mientras todo quedara en eso, en un misil atómico sin ánimo de matar,  que bien íbamos. Parece que el pesimismo en tiempos normales se puede considerar optimismo en tiempos extremos, y que cuando no hay buenas noticias, tenemos que alegrarnos con las malas. 

Que siga habiendo noticias ya es una buena noticia, pues significa que seguimos vivos, aunque la conocida frase "no news good news!" diga justo lo contrario. Yo ya no sé a qué atenerme, lo único que tengo claro es que siempre, en todos los momentos de la historia, aparece alguien que se encarga de hacer la vida imposible al resto.

Esto me lleva, sin querer, a la película 2001: una odisea del espacio, que empieza con un mónido, predecesor nuestro, haciendo el bestia. Y así seguimos. En la película, en lugar de aparecer luego la nave Discovery evolucionando a ritmo de vals por el espacio, tenía que haber continuado con el mismo mono, vestido con traje y corbata machacando los huesos, los mismos, de sus congéneres. De este modo, la mayor elipsis de la historia del cine estaría más ajustada a la realidad.





Leoncio López Álvarez