No es necesario ser ingeniero ni especialista en
resistencia de materiales para saber lo que es la fatiga de materiales. Todo el
mundo se hace una idea, pero por si acaso, haré un ligerísimo apunte sobre lo
que significa: una pieza se puede romper con cargas dinámicas repetidas, así,
plaf, sin necesidad de que sean demasiado grandes. Es más, y aquí viene lo
gordo y lo que hace de la fatiga de materiales algo que siempre hay que tener
en cuenta: se pude llegar a la rotura con cargas (fuerzas) cíclicas, relativamente
pequeñas, muy inferiores a la
fuerza puntual estática que sería suficiente para romper la pieza de una sola vez. En otras palabras, el mismo material soporta mucha más
fuerza si la aplicas una vez, que si estás todo el rato jode que jode. Pues
bien, la física, como ya se ha dicho repetidas veces en este foro, siempre es
aplicable tal cual a nuestras
vidas cotidianas y sus leyes se cumplen inexorablemente con la misma certeza, por lo que no
tengo más remedio que declararme en estos momentos a punto de rotura.
Estoy harto: desde que me levanto hasta que me
acuesto no paro de escuchar las mismas frases, una y otra vez, repetidas por diferentes
personajillos de forma insistente y machacona, que actúan como fuerzas cíclicas
sobre mi ánimo y mi paciencia, a punto, ya digo, de la rotura. Ya no puedo más.
Estoy hasta las narices de oír
cómo todos los que tienen asuntos en los juzgados respetan la decisión de los
jueces (estaría bueno que no). También todos dicen que hasta que no se
pronuncien los jueces, ellos no tienen nada que decir. Estoy harto de las
presunciones de inocencia. Harto de “está en manos de la justicia”, harto
de “estamos trabajando en ello”,
harto de “yo no lo sabía”, “no era mi responsabilidad”, “si está tan seguro de
lo que dice, póngame una querella”, “ese señor ya no pertenece a este partido”,
“hasta que no se demuestre su culpabilidad…”, “caiga quien caiga”, “es una
persona muy respetable”, “no es asunto nuestro”, “eso pertenece al ámbito
personal”, “pueden creerme….”, “eso está sin demostrar”, “y qué me dice usted de
los ere de Andalucía”, “si tiene que ser juzgado que lo juzguen”, harto de
escuchar la frasecita que exonera de toda culpa: “todos los políticos son iguales”, “todos son unos sinvergüenzas”,
harto de oír con fingida admiración: “este país saldrá adelante porque los españoles somos estupendos”,
harto, completamente harto.
Y para mayor inri, también estoy hasta el colodrillo
del sonido que hace mi teléfono cuando entra un guasap, o un SMS. ¡Dios, qué
hartazgo!