Siempre que encuentro algo sobre mecánica cuántica lo leo a sabiendas de que no voy a entender absolutamente nada. Richard Feynman, premio Nobel de Física en 1965, exequo con otros dos colegas, dijo que le habían dado el Premio por unas teorías que ni él mismo conseguía comprender. Sería impensable que alguien que hace este tipo de declaraciones no sea además un excelente divulgador. Feynman lo era, por supuesto. Normalmente, los buenos divulgadores tienen un sentido del humor muy desarrollado, mientras que los malos, aún poseyendo los mismos conocimientos, o tal vez más, que los buenos, no lo tienen y sus escritos resultan pesadísimos.
La mecánica cuántica explicada sin fórmulas matemáticas es de las lecturas más entretenidas que existen, tienen una imaginación desbordante. Naturalmente, su estudio es harina de otro costal; una cosa es leer teorías y otra muy diferente estudiarlas, comprenderlas y elaborarlas.
A mí, la mecánica cuántica me parece respecto de la física, lo que la mitología respecto de la historia. Son historias fantásticas que no se puede creer nadie, pero que contienen una lógica tan ilógica, que resultan fascinantes. Por ejemplo: ¿es o no es fascinante que dos partículas que están separadas años luz puedan comunicarse? ¿Increíble, verdad? Pues será increíble pero ha sido comprobado en diferentes laboratorios, vete a saber cómo. Einstein se refería a este fenómeno como "la espeluznante acción a distancia", "the spooky action at a distance". Para él tenía que ser realmente espeluznante pues iba en contra de todas sus teorías. En general, la física cuántica va en contra de todo, por eso es tan atractiva.
Uno de los principios fundacionales de la mecánica cuántica, es la función de onda de Louis de Broglie, que recibió el Nobel de física en 1929 por descubrir la naturaleza ondulatoria del electrón. Pero que el electrón se comporte como una onda no excluye que también pueda hacerlo como una partícula con masa, lo que le confiere el famoso carácter dual. Al electrón le pasa lo mismo que nos pasa a los humanos, tenemos dos naturalezas que no son excluyentes y de la misma forma que el primero se puede comportar como una onda y como un pegote muy pequeño, nosotros tenemos ese pegote un poco más grande, llamado cuerpo, y una función de onda que llamamos mente.
A nuestra mente, el equivalente a la función de onda del electrón, la hemos llamado de diferentes formas, según la cultura y el momento, las más conocidas son espíritu y alma, pero la llamemos como la llamemos, todos sabemos a qué nos referimos.
También como a los electrones, tener esta doble existencia, nos da mucho juego. Algunos piensan que son divisibles, y que una vez reconvertida nuestra parte material en materia disponible para nuevas construcciones, nuestra naturaleza ondulatoria permanece y sigue vagando por algún sitio. Otros piensan que una vez disociada la onda de la partícula con masa, la onda puede encontrar nuevos pegotillos másicos a los que acoplarse y continuar unidos una nueva existencia. Y luego estamos los que pensamos que si desaparece la masa, desaparece la función de onda.
Una lástima, sí, pero tampoco me parece bien que mi función de onda, la que en estos momentos está asociada a mi cuerpo serrano, se largue con otro cuerpo cuando casque el actual, o sea, el mío: vamos yo, o al menos, la mitad de mí. Y si no se va con ningún otro cuerpo y aparece en un "cielo" lleno de otras funciones de onda solitarias, lo que me parece es un rollazo. Si a nosotros los humanos y, también a los electrones, nos quitan nuestra parte material y nos dejan en función de onda picada, nos quedamos en ná, admitámoslo.
Lo más intrigante de todo esto es que, como ya sabemos, la materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma, según la ecuación más conocida de la física, de modo que los electrones no se pueden destruir; lo que nos lleva a la conclusión de que nosotros tampoco.
Conclusión: ya que nuestra función de onda la vamos a seguir teniendo durante los siglos infinitos que haya por delante, más vale que sea una buena función de onda. Cuidémosla y si tenemos ocasión de mejorarla, hagámoslo.