viernes, 11 de febrero de 2022

Hay que botarlos



El próximo domingo son las elecciones que nadie necesita, convocadas por el gobierno de Castilla y León (desde Madrid) con fines exclusivamente estratégicos, sin que medie el interés de los ciudadanos, tan solo el interés del partido convocante. Una vez más, hemos de decir; no es la primera vez que los votantes se ven obligados a adelantar su deber de asistir a las urnas por imperativo del que manda y que espera con la maniobra seguir mandando, pero con más escaños, es decir, mandando más, y en este caso con el objetivo añadido de que el gran triunfo esperado refuerce la posición del líder frente a amenazas internas. A este hecho, ya de por sí bastante indecente, se le se suman otros que lo son aún más, pero no voy a entrar en ese campo de estiércol. Me voy a adelantar a pasado mañana, domingo, por la noche.

                                   


Supongamos, que es mucho suponer, que gana quien ha propiciado todo este lío, y nos encontramos ahora en los momentos siguientes a los que ya se conoce con certeza que finalmente ha salido victorioso en esas elecciones. No hace falta decirlo, pero quien gane tendrá la responsabilidad, enorme responsabilidad, de conseguir que los ciudadanos de Castilla y León mejoren sus vidas respecto a como eran antes de las elecciones. Son para eso, ¿no? Tendrán que enfrentarse al paro, a los problemas en el campo, a mejorar la salud y educación de sus paisanos, dotar de nuevas infraestructuras a la región, avances sociales, apoyo a los necesitados, incentivos para evitar el vaciado, administrar los fondos comunes... una tarea por delante, durísima, sin ninguna duda.

Sí, el que ha ganado va a tener que trabajar duro, pero, ¿qué vemos? ¿Qué vemos y escuchamos en los primeros minutos de conocerse la victoria? Pues vemos a los políticos vencedores presos de una alegría desbordante. Sonríen, se abrazan, aplauden, dan saltos y animan a sus seguidores a que se unan en su júbilo y que también salten; se felicitan, se siguen abrazando y ríen abiertamente sin poder contener la alegría de haber ganado. 

Se comportan como si les hubiera tocado la lotería. No se ve ni un sólo gesto de preocupación por lo que les viene encima, ni un atisbo de incertidumbre. 


                                       

A mí, qué queréis que os diga, ese comportamiento me parece la mar de sospechoso. ¿Cabe imaginar, por ejemplo, que un jefe de negociado, ante la noticia de que ha sido promocionado a director general, se ponga a dar botes y que luego salga al balcón de la oficina gritando que es el nuevo director de la empresa? ¿O que un administrativo se abrace a su director general porque le han nombrado director financiero, y le obligue a levantar los brazos en señal de victoria?

Se ve que los que no nos dedicamos a la política controlamos más las emociones; o que las emociones de los políticos cuando ganan, son incontrolables. Por algo será.


Leoncio López Álvarez








1 comentario:

  1. Genial, cuánta razón. Será por... lo que todos sabemos

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