lunes, 20 de marzo de 2023

Efecto mariposa


Si alguien tiene alguna duda de que el hombre es un animal social, es porque no ha enfocado bien la proposición. Yo tampoco. Hasta ahora, que me he dado cuenta de lo que realmente significa eso de ser un animal social.

No tiene nada que ver con los hábitos que tenemos por separado, ya que, efectivamente, hay personas que son tan sociales como las almejas, sino con las consecuencias de vivir en sociedad. Con esto de vivir en sociedad, ya está todo explicado. 

Bueno todo no. Hay que aclarar que lo que sufrimos o disfrutamos individualmente es debido, no a lo que hace la sociedad en conjunto, que pudiera parecer, sino a lo que hace una persona en concreto. Una entre ocho mil millones, que se dice pronto. Quizá, no hay un único responsable, pueden ser media docena o pocos mas, pero es terrible pensar que sus acciones van a repercutir en la vida de la totalidad del planeta. Vale, me gusta exagerar, sólo en la vida de casi la totalidad del planeta.

¿Que un genio inventa la penicilina (o descubre)? pues gracias a su trabajo salimos todos ganando a la hora de enfrentarnos con las bacterias. De repente, un tipo al que nadie conoce, y nadie sabe su nombre, inventa una chorrada tan grande como es el sextante, y la navegación, con todo lo que conlleva, se convierte en otra cosa.  

De la misma forma que todos nos aprovechamos de lo que hacen los genios, también todos sufrimos las penalidades derivadas de las acciones de gente perversa y también pagamos los estropicios provocados por las cagadas de un puñado de capullos, esas también las sufrimos todos.

Según he leído, desde 1870 ha habido 14 grandes recesiones mundiales. Todas, las catorce, han sido provocadas por pandemias, guerras o crisis bancarias. En los últimos cinco años, hemos tenido una pandemia, luego una guerra que destaca sobre las demás por su alcance económico mundial, y para rematar la jugada, ahora también una crisis bancaria. La pandemia, no está claro su origen, la guerra, sí está claro quién la ha empezado, y la crisis bancaria, sabemos que se inició por el hundimiento del SVB consecuencia de la torpeza  de quienes lo dirigían. La que han organizado, virgen santa.

No voy a entrar en los detalles técnicos que han intervenido en la errada toma de decisiones de un grupo de engominados ejecutivos, porque tendría que copiar y pegar lo que he leído sobre el asunto, ya que no tengo la suficiente ciencia como para aportar algo que no se haya dicho ya por sesudos analistas financieros, pero tampoco es necesario. A dónde quiero llegar no tiene nada que ver con la economía ni con las finanzas, esto es simplemente un ejemplo, lo que pretendo es poner de manifiesto lo increíblemente vulnerable que es el orden mundial. 

No es necesario organizar un ejercito para atacarlo, basta un grupo de ceporros, completamente desconocidos, que por ambición o por torpeza, hacen mal las cuentas y con su equivocación arrastran al avismo a dos o tres continentes. O cuatro. Quizá los cinco.

Esto es lo que significa que el hombre es un animal social. No es otra cosa.



Leoncio López Álvarez












jueves, 16 de marzo de 2023

Procrastinator's fashion






En estadística, ciencia que debería estudiarse en cualquier carrera universitaria (incluso las  nociones básicas, en el colegio), la moda, es el valor que aparece con mayor frecuencia en un conjunto de datos. La moda afecta, por tanto, a TODO, ya que cualquier cosa que se nos ocurra es un conjunto de datos.

Por ejemplo, en el lenguaje hablado, hay expresiones que cobran un repentino ímpetu, y todo el mundo empieza a usarlas aunque no venga demasiado a cuento. Casi siempre es culpa de los políticos, que encuentran en la expresión de moda un práctico comodín para emplear como muletilla en sus intervenciones. Por ejemplo: "como no podía ser de otra manera", expresión sintética de lo obvio, de todo aquello que no merece esfuerzo en aclarar. Dado que siempre tienen que estar aclarando cosas, es lógico que esta expresión pase a ser la más llevada en sus discursos. No hay temporada, otoño, invierno primavera, que no haga furor en parlamentos y ruedas de prensa. En verano se lleva menos, porque están de vacaciones.

No voy a poner más ejemplos, pues tengo que confesar, que no me gustan las expresiones que se ponen de moda, y no quiero contribuir a su difusión.

También ocurre con las palabras; cuando menos te lo esperas, sale una que hasta hace nada, nadie usaba, y de repente está en boca de todo el mundo. Ejemplo: resiliencia. Otro ejemplo de hace más tiempo: procrastinación.

Qué sería de nosotros, los vagos de toda la vida, si no pudiéramos referirnos a nuestra condición con esa elegantísma palabra. Nos duele reconocer nuestra vaguería  (a mí no) pero nos enorgullece hablar de nuestra procrastinación. Hasta los más afanados en sus tareas, de vez en cuando presumen de ser procrastinadores sin serlo.  

Hoy, aunque parezca mentira porque es evidente que estoy haciendo algo (escribir esto), me siento particularmente procrastinador y pensando en mi irrenunciable condición, he llegado a la conclusión de que en este caso, he conseguido elevar la procrastinación a la categoría de arte. Me he visto arrellanado en mi sillón, con las piernas encima del cajón gitano, un par de revistas tiradas en el suelo y un libro sobre el regazo, y me he dicho: caramba, qué hermosa estampa haces, Tito. Me he gustado, qué caramba.

Se me ha ocurrido entonces, que es una pena desperdiciar esta imagen, dejarla pasar sin que tenga difusión; es algo que todo el mundo con cierta sensibilidad artística, aquellos que buscan una experiencia estética, deberían contemplar. Creo que voy a permitir que quién quiera, venga a verme. Pagando una entrada, obviamente.

Se ruega llamar antes.


Leoncio López Ávarez


domingo, 5 de marzo de 2023

Aplastar la demanda.


 

Estoy leyendo Algo ha pasado, de Joseph Heller, el genial autor de Trampa 22, y me he acordado, inevitablemente, de John Yossarian, el protagonista de aquella divertida novela, que como recordaréis, estaba obsesionado con que todo el mundo quería matarlo. Tenía razón, pues pilotaba un avión de combate en el frente italiano, y lógicamente, los italianos deseaban derribarlo.  De la misma forma, yo tengo la sensación de que todo el mundo, TODOS, no solo los italianos, tratan de venderme algo. Continuamente. Desde que me despierto hasta que cierro los ojos.

Hace tiempo decidí cambiar el molesto zumbido del despertador por una radio programable, pero la cagué. Ahora es peor. Las siete y media, mi hora de levantarme, coincide con un bloque de anuncios que dura diez minutos; esa es mi forma de saludar al nuevo día, atosigado por mensajes de la Agencia Negociadora del Alquiler, Murprotec y una central de alarmas que odio profundamente, tanto que no he retenido su nombre.

Luego sigue, los anuncios van a estar presentes durante todo el día, pero eso es lo menos molesto. Lo malo es abrir el correo y estar media hora desechando emails que también tratan de venderme algo. Mensajes de Linkedin con los mismos propósitos, y conversaciones privadas de Face Book ofreciéndome desde un coche a un crédito con unas condiciones asombrosas. 

Todo el mundo quiere vender algo a todo el mundo. ¿No era mejor cuándo nuestra única obsesión era recolectar gramineas, y si podíamos, cazar alguna presa moribunda? (lo de los peligrosísimos mamuts, yo creo que es leyenda) ¿Dónde está el gran avance de la humanidad?

Nuestra vida está basada en las ventas, pero las ventas a veces destruyen nuestra vida. Ahora estamos en plena inflación y reducirla implica aplastar la demanda para hacer frente a una oferta limitada, pero esta maniobra se contradice con lo que yo veo todos los días, que es a todo el mundo animándome a que consuma más.

¿Qué hago? ¿Consumo más o aplasto la demanda? 

Aviso de que yo solo no voy a ser capaz de detener la inflación, aún así, aplastaré, en la medida de mis posibilidades, la demanda.


Nota post scriptum: a los que no estén de acuerdo conmigo, les animo a que compren Quantum, mi última novela. Basta con pinchar en el enlace, arriba a la derecha.


Leoncio López Álvarez