jueves, 28 de febrero de 2019

Cementerio de maletas










Cuando viajo en avión, jamás me ha dado por pensar que me pueda pasar algo, ni al despegar ni durante el vuelo ni en el aterrizaje, sin embargo, en cuanto llego a mi destino y estoy delante de la cinta transportadora de equipaje, siempre me pongo en lo peor. No hay vuelo que yo haga que no tenga la firme certeza de que mis maletas se han perdido. Nada más bajar del avión ya me empiezo a angustiar y a preguntarme qué voy a hacer durante tanto tiempo en esa ciudad sólo con lo puesto. Cuando llego a la zona de recogida de equipajes la cinta aún no está en marcha pero la ansiedad que me produce ya ha empezado a atormentarme. De repente, tras un ruido característico de arranque, se pone en movimiento y empiezan a aparecer las primeras maletas que desfilan tambaleándose indisciplinadamente, mareadas después del trayecto. Todos los viajeros escrutamos el despliegue de bultos como águilas al acecho de sus presas, y enseguida aparecen manos que empiezan a capturar lo que es suyo en un continuo revuelo. Me recuerda el festín que se dan los cormoranes cuando encuentran un banco de arenques. De mi maleta por supuesto ni rastro.
Luego, poco a poco los pasajeros se van alejando satisfechos con los carritos repletos de maletas. No puedo evitar mirar de reojo por si alguno ha tenido la indecencia o el error de capturar la mía. Tampoco puedo evitar pensar que cómo puede alguien viajar con tal cantidad de equipaje, me parece una barbaridad, los riesgos de perder algo se multiplican innecesariamente. Al final quedamos no más de diez personas que nos miramos con la complicidad de los que están condenados a muerte. Luego de diez pasamos a nueve, ocho…, cinco, y en ese momento ya me siento el hombre más perdido del mundo. Estar en un aeropuerto, en una ciudad lejana, sin maleta, es la imagen de la desolación.

He consultado los datos que hay sobre este asunto y solo en Europa, se pierden 10.000 maletas al día, pero no todas se recuperan; el 15 % acaban en el olvido. Eso significa que al cabo del año, hay 547.500 maletas que jamás llegarán a manos de sus dueños. ¿A dónde van a parar? ¿Qué pasa con todas esas camisas limpias, pijamas, neceseres, zapatos para ir a la ópera o a la playa, calzoncillos, regalos absurdos para amigos que hace tiempo que no vemos, incluso máquinas fotográficas? Pues pasa que acaban en una subasta. En el aeropuerto de Frankfurt, por ejemplo, se subastan al día 400 maletas distribuidas en pequeños lotes. La subasta es a ciegas y no sabes lo que te va a tocar, salvo que seas uno de los muchos especialistas que acuden con la esperanza de encontrar algún tesoro en alguna de las maletas que adquieren. “Huelen” el lote que puede ser más interesante y pujan por él como los marchantes entendidos en arte lo hacen en Sotheby’s. Esto me hace pensar en que realmente hay gente para todo. También me hace pensar si no es más interesante pujar por un montón de maletas perdidas cuyo contenido es un enigma,  que por un cuadro que ya sabemos de antemano lo que puede valer. Y no olvidemos el morbo de hurgar en una maleta ajena, que no tienes ni la menor idea de a quién pertenecía. Impagable.  
Personalmente, a mí todo esto me resulta muy reconfortante, pues prefiero pensar que mi estupenda chaqueta que iba en la maleta que me perdió American Airlines en San Francisco, finalmente alguien la pudo lucir con mi elegancia. Una elegancia adquirida en una subasta.




jueves, 14 de febrero de 2019

Una historia de amor







Hace mucho tiempo leí una noticia sobre el amor que se profesaban dos perros (perro y perra), hasta el punto de que uno de ellos sacrificó su vida por  el otro, que me hizo llorar desconsoladamente. No hay nada que temer pues  no pienso contar la historia, solo mencionarla. Aprovecho para decir que algo pasa con los perros en cuanto a su capacidad de querer, porque se pueden contar millones de historias de amor de perros hacia sus amos, aunque para mí, incluir la palabra amo en una relación de amor no encaja nada bien, a pesar de que ambas palabras comparten el 80% de sus letras.

No sé qué tienen las historias de amor, pero por lo general no suelen gustar a nadie. Que si son cursis, que si resultan empalagosas, que no se las cree nadie, que si patatín que si patatán, y por supuesto que son para chicas. Sin embargo, tengo que confesar que a mí sí me gustan, incluso me emocionan; ojo, solo las de amor auténtico.

De todas las historias de amor que conozco hay una que impresiona por su autenticidad. Se trata de la más larga de cuantas historias de amor se conocen, exactamente dura seis mil años. Y los que te rondaré morena. No se sabe muy bien cómo ocurrieron los hechos, imposible saberlo, pero el caso es que se han encontrado dos esqueletos unidos en un abrazo, un abrazo eterno, que da testimonio de que o bien murieron juntos, al mismo tiempo, o bien, la diferencia entra la muerte de uno y otro es tan pequeña que sus seres queridos decidieron enterrarlos juntos.





Un amor que por increíble que parezca, después de 6.000 años sigue como el primer día, mejor dicho, como el último. Un amor para toda la muerte, que siempre es mucho más duradero que un amor para toda la vida. La tumba que contiene los restos de los dos enamorados se encuentra en una necrópolis neolítica, un yacimiento arqueológico que tiene el inapropiado nombre de Campo de Hockey. Está en San Fernando, en Cádiz. 
Científicamente se trata de un varón de unos cuarenta años de edad que vivió hace seis mil años, y una hembra bastante más joven de la misma época. Literariamente se trata de un amor eterno, un amor en que cada uno estaba por los huesos del otro, y así siguen.
Historias como ésta son las que hacen pensar que el amor eterno sí existe. Felicidades.






martes, 12 de febrero de 2019

Un planeta de mierda (científicamente hablando)








Según opinión de la gran mayoría de biólogos, vamos a conseguir que la Tierra sea un planeta de mierda. Así, dicho con esa contundencia científica que no admite lugar a dudas.  He escuchado en la radio, fuente inagotable de sabiduría, que la agricultura, tal cómo se está llevando a cabo en la actualidad, es la gran culpable. Fíjate, con lo inocente, natural y bucólica que parece de lejos. Pues resulta que no. Toda la tragedia se debe al uso de plaguicidas y productos químicos pesticidas que están acabando con una cantidad impensable de insectos, principalmente abejas, mariposas y escarabajos. En esta misma noticia se hablaba de una disminución en la masa total de insectos en la tierra de no sé cuántas miles de toneladas al año. Cuesta trabajo imaginarse toneladas de insectos sin torcer el gesto, pero su desaparición significa una ruptura terrible en el equilibrio ecológico que mantiene la sagrada cadena trófica en orden. Los insectos, desde su aparición al final del periodo Devónico hace casi 400 millones de años, se encuentran en la base estructural y ya sabemos que cualquier alteración en la interrelación de los seres vivos del planeta tendrá sus efectos en el planeta en su conjunto, no solo en los directamente afectados. Con la desaparición de las polillas, no solo son las polillas las que desaparecen.

No digo esto para concienciar a nadie, pues por mucho que se conciencie quien esté leyendo este artiblog, no va a ser capaz de cambiar nada, además estoy convencido de que todo el mundo lo sabe y que no estoy descubriendo nada nuevo a nadie. Lo impactante de la noticia, para mí, y por eso aparece en este artiblog, es el perfecto equilibrio que se ha alcanzado, a lo largo de millones de años de evolución, entre todas las especies de animales y plantas. Todos dependen de todos, y aunque aparentemente no haya ninguna relación entre una medusa que flota estúpidamente en el Índico y un oso hormiguero que se relame pacíficamente en algún lugar de Sudamérica, si que existe. Todo es cuestión de dejar el tiempo necesario para que uno acabe echando de menos al otro, pues una red invisible mantiene a todas las especies vivas en contacto. También intervienen las plantas, pues también tienen vida.

La vida, se esfuerza en demostrarnos lo maravillosa que es, y nosotros en lugar de quedar fascinados por su magia, hacemos cosas que estúpidamente conducen a su destrucción.

Pero eso no es lo peor. Aprovecho el momento para comunicar algo que está bastante relacionado con este artiblog, y es que muy pronto voy a lanzar al ciberespacio La tertulia perezosa en versión podcast. Algunas veces también aparecerá en Youtube.

Todo, todo, absolutamente todo está interrelacionado, resulta increíble.





                                                             MUY PRONTO, ANTES DE LO QUE QUISIERAIS