sábado, 20 de diciembre de 2014

Cuento navideño, como el pavo.










Este año voy a hacer una excepción en los últimos… ¿quince?, y no voy a escribir un cuento de navidad. Son muchas las razones por las que me voy a abstener y me temo que ninguna interesante, así que os ahorro el trance de tener que aguantar alguna.

Eso sí, que yo no escriba un cuento, no significa que no encontréis uno en este blog, pues me consta que muchos lo esperan, lo cual es muy de agradecer, y lo que yo espero es que no les importe que este año el cuento sea mucho mejor de lo que esperaban. Y con tanta espera, la introducción ya es infinitamente más larga que el propio cuento.


El cuento de navidad que os ofrezco es de Juan Villoro y la ilustración, eso sí, es mía.

Como veréis es un cuento super-mega-ultracorto, lo cual demuestra que con muy pocas palabras se puede hacer algo grande.

Y sin más dilaciones, ahí va el cuento navideño:


En una cena de Navidad la familia reza con devoción y pide por los que han sufrido. Dios se conmueve y resucita al pavo.



Espero que os haya gustado. Feliz navidad para todos, amigos.








domingo, 14 de diciembre de 2014

Una ley necesaria, conveniente y oportuna






Dentro de poco va a salir un libro mío de relatos. Se trata de una serie de historias surrealistas y disparatadas que uno de los protagonistas le cuenta a su mejor amigo entre cerveza y cerveza. Son historias inverosímiles pero que el amigo se las cree a pies juntillas. Quizá por efecto de las múltiples cervezas, o quizá porque sea un imbécil.
No se me había ocurrido incluir entre esas historias el posible diálogo que pudieron tener nuestros gobernantes cuando empezaron a pensar en cómo garantizar la seguridad ciudadana. Aún estoy a tiempo y me permito recrear ahora tal como yo me  imagino que sucedió todo.

-Nuestra obligación es proteger la seguridad ciudadana. Es obvio que para que los ciudadanos de este país se sientan más seguros de lo que ya se sentían hasta ahora, tenemos que hacer una nueva ley y una reforma del código penal.
-Muy cierto. La reforma es necesaria, conveniente y oportuna.
-Sobre todo oportuna, ya verás, ya verás todo lo que se me ha ocurrido lo oportuno que es.
-Trabajas demasiado.
-Mira, lo primero que me viene a la cabeza para garantizar la seguridad ciudadana es que a todo el que pillemos haciendo fotos o grabando a la policía, le pongamos una multa … ¿qué te parecen 30.000 eurípides? De 600 a 30.000, que luego nos dice el de justicia que siempre hay que poner un escalado en las sanciones dependiendo de… y yo qué sé.
-Perfect. Cifras redondas,
-Luego, como medida imprescindible, queda totalmente prohibido manifestarse en los alrededores del Congreso, bajo multa de …. Otros 30.000 euritos.
-Eres un genio.
-Lo sé. Luego para evitar que los ciudadanos se sientan amenazados por la chusma, queda terminantemente prohibido obstaculizar los desahucios.
-Genial. ¿Otros 30.000?
-Por supuesto. De 600 a 30.000 eurípides. Y otros tantos por desobediencia a la autoridad.
-¿Aunque sea desobediencia pacífica?
-Sí señor, aunque sea desobediencia pacífica.
-Eres un crack. Oye, ¿no hacemos nada a los que traten de ocupar una sucursal bancaria? Tenemos que garantizar la seguridad de los ciudadanos que van a los bancos a lo que hay que ir, no a protestar.
-Claro que sí. Lo mismo: de 600 a 30.000. Además he pensado que las listas negras serán legítimas y legales y además será obligatorio identificarse cuando a un agente le parezca oportuno, aunque no haya motivo. Hay que recuperar cosas del pasado.
-Muy cierto, muy cierto, nada como los clásicos. Franco, ese sí que sabía mantener la seguridad ciudadana.
-Pues claro, ¿en quién te crees que me he inspirado?
-La luz, es la luz que nos ilumina.
-No lo dudes Mariano, no lo dudes.
-No, si no lo dudo.
-Pues eso, manos a la obra.
-Por cierto, ¿no te parece un poco surrealista que a esto le llamemos ley de protección de la seguridad ciudadana?
-Mmmmm, vale, entonces también incluimos que está prohibido apuntar con un rayo láser a los ojos de los pilotos de los aviones comerciales.

-Lo dicho: eres un crack.





miércoles, 10 de diciembre de 2014

Falsificación





Mi vecino, del que hace mucho tiempo que no hablo, no se conforma con tener figuras hechas en plástico, de chinos mandarines inclinadas hacia un lado, como si estuvieran talladas en la época Ming en el curvo colmillo de un elefante, y cuadros con escenas de caza memorables en la boiserie, además se declara hombre feliz. No hay derecho, es lo que yo le digo. Cómo puedes ser feliz teniendo esos objetos en el salón de tu casa. Hombre, es que si fueran auténticos, sería mucho más feliz, me dice ufano mientras  su mujer, mi vecina, coge con indolencia antes de salir de casa un bolso de plástico en el que pone por todos los lados LV . No entiendo como las mujeres se matan por llevar un bolso con publicidad de su fabricante en los cuatro costados, le digo, ¿acaso Louis Vuitton le paga por pasear su marca? No, claro que no, me responde, cómo iba a pagar si además es una falsificación. Ya claro, otra falsificación. 
Por supuesto el reloj que lleva mi vecino es un trolex que se compró en el Chinatown de Nueva York hace mucho tiempo. Me lo enseña con orgullo sin tratar de engañarme pues confiesa abiertamente que le costó quince dólares. Observo que entre las agujas hay algo que no forma parte del reloj, un objeto minúsculo que no debería estar ahí y que si no fuera porque se apoya en la manecilla de los minutos, estaría descansando en las seis y media. ¿Qué es eso?, le pregunto. Entonces mi vecino me contesta que se trata de una miga de pan. Se ve, me explica, que el chino se estaba comiendo un bocadillo cuando montó el reloj. Al principio también había restos de pastrami, dice, pero supongo que se lo han comido los ácaros. Pongo un poco cara de asco y en ese momento llega Borja, su hijo pequeño, del cole. Trae una expresión de adulta preocupación para demostrar a su progenitor que el día ha sido duro y deja caer su cartera, es un decir porque tiene rueditas, según entra, justo a mi lado. Yo me fijo, que entre otros libros lleva El Quijote, pero no el QuijoteQuijote, sino una versión firmada por Arturo Pérez Reverte. Otra falsificación, me digo yo mismo, ¿Pero es que en casa de mi vecino todo son falsificaciones?

Mi vecino que otra cosa no tendrá, pero observador es un rato, se da cuenta de mi estupor y me explica que se trata de una versión para niños de El Quijote. Mi expresión no mejora gran cosa y me dice, para tranquilizarme, que la edición está sancionada y tutelada por La Real Academia de la Lengua. Ah vale, digo yo, entonces sí. Se me ocurre que la Fundación Amigos Museo del Prado, podía sacar versiones para niños de, por ejemplo, cuadros de Goya. La Carga de los Mamelucos, con ese nombre, seguro que en su edición infantil, sería un exitazo. O la ópera Madame Batterfly, o ya puestos, La Máquina de Follar de Bukowski. Hagamos versiones infantiles de todo, y como seguro que traen dibujos, serán mucho más divertidas que los originales por lo que podremos prescindir de ellos. Podemos vivir todos en un mundo que sea una falsificación del mundo real, es decir, una falsificación de si mismo, seguro que si la falsificación es buena, nos sale más barato y ni nos damos cuenta de la diferencia.






lunes, 1 de diciembre de 2014

Tiempo acuático






Últimamente soy plenamente consciente del carácter acuático (acuático, no cuántico) del tiempo y eso es algo que llevo muy mal. Me molaba más cuando el tiempo era un bloque, para mí era un bloque por decirlo así, inconmensurable, pero a medida que he ido avanzando por esa montaña enorme, se ha ido desmoronando hasta convertirse en arena. En estos momentos, y sé que esto no ha hecho nada más que empezar, si intento atraparlo en mis manos, que es la mejor manera que conozco para atrapar cosas, sobre todo las que más me gustan, se me escapa entre los dedos  como si fuera agua. Ahora todo dura poquísimo. Una semana, por ejemplo, me la liquido en tres o cuatro días como mucho. Antes, si se me daba bien, podía llegar a durar unos diez días y a veces me acercaba a la quincena.
Me acuerdo de que, no hace tanto, las cosas eran bien distintas. Pero vamos a ver, si yo he llegado a aburrirme del verano, incluso he tenido años en que se me ha hecho eterno el invierno. ¿Ahora?, ahora, ni me entero de que hemos pasado el mes de agosto. Dentro de poco, como esto siga así, voy a tener recuerdos de lo que voy a hacer al día siguiente.
Me he leído de nuevo la Historia del Tiempo de Hawking para ver si me daba alguna pista (siempre he mantenido la esperanza de encontrar la solución a mis problemas en lo que se le ha ocurrido a otro) pero lo único que he conseguido es aumentar mi confusión. Yo, por mucho que unifique la gravedad con la mecánica cuántica, con el tiempo me sigue pasando lo mismo. Y mira que lo intento, de verdad.

He llegado a la conclusión de que el tiempo es algo personal, como las corbatas que uno elige o la forma de arreglarse la barba, de modo que no existe un modelo único. Es decir, que el tiempo, como no, también es algo que cada cual tiene el suyo. Esto está muy bien, lo malo, es la forma que tiene de cambiar sin consultar. Volviendo al ejemplo anterior, es como si yo, que tengo barba muy recortada, me despertara un día con unas barbas (en plural  ya no puede ser recortada) que me llegaran hasta el pecho, y además, partida, pongo por caso, como los rabinos. Pues me produciría una sensación igual de incómoda que la que siento ahora con mi tiempo subjetivo. De repente he perdido el control sobre él. Espero que no vaya a más.



lunes, 24 de noviembre de 2014

Perdón








Últimamente cada vez que pongo las noticias veo a alguien pidiendo perdón, generalmente un político. De repente, en este país, los chorizos y sus amparadores han dejado paso a los penitentes en las cabeceras de las noticias.
Podíamos organizar partidos de fútbol la mar de vistosos: chorizos contra penitentes. La recaudación obtenida serviría para ayudar a las personas desahuciadas por culpa de un sistema legal que permite la existencia de prestamistas particulares con intereses de usura. Unas leyes que dan por bueno que se acepte como aval (de un préstamo al 25% de interés) la vivienda habitual, lo cual es una barbaridad, más si se trata de la vivienda habitual de una anciana; es el caso de Carmen Martínez Ayuso. Sin embargo ese mismo sistema para dejar clara su eficacia como garante del cumplimiento de las leyes, castiga al bombero que se negó a colaborar en el desahucio de la anciana Aurelia Rey, en la Coruña. El bombero, entre otras cosas, ha tenido que pagar una multa de 600 € más las costas del juicio.
Pero volvamos a los pedidores de perdón. Ayer, el último arrepentimiento que se ha dado por la tele, venía además escenificado de maravilla; todos vimos nada menos que al arzobispo de Granada, monseñor Francisco Javier Martínez, tirado en el suelo cuan largo era, sin levantar la cabeza en señal de sincera contrición, acompañado de otros atormentados por el dolor del pecado. Quién iba a decir que veríamos algo así. Hoy, además, el juez encargado de investigar el caso ha ordenado la detención de los curas pederastas. Bravo. Los tiempos de solucionar el problema simplemente trasladando a los implicados a otro internado o a otra parroquia han terminado. Todo gracias a que por fin hay un papa que se toma en serio el problema de la pederastia amparada tras los hábitos y comprende que además de un pecado es un delito. Ya ha tomado medidas y entre otras actuaciones ha ordenado el arresto domiciliario, ejecutado por la gendarmería vaticana, de un exarzobispo al que ya había expulsado del sacerdocio por abusos a menores. Además, dentro de su cruzada contra la pederastia ha dictado que los religiosos que vayan a trabajar con niños, además de estar en paz con dios, han de tener un pasado legal y psiquiátrico intachable. Vuelvo a decir: por fin. ¿Era tan difícil?
Hasta ahora, parecía que se siguiera aplicando la costumbre que había en el inicio del cristianismo, según la cual,  en los ritos de consagración de un nuevo obispo se le pasaba por los cabellos un peine ritual capaz de eliminar los malos pensamientos y los demonios. Era la única manera de garantizar que la cabeza del nuevo purpurado no iba a albergar impurezas.

                                      


En España, ya por dar más datos inútiles, su uso fue aprobado en el IV Concilio de Toledo. Para que luego haya quien diga que la Iglesia no evoluciona.






domingo, 16 de noviembre de 2014

Determinismo







Cuando yo iba al colegio, en literatura se enseñaban muchas cosas, y entre ellas, la generación del 98, y recuerdo que había algo en esa lección que llamaba muchísimo mi atención aún infantil y dispuesta a sorprenderse por cualquier cosa que me pareciera llamativa. Era, y se me ha quedado como un epitafio, la frase: “el pesimismo de la generación del 98”. Según lo repetía una y otra vez el profesor, “el pesimismo de la generación del 98”, yo me imaginaba una España con todo el mundo deprimido, andando cabizbajos por las calles con una pena inmensa en su corazón, incapaces de ver las cosas buenas de la vida. “Sentíamos el destino infortunado de España, derrotada y maltrecha, más allá de los mares”, escribió Azorín. “España me duele” añadió Unamuno por si quedaba alguna duda del trago que estaban pasando las criaturas. Dudas no cabían: los españoles estaban tristes. Una pena que cíclicamente se repite, y ahora estos pensamientos me llevan a otros.


Cada persona es de una manera y los cambios que sufre (o disfruta) se producen a lo largo de mucho tiempo. Normalmente son muy pequeños, a veces más perceptibles, pero vamos, que en general, no cambiamos tanto. ¿Esto es bueno? Pues por un lado sí, porque nos reafirma en lo que somos, nos dota de identidad y de esencia, que dicen los filósofos, y nos define; claro que a veces, eso es un maldito inconveniente porque hay algunos que más les valdría dejar de ser como son y que cambiaran un poco. En cualquier caso no es algo que esté a nuestro alcance, pues si los cambios inconscientes son tenues, los que nos proponemos son imposibles. El que es vago lo va a seguir siendo por mucho que madrugue; quizá durante los primeros días de haber hecho el propósito de cambio, se muestre más activo, pero poco a poco volverá a su ser, regresará a su esencia que siguen diciendo los filósofos, ya que estos tampoco cambian. De esta forma tenemos personas que SON antipáticas, otras cariñosas, tacañas, ambiciosas, sensibles, generosas, depresivas, expansivas, sociales, hurañas, maleducadas, mentirosas, francas, sinceras, embaucadoras, honradas, criminales, pacíficas, violentas… una variedad que por ejemplo no se da en las cornejas, que vista una, vistas todas. ¿O quién diferencia un pulpo de otro?
Es lo que tenemos los humanos: complejidad. Pues bien, y aquí entran las matemáticas sin que tenga que irse la filosofía: las personas, cuando se juntan por debajo de una cantidad, que vamos a llamar masa crítica, conservan cada una su personalidad intacta, con  el resultado de que ese grupo es amorfo, heterogéneo y sin ningún rasgo que lo diferencie de otro grupo que esté formado también por un número por debajo de la masa crítica, pero… y aquí viene lo bueno porque a las matemáticas y filosofía se une la sociología: cuando el número de miembros del grupo es francamente grande y excede en mucho a esa masa crítica, el grupo se ve dotado de una personalidad propia y exclusiva que lo distingue de otros grupos también formados por un número exagerado de personas, y curiosamente, esa personalidad única que adopta el grupo, como grupo, no es necesariamente la suma de las personalidades individuales de las personas que lo componen, pues cada cual tiene la suya propia aunque, y esto es lo malo, parte de la personalidad del grupo trasciende al individuo.  Este hecho resulta fascinante, pues explica que los españoles sean diferentes a los ingleses, los italianos a los alemanes y los cubanos de los franceses, sin que elimine la posibilidad de que un español determinado sea exactamente igual en su comportamiento que un canadiense dado, o un australiano igualito que un noruego.
Ahora vamos a añadir la química a todo este follón que ya tiene filosofía, sociología y matemáticas: ¿un grupo grande, por encima de la masa crítica, tiene las mismas propiedades que una parte muy pequeña del grupo, incluso una molécula, es decir una persona? (una molécula de agua tiene las mismas propiedades químicas que un océano, por ejemplo) Pues me temo que sí, y esto significa que si las personas no podemos cambiar, los grupos de personas, tampoco pueden hacerlo, de modo que por mucho que se empeñen, los ingleses van a seguir siendo como son, y también los italianos van a seguir siendo como han sido hasta ahora y los alemanes serán alemanes por muchísimo tiempo, y todos, todos mantendrán su esencia. Esta es una regla a la que tampoco podemos escapar nosotros, los españoles. Por mucho que lo intentemos.
Ahora viene lo gordo y que enlaza con el inicio de este artiblog. ¿Cómo somos?
Que cada cual se responda a si mismo.


Nota: tengo por norma hacer artiblogs muy cortos, y en esta ocasión me he excedido. Es lo que tienen los momentos bajos, que no atinas.






lunes, 10 de noviembre de 2014

El babuino sentado









En un viaje que hice, no hace mucho, a Etiopía, a las montañas Simien, me llamó poderosamente la atención un tipo de mono enorme  que te mira impasible, satisfecho, e indiferente a todo. Había muchísimos. Son los babuinos y da gusto verlos siempre en la misma pose, recortados en el paisaje, con su melena al viento y sin que ninguna preocupación los afecte lo más mínimo. Nada parece importarles y observan sus dominios con superioridad, apaciblemente sentados sobre sus nalgas y sin decir ni mu. Nada los perturba. De vez en cuando se levantan, dan un paseo, nunca demasiado largo, se alimentan con indolencia y  vuelven a sentarse. Los babuinos se pasan media vida sentados.
Viendo, ya en España, a Rajoy, vuelvo a ver a los Babuinos. Rajoy es un enorme babuino permanentemente sentado en sus mullidas nalgas. No hace nada, absolutamente nada que pueda alterar su imagen recortada sobre el paisaje. Ante el conflicto, por ejemplo, que se está cociendo en Cataluña y que afecta a todos los españoles, catalanes o no, el presidente babuino no ha hecho nada, tan solo repetir una vez y otra que la ley está para cumplirla. Esa es toda la aportación de quien se supone que tiene que buscar soluciones políticas y no decir obviedades, pero es que a Rajoy le gusta lo obvio, y siempre elige la salida más cómoda para poder seguir sentado sobre su gordo culo. Es el funcionario perfecto, la pesadilla de Larra, la norma aplicada sin creatividad ni imaginación ni nada que signifique levantarse y mirar más allá de sus narices.
Los babuinos comparten con la mayoría de los humanos el 91% de los genes, y digo la mayoría, porque claramente, con Rajoy la proporción es mayor. Es más, yo creo que la totalidad de sus genes son de babuino, al menos, los que le obligan a permanecer siempre sentado.
El escritor Juan Villoro, cuenta que en un certamen literario, después de su intervención, ya en el turno de las preguntas, un anciano jovial levantó la mano y preguntó con sinceridad:
    -¿Por qué soy Borges?
El desconcertado Villoro tuvo la curiosidad de indagar quién era ese señor y se enteró de que se trataba de un hombre que realmente se llamaba Borges, pero que por culpa de un golpe sufrido en la cabeza no recordaba nada salvo su apellido, y no siempre, tanto era así, que en una taleguilla de tela llevaba una botella de aceite Borges para recordarle constantemente quién era.
Pues bien, de la misma manera, Rajoy debería hacerse la pregunta, “¿por qué soy presidente?”



Por cierto, y aunque no venga al caso, el viernes pasado presenté El Ladrón de Nubes en Huelva. Nunca me cansaré de hacer publicidad de esta novela, no sé qué tendrá.




domingo, 2 de noviembre de 2014

Burkina Faso











He oído noticias de un escolar furioso que ha disparado contra sus compañeros en un pueblo de Wisconsin, sin conseguir herir a nadie, del que se ha dicho hasta el nombre del alcalde. En Burkina Faso, hasta ahora, van 47 muertos, y no se ha mencionado ni el nombre de la capital del país, que para que todo el mundo se entere, se llama Uagadugú.
Burkina Faso es el cuarto país más pobre del mundo, lo cual le sitúa fuera del interés general por todo lo que le pueda pasar. Si fuera un país rico, o con materias primas ricas, no pararíamos de oír lo que está sucediendo. Estos días se está montando la marimorena porque el actual presidente quería reformar la constitución para volver a ser elegido y pasar otros cinco años chupando del bote. Esto se ha dicho en las noticias, pero así, un poco de pasada, sin entrar en detalles. Y lo que pasa es que Blaise Campaoré lleva ya 27 años de presidente (con lo que lo de reformar la constitución para volver a presentarse es una vieja tradición), pero le han sabido a poco y quiere estar más tiempo, a ver si consigue igualar a Obiang Nguema que lleva en el poder desde 1979.
Campaoré, mató a Sankara, para ocupar su puesto y Sankara fue un presidente breve, pero reformador, que quería situar a BF en el mapa por sus propios méritos con una reforma agraria y social y la eliminación de la corrupción. Reconocía los derechos de la mujer y acabó con la fea costumbre de la ablación de clítoris. Era conocido como un revolucionario de corte marxista, panafricanista y que tenía un gran carisma, una especie de Che Guevara del Sahel. Pero esto es desviarse del asunto que quería tratar, que no es otro que difundir lo que está pasando en este pequeño país.
Yo me he enterado de muchas cosas por dos razones, una de ellas porque veo France 24, y ahí dan continuamente noticias sobre lo que está pasando, más que nada, porque Burkina Faso, antes Alto Volta, fue colonia francesa hasta 1958. Pero sobre todo, porque tengo un amigo mío que vive allí desde que decidió dejarse la salud y la fortuna en ayudar a los burkineses. Ya he hablado de él en este blog, se llama Félix y somos amigos desde que íbamos al cole, lo cual, es remontarnos la pleistoceno. Félix, ha construido una biblioteca, mejor dicho, un centro cultural, y ahora es posible que tenga problemas, pues como es natural, para poder hacer todo lo que ha hecho tuvo que contar con las anteriores “autoridades”. Ahora, el ansia revolucionaria y vengativa puede llevar a tomar decisiones extremadamente injustas. Él vive en la tercera ciudad del país, Ouygouya, y de momento ya se han cargado al alcalde, han quemado su casa con él dentro, y se supone que los incontrolados seguirán  descontrolando. Félix lleva regularmente contenedores desde España a Burikina Faso con todo tipo de material para ayudar a los burkineses, desde bicicletas, balones de fútbol, juguetes, ordenadores… todo lo que aquí nos parece de obligatoria presencia en nuestras vidas y allí es un sueño. Cada envío lo paga de su bolsillo. Lleva allí seis años y se empeña en seguir, como Campaoré, otros tantos. ¿No es admirable?.

Aquí podéis escucharlo en una entrevista que le hizo su amigo Nicolás Castellano, periodista de la cadena SER.

Cuídate mucho, Félix.







domingo, 26 de octubre de 2014

Fatiga de materiales







No es necesario ser ingeniero ni especialista en resistencia de materiales para saber lo que es la fatiga de materiales. Todo el mundo se hace una idea, pero por si acaso, haré un ligerísimo apunte sobre lo que significa: una pieza se puede romper con cargas dinámicas repetidas, así, plaf, sin necesidad de que sean demasiado grandes. Es más, y aquí viene lo gordo y lo que hace de la fatiga de materiales algo que siempre hay que tener en cuenta: se pude llegar a la rotura con cargas (fuerzas) cíclicas, relativamente pequeñas, muy inferiores  a la fuerza puntual estática que sería suficiente para romper la pieza de una sola vez. En otras palabras, el mismo material soporta mucha más fuerza si la aplicas una vez, que si estás todo el rato jode que jode. Pues bien, la física, como ya se ha dicho repetidas veces en este foro, siempre es aplicable tal cual  a nuestras vidas cotidianas y sus leyes se  cumplen inexorablemente con la misma certeza, por lo que no tengo más remedio que declararme en estos momentos a punto de rotura.
Estoy harto: desde que me levanto hasta que me acuesto no paro de escuchar las mismas frases, una y otra vez, repetidas por diferentes personajillos de forma insistente y machacona, que actúan como fuerzas cíclicas sobre mi ánimo y mi paciencia, a punto, ya digo, de la rotura. Ya no puedo más.  Estoy hasta las narices de oír cómo todos los que tienen asuntos en los juzgados respetan la decisión de los jueces (estaría bueno que no). También todos dicen que hasta que no se pronuncien los jueces, ellos no tienen nada que decir. Estoy harto de las presunciones de inocencia. Harto de “está en manos de la justicia”, harto de  “estamos trabajando en ello”, harto de “yo no lo sabía”, “no era mi responsabilidad”, “si está tan seguro de lo que dice, póngame una querella”, “ese señor ya no pertenece a este partido”, “hasta que no se demuestre su culpabilidad…”, “caiga quien caiga”, “es una persona muy respetable”, “no es asunto nuestro”, “eso pertenece al ámbito personal”, “pueden creerme….”, “eso está sin demostrar”, “y qué me dice usted de los ere de Andalucía”, “si tiene que ser juzgado que lo juzguen”, harto de escuchar la frasecita que exonera de toda culpa: “todos los políticos son iguales”, “todos son unos sinvergüenzas”, harto de oír con fingida admiración: “este país saldrá adelante porque los españoles somos estupendos”, harto, completamente harto.

Y para mayor inri, también estoy hasta el colodrillo del sonido que hace mi teléfono cuando entra un guasap, o un SMS. ¡Dios, qué hartazgo!





domingo, 19 de octubre de 2014

El sentido de la vida








Yo nunca leería nada que llevara como título EL SENTIDO DE LA VIDA, pero en esta ocasión no he tenido más remedio porque se trata de algo que he escrito yo. Vosotros aún estáis a tiempo de salir corriendo de esta página y hacer algo útil. Esa es precisamente la cuestión: algo útil.
Hay gente que se pasa toda su vida haciendo cosas que aparentemente no sirven para nada y sin embargo llega un momento en que de repente todo toma sentido y se convierte en lo más grande, lo más importante para alguien. Ese alguien puede ser un completo desconocido. En este caso, ¿vale la pena el esfuerzo empleado?
Esta reflexión, que tampoco es la bomba, la vamos a dejar ahí y luego ya volveremos a ella.
El otro día estaba yo hojeando un libro espantoso tratando de ver si es verdad eso de que en un libro malo, también puedes encontrar algo bueno, y leí la historia de un campeón mister universo (esos individuos que se entrenan para tener unos músculos hiperdesarrollados) que me dejó impresionado. Este señor se pasó toda su vida en un gimnasio entrenando horas y horas (para tener un cuerpo que daba grima verlo, por cierto) ensayando delante de un espejo posturas ridículas para que asomaran los músculos más recónditos, tiranizado por un régimen alimenticio inapelable, excluido de todos los hábitos divertidos, obligado a otros terribles y sometido a otros muchos suplicios inimaginables, la mayor parte del tiempo dopado, con una única finalidad: quería ganar un concurso de mister universo. No conozco a muchos que puedan decir que este señor había enfocado bien su vida, a mi por lo menos me parece un desperdicio de todo, de energía, de sacrificios y hasta de las toneladas de plátanos que tuvo que comerse la criatura. Pues bien, resulta que cuando ya estaba hecho un coloso, preparado para la gran prueba, según iba hacia el recinto donde se iba a celebrar el campeonato mundial de macistes, presenció un accidente en el que un niño quedó atrapado bajo un camión de gran tonelaje. Nuestro amigo fue corriendo y así, sin calentar, levantó el camión con las dos manos y lo sostuvo en vilo hasta que sacaron al niño. El esfuerzo fue tan bestial que se rompió los tendones de ambos bíceps. Naturalmente no pudo acudir al campeonato, y lo que es peor, no pudo volver a entrenar para recuperar su musculatura (una vez que te rompes el tendón del bíceps, solo puedes hacer el 70% del esfuerzo que antes eras capaz de hacer).
Terrible: su vida había dejado de tener sentido. Es terrible, sí, pero gracias a que su vida había perdido el sentido que él mismo había decidido darle, un niño pudo salvar la suya.

Ahora ya podemos volver al segundo párrafo de este artiblog, que con ese título yo jamás habría leído.





martes, 7 de octubre de 2014

Vaya cagada









Hay personas tan meticulosas y perfeccionistas que dan hasta un poquito de complejo. Su obsesión en hacer las cosas, no ya bien, sino perfectas, va más allá de lo imaginable, al menos de lo imaginable por mí. Siempre se les ve preocupados por conseguir lo mejor, la obra sublime y cualquier amenaza de fallo los tortura y no los deja dormir. Yo conozco a dos o tres personas que son así, es decir que existen.
Naturalmente, buscar no garantiza encontrar, y los hay que por mucho que se obstinen, jamás encuentran el unicornio que con tanta energía persiguen, pero al menos lo intentan.
Luego está Mariano, en el otro extremo, que es mi vecino; no el raro, del que ya he hablado otras veces, sino otro que es algo mucho peor. El pobre, yo no sé si es que es imbécil, o qué le pasa, el caso es que no da una a derechas. Ni a izquierdas, directamente, no da una. Todo le sale fatal y cada cosa que se propone, la acaba cagando. Y ojo, no es cuestión de mala suerte, todo le sale mal porque no le puede salir de otra manera; no se fija, lo hace de forma alocada, es un mentiroso, incluso le gusta engañarse a si mismo, y encima  se cree que sabe mucho cuando la verdad es que no tiene ni idea y mucho menos sus amigotes con los que se junta, pero lo peor de todo es su cabezonería. Como se cree que tiene razón, no escucha a nadie y él solito la lía parda. 
Lo malo es que sus meteduras de pata las acabamos pagando todos porque es el presidente de la comunidad. Anda que también, haber elegido a semejante memo… ¿qué esperábamos? Ni que decir tiene que nos está llevando a la ruina, aunque a él eso no parece que le importe nada, ni a él, ni a su grupo de amiguitos de la urba. De vez en cuando se reúnen en casa de uno de ellos y organizan fiestas, barbacoas y cosas así a las que no invitan a nadie. Después de cada cenita, convocan una reunión y ya sabemos lo que nos toca: pagar una nueva derrama. Las obras las hace precisamente uno de los vecinos de su círculo, menuda jeta, porque además, muchas de las cosas que hay que arreglar es porque se las han cargado ellos. Anda que no habremos pagado farolas que han roto de un balonazo sus niños. Angelitos.
En fin, una cagada.

Y hablando del Ébola, ¿por qué si solo se contagia por contacto directo con algún fluido corporal, se ponen esos trajes que te aíslan de todo? Los llaman epis (Equipo de Protección Individual) y nada más hay que verlos para hacerse una idea de para qué están hechos. Por lo visto los que se deben usar deben tener respiración autónoma (los epis usados en Madrid no tenían este sistema) y también protegen para contagios por aire.

Volviendo a lo de mi vecino Mariano, dentro de poco es la junta general de propietarios, a ver si nos lo quitamos de encima, aunque tal como se mueve el patio, no sé yo.





viernes, 26 de septiembre de 2014

Algemesí






Hay algo que soporto menos que cualquier noticia sobre corrupción, menos que la financiación de partidos a base de comisiones en obras públicas, menos que robar dinero que es de todos, menos que el relaxing café, menos que las autopistas innecesarias que luego tiene que pagar el estado, menos que los aeropuertos que nunca despegan pero con los que se ha forrado alguien que todo el mundo sabe quién es, menos que los áticos de lujo en Marbella, menos que las declaraciones del obispo de Alcalá, menos que las amnistías fiscales, menos que los reiterados premios a la lotería y  las peticiones de indulto, menos que las idioteces separatistas, menos que los patriotismos salvadores y nacionalismos bendecidos por la suprema autoridad, menos que cualquier intento de manipulación y menos que nada en el mundo.
Hay algo que no soporto en absoluto, que me revuelve el estómago y me hace llorar. Me refiero al orgullo de un pueblo por torturar a los animales y hacer de ello un motivo de regocijo, fiesta, y distintivo  étnico. En España hay mucha afición a estos espectáculos que yo siento como una vergüenza ajena. No solo es el tristemente famoso toro de la Vega en Tordesillas, que ya es bastante, son otros muchos toros, en cada pueblo, uno.
En estas fechas se celebra y festeja la becerrada de Algemesí. Yo no tenía ni idea, la verdad, y ayer viendo las noticias me quedé estupefacto ante las imágenes de un ataque furibundo de un defensor de la Fiesta (ole) a un detractor que intentó desplegar una pancarta contra la barbaridad que supone la becerrada (ahora contaré en qué consiste). Error, el animalista cometió el error de no darse cuenta de que su atacante sentía el mismo desprecio por los toros que por las personas, y la emprendió a puñetazos con él hasta que se cansó. Al final intervino la policía local para detener, por desórdenes públicos, al pobre animalista atacado y llevarlo a comisaría sangrando como un cochino junto con otros dos compañeros que también protestaban contra la becerrada. Está claro quienes son los indeseables a los que la ley tiene que detener a toda costa. Los otros, los partidarios de torturar a un animal hasta matarlo, siguieron disfrutando de su afición.
La becerrada de Algemesí, en Valencia,  por si alguien no sabe qué es, consiste en torear becerros que nunca llegan a los dos años (entre 10 meses y 24, según los organizadores; es decir, bebés de toro) por aficionados del pueblo. Le ponen banderillas, lo torean entre varios valientes y lo matan con estoque, aunque eso ya no es necesario la mayoría de las veces. Un espectáculo por el que muchos se lían a puñetazos para que siga formando parte de su cultura y tradiciones. Una cultura de bestias que lamentablemente seguimos transmitiendo a las siguientes generaciones como preciado tesoro de nuestras tradiciones.

Perdón, de las suyas; yo, contendiendo las ganas de vomitar,  me desmarco totalmente asqueado.




jueves, 18 de septiembre de 2014

Por si acaso








Las personas hacemos cosas movidas por una infinitud de motivos: por amor, por odio, por dinero, porque es gratis, por vocación, porque no queda más remedio, por compasión, por rencor… y las hacemos siguiendo un plan, el plan A, con la esperanza de que las vamos a hacer bien. Sin embargo la inseguridad y los deseos de triunfo, muchas veces nos hacen buscar una alternativa para tratar de garantizar el éxito de la operación, y hacemos cosas “por si acaso”, que es el plan B. ¿Quién no ha hecho alguna vez algo “por si acaso”?
En este capítulo cabe incluir las mayores tonterías que se pueden pensar. Por ejemplo, cuando perdemos un objeto, además de buscarlo (plan A), le ofrecemos a San Antonio Bendito una dádiva por si acaso funciona y lo hace aparecer (plan B). Si nos duelen las articulaciones, vamos al reumatólogo (plan A), pero por si acaso, nos ponemos una pulserita imantada de esas que terminan en dos bolitas, y que no valen para nada (plan B). Podemos poner mil ejemplos más exagerados en los que el plan B, de tan ridículo que es, resulta hasta cómico. Bueno, no pasa nada pues para algo está el plan A.
Lo malo es cuando hacemos cosas directamente “por si acaso”, sin haber pensado un plan A. Es terrible elegir directamente la opción ridícula, pues además, al carecer de un plan principal, de cómica ya no tiene nada. Así se han tomado grandes decisiones. Por ejemplo, se invadió Irak y se desató una guerra cuyas consecuencias seguimos sufriendo, por si acaso tenían armas de destrucción masiva. No había plan A, solo el disparate del “por si acaso”.
La homeopatía es claramente un plan B, un “por si acaso”. Y leer los horóscopos, sacar al patrón del pueblo en procesión cuando hay sequía, la reforma laboral de Rajoy para hacer crecer el empleo, la reforma del sistema educativo de Wert para que los alumnos españoles suban su nivel y nos hagan quedar mejor en los informes Pisa, las reformas fiscales, las sociales, sanitarias, invocar a dios para que disminuya el paro… últimamente tengo la sensación de que todo se hace por si acaso funciona, pero la verdad es que no funciona nada.

En fin, yo de momento me voy a comprar mi piedra preciosa de la suerte, a ver si me llevo una sorpresa. Lo mismo, ¿por qué no?







viernes, 5 de septiembre de 2014

Septiembre







Septiembre tiene lo mismo que tienen todos los meses: algo especial. No hay mes en el año que no se pueda decir de él que es el mejor, el mejor para algo. Quizá febrero y marzo sean los más tontorrones y aún así cuentan con características que los hacen únicos. Marzo, desde luego, pues el 20 ó 21, es el equinoccio, momento sublime en que el Sol está situado en el plano que define el ecuador terrestre. Luego, este fenómeno vuelve a suceder seis meses más tarde, es decir, el 20 ó el 21 de, tachán, septiembre. Otra vez se produce el aequinoctium, que a poco latín que sepamos su significado resulta evidente: noche igual. La duración de la noche y del día coinciden en todos los lugares de la tierra. Os parecerá una tontería pero yo ahí veo claramente un mensaje oculto del universo. Nos está diciendo que hay dos días al año en que podemos hablar de democracia cósmica, dos días especiales en que no existen privilegios y en cada rincón de la tierra sucede lo mismo, y lo que sucede vuelve a ser un ejemplo de igualdad: el día es igual a la noche, un equilibrio entre luz y tinieblas. Además, en esos dos días, y solo en esos dos días, los dos polos terrestres se encuentran a la misma distancia del Sol, lo que nos da otro ejemplo de equidad y justicia, pues el efecto es que la luz solar se proyecta por igual en ambos hemisferios. Son dos días en que no existe la división del mundo, entre los potrudos del norte y los malhadados del sur. Luego, se produce el cambio de estación, lo cual tampoco es moco de pavo, y aquí ya se pierde la equidad, pues cada hemisferio entra en una estación diferente y contraria. Otro guiño subliminal, otra vez un mensaje oculto y quien no lo quera ver, allá él.
Septiembre es el mes de la toma de decisiones y propósitos (se supone que buenos). Nos prometemos a nosotros mismos cosas que no se nos ocurriría pensar en junio, por ejemplo. Los hombres del marketing conocen esta debilidad humana por septiembre y lanzan colecciones a diestro y siniestro porque saben que muchos se sentirán tentados de iniciarlas.  Saben que a medida que vayan pasando los meses el interés por la colección irá disminuyendo y jamás han pensado prolongarla más allá de mayo, de hecho, no sabrían qué decir o regalar o vender a partir de esa fecha en que saben que ya no tendrán clientes. Si se trata de fascículos, de la historia de la navegación, por ejemplo, pagan a diferentes escritores para cubrir ocho meses, pasados los cuales, ya no mandan a la imprenta ningún fascículo más, y si se diera el caso de que aún quedara alguien interesado en adquirir el ejemplar “Navegación” del mes de junio se verían en un serio aprieto. Probablemente le mandarían uno de la historia de los jarrones de cerámica, de un año anterior, a ver si cuela.
También se lanzan cursos para aprender cosas (idiomas, informática, corte y confección…) con la misma estrategia y expectativas. Y promociones para gimnasios, y talleres de pintura, danza… todo merece ser empezado en septiembre, todo puede iniciarse justo cuando entra el otoño. ¿No es esto otro mensaje? Obviamente sí: Nunca es tarde para empezar algo nuevo.
En septiembre se produce la vendimia, se recoge la miel, la aceituna y otras frutas que no parecen frutas como el membrillo y otras que ni siquiera lo son, como la mora; es un mes que tiene una estación pequeñita en su interior, el veranillo de San Miguel, y a los atunes les pasa algo porque los encuentras más baratos en el mercado. Septiembre es un mes adorable y por eso yo lo adoro.
En octubre seguiré hablando de septiembre y quizá también en noviembre y diciembre para dejar claro que no exagero cuando digo que es un mes que da mucho para hablar.