lunes, 26 de diciembre de 2022

El cuento que no he escrito yo

El año pasado dije que ya no volvería a escribir más cuentos de Navidad y cumplí mi palabra, no lo escribí. Este año, siguiendo mi promesa, tampoco lo he hecho. Doy por terminada, de forma definitiva, la costumbre de escribir un cuento navideño que inicié en el año 2000. 

Sin embargo, este año, alguien o algo, ha escrito el cuento por mí. Por curiosidad, le he pedido a un programa de inteligencia artificial que escriba un cuento navideño, y lo ha hecho en treinta segundos. Todo lo que yo le he indicado es que fuera corto y que los protagonistas del cuento fueran dos personas enfrentadas, dos enemigos de toda la vida. Esa ha sido toda mi aportación.

Os paso a continuación el resultado. No he cambiado ni una coma, lo transcribo tal cual lo ha escrito el programa.

Espero que os guste como si lo hubiera escrito yo mismo, que sé que me tenéis un razonable y merecido cariño.


(NO TIENE TÍTULO)

Era Navidad en plena guerra y dos soldados enemigos, uno de ellos llamado Juan y el otro llamado Pedro, se encontraban en la trinchera enfrente de cada uno. A pesar de estar en medio de una batalla, ambos sentían la magia del espíritu navideño y se preguntaban cómo sería celebrar la Navidad en sus hogares lejanos.

De repente, una granada cayó cerca de ellos y ambos soldados comenzaron a correr en direcciones opuestas. Cuando se detuvieron a tomar aliento, se encontraron cara a cara en un claro en medio del bosque. Sin pensarlo dos veces, sacaron sus armas y se prepararon para el combate.

Pero entonces, algo extraño sucedió. Juan comenzó a tararear una canción navideña y Pedro se unió a él. A pesar de ser enemigos, se dieron cuenta de que tenían más cosas en común de lo que habían pensado. Después de cantar juntos durante un rato, ambos soldados decidieron llamar un alto al fuego por un día y celebrar juntos la Navidad.

Juan y Pedro encontraron un árbol de Navidad cerca y lo decoraron con lo que encontraron en el bosque. Luego, compartieron una pequeña cena y se contaron historias sobre sus hogares y familias. Al final de la noche, se dieron la mano y se desearon felices fiestas.

A la mañana siguiente, ambos soldados regresaron a la guerra, pero la experiencia que compartieron juntos durante la Navidad nunca se les olvidaría. A pesar de las diferencias que los separaban, se dieron cuenta de que todos tenemos más en común de lo que pensamos y que la Navidad es una oportunidad para unirnos y celebrar la paz y el amor.


Vale, no es gran cosa, pero ¿quién escribiría algo así en treinta segundos. Da un poquito de miedo, y esto, en conjunto, es mi cuento de Navidad, un cuento de terror.



sábado, 17 de diciembre de 2022

Mi propósito para el nuevo año


He decidido que este año que viene me voy a hacer viejo. En primer lugar porque creo que los propósitos que nos propongamos han de ser fáciles de cumplir, y en segundo lugar porque empecé a ser joven hace mucho. Ya va siendo hora. 

Por supuesto que podría seguir siendo insolentemente joven todo el tiempo que me dé la gana, experiencia no me falta. De hecho tengo mucho más conocimiento de lo que significa la juventud que cualquiera de veinte y  pocos años. 

Además, he observado que no todo el mundo vale para ser joven. Parece algo sencillo, pero no lo es, incluso muchos jóvenes, por edad, no tienen la menor idea de cómo serlo. No, no basta con tener pocos años, ni con ser atrevido, irreverente y descarado.

El otro día escuché a alguien decir de un tercero, en tono casi de desprecio, que ya tenía treinta y muchos años. ¿Como que treinta y muchos? por muchos que le pongas a los treinta, no llega a cuarenta, y eso, queridos, es una mierda, no es nada. En mi lugar querría ver yo a ese añoso de treinta y muchos.

Estoy harto de oír hablar de la juventud como si fuera el resultado de un gran esfuerzo. Esta idea persistente y machacona aparece sobre todo en publicidad. Mensajes como  "Tú te lo has ganado" "Para gente como tú", "Porque no aceptas las normas", etcétera, nos llegan continuamente identificando juventud con sólo una de sus características.  Pero vamos a ver: "¿Tú te lo has ganado?"¿Pero ganado qué  y por qué? 

Es necesario ser joven con muchísimos años a las espaldas para darse cuenta del engaño.

Tenía un amigo de la infancia, que ya he recordado en otras ocasiones en este blog, que con apenas doce años, decía que estaba deseando ser viejo. ¿Para qué?, le preguntábamos intrigados sus amigos. Entonces,  mientras agitaba un bastón ficticio delante de él  con el que espantaba a imaginarios niños,  respondía con voz impostada: para poder decir "a ver, niñitos, apartad, apartad".

Pues eso, el próximo año, haré lo que mi amigo de la infancia, pero con un bastón real. También buscaré niñitos de verdad, pero me temo que ya no juegan en la calle, como entonces.

Maldita sea, voy a tener complicado esto de ser viejo. La única solución es sustituir a los niñitos por viejos como yo, incluso menos que yo.


Leoncio López Álvarez