Mi vecino, del que hace mucho tiempo que no hablo, no
se conforma con tener figuras hechas en plástico, de chinos mandarines
inclinadas hacia un lado, como si estuvieran talladas en la época Ming en el
curvo colmillo de un elefante, y cuadros con escenas de caza memorables en la
boiserie, además se declara hombre feliz. No hay derecho, es lo que yo le digo.
Cómo puedes ser feliz teniendo esos objetos en el salón de tu casa. Hombre, es
que si fueran auténticos, sería mucho más feliz, me dice ufano mientras su mujer, mi vecina, coge con
indolencia antes de salir de casa un bolso de plástico en el que pone por todos
los lados LV . No entiendo como las mujeres se matan por llevar un bolso con
publicidad de su fabricante en los cuatro costados, le digo, ¿acaso Louis
Vuitton le paga por pasear su marca? No, claro que no, me responde, cómo iba a
pagar si además es una falsificación. Ya claro, otra falsificación.
Por supuesto el reloj que lleva mi vecino es un trolex que se compró en el Chinatown de Nueva York hace mucho tiempo. Me lo enseña con orgullo sin tratar de engañarme pues confiesa abiertamente que le costó quince dólares. Observo que entre las agujas hay algo que no forma parte del reloj, un objeto minúsculo que no debería estar ahí y que si no fuera porque se apoya en la manecilla de los minutos, estaría descansando en las seis y media. ¿Qué es eso?, le pregunto. Entonces mi vecino me contesta que se trata de una miga de pan. Se ve, me explica, que el chino se estaba comiendo un bocadillo cuando montó el reloj. Al principio también había restos de pastrami, dice, pero supongo que se lo han comido los ácaros. Pongo un poco cara de asco y en ese momento llega Borja, su hijo pequeño, del cole. Trae una expresión de adulta preocupación para demostrar a su progenitor que el día ha sido duro y deja caer su cartera, es un decir porque tiene rueditas, según entra, justo a mi lado. Yo me fijo, que entre otros libros lleva El Quijote, pero no el QuijoteQuijote, sino una versión firmada por Arturo Pérez Reverte. Otra falsificación, me digo yo mismo, ¿Pero es que en casa de mi vecino todo son falsificaciones?
Por supuesto el reloj que lleva mi vecino es un trolex que se compró en el Chinatown de Nueva York hace mucho tiempo. Me lo enseña con orgullo sin tratar de engañarme pues confiesa abiertamente que le costó quince dólares. Observo que entre las agujas hay algo que no forma parte del reloj, un objeto minúsculo que no debería estar ahí y que si no fuera porque se apoya en la manecilla de los minutos, estaría descansando en las seis y media. ¿Qué es eso?, le pregunto. Entonces mi vecino me contesta que se trata de una miga de pan. Se ve, me explica, que el chino se estaba comiendo un bocadillo cuando montó el reloj. Al principio también había restos de pastrami, dice, pero supongo que se lo han comido los ácaros. Pongo un poco cara de asco y en ese momento llega Borja, su hijo pequeño, del cole. Trae una expresión de adulta preocupación para demostrar a su progenitor que el día ha sido duro y deja caer su cartera, es un decir porque tiene rueditas, según entra, justo a mi lado. Yo me fijo, que entre otros libros lleva El Quijote, pero no el QuijoteQuijote, sino una versión firmada por Arturo Pérez Reverte. Otra falsificación, me digo yo mismo, ¿Pero es que en casa de mi vecino todo son falsificaciones?
Mi vecino que otra cosa no tendrá, pero observador es
un rato, se da cuenta de mi estupor y me explica que se trata de una versión
para niños de El Quijote. Mi expresión no mejora gran cosa y me dice, para
tranquilizarme, que la edición está sancionada y tutelada por La Real Academia
de la Lengua. Ah vale, digo yo, entonces sí. Se me ocurre que la Fundación
Amigos Museo del Prado, podía sacar versiones para niños de, por ejemplo,
cuadros de Goya. La Carga de los Mamelucos, con ese nombre, seguro que en su
edición infantil, sería un exitazo. O la ópera Madame Batterfly, o ya puestos,
La Máquina de Follar de Bukowski. Hagamos versiones infantiles de todo, y como
seguro que traen dibujos, serán mucho más divertidas que los originales por lo
que podremos prescindir de ellos. Podemos vivir todos en un mundo que sea una
falsificación del mundo real, es decir, una falsificación de si mismo, seguro
que si la falsificación es buena, nos sale más barato y ni nos damos cuenta de
la diferencia.
¡chapeau! tanto me ha gustado que me ha hecho cambiar de opinion sobre el Quijote de APRE. En un pricipio me parecio buena idea pero me has convencido, Quijote solo hay uno y asi ha de ser, uno solo ha de seguir per secula seculorum. De hecho, yo lei cuando era pequeño una version para niños y luego ya no he leido el "autentico" y quiza algo tuvo que ver que ya lo habia leido.
ResponderEliminargracias y me alegro de todo menos de que no haya leído El Quijote auténtico. Nunca es tarde ;-))
EliminarNo nos olvidemos de "Pierre Menard, autor de El Quijote", o algo así era el título de un cuento de Borges, que me gustaba mucho
EliminarLo que no dices es que esto no es un blog, sino un falso blog, y tú no eres Samael, sino su doble. Además, yo no soy César, sino alguien que se hace pasar por César.
ResponderEliminarcuánticamente, sin ninguna duda.
EliminarLo de las falsificaciones es muy divertido, tenías que ver las falsificaciones en Burkina Faso, de marcas absolutamente desconocidas.
ResponderEliminarY de unas calidades indescriptibles.
Una vez compré un alargador y lo conecté en la cocina, pero no lo desenrollé del todo. Afortunadamente pasé por allí y vi cromo ardía por el calor de la corriente, a punto de quemárseme toda la casa.
Pero algo que nunca se me olvida es un reloj que tenía mi querida Concha, de cuando era joven de marca
ASIEKON
¿Y qué?, pensarás
La cuestión es que se lo compró su padre porque lo vieron en el escaparate y, como las agujas en las relojerías, siempre se ponían en las 10:10, una aguja tapaba al A y la otra la N, con lo que la marca que veías era
SEIKO
que tampoco es que sea el non plus ultra, pero parecía 'de marca'
el famoso alargador enmascarado. Lo del reloj es una prueba de la astucia a la hora de aprovecharse de otras marcas para vender engañando. Es como el ejemplo que pone César. Otras veces se utilizan diseños de logotipos muy parecidos, los mismos colores corporativos, la misma tipografía...
EliminarPor no mencionar el famoso chicle KABAZO. Tenia forma cilíndrica y la marca estaba escrita alrededor de su perímetro. De forma que podía leerse KABAZO, pero también BAZOKA.
ResponderEliminarme acuerdo perfectamente del chicle Kabazo (y del bazoka, por supuesto). vaya morro, sí, además las letras eran las mismas. Dentro de todo, unos genios, no me digas.
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