Yo nunca leería nada que llevara como título EL
SENTIDO DE LA VIDA, pero en esta ocasión no he tenido más remedio porque se trata
de algo que he escrito yo. Vosotros aún estáis a tiempo de salir corriendo de
esta página y hacer algo útil. Esa es precisamente la cuestión: algo útil.
Hay gente que se pasa toda su vida haciendo cosas que
aparentemente no sirven para nada y sin embargo llega un momento en que de
repente todo toma sentido y se convierte en lo más grande, lo más importante
para alguien. Ese alguien puede ser un completo desconocido. En este caso,
¿vale la pena el esfuerzo empleado?
Esta reflexión, que tampoco es la bomba, la vamos a
dejar ahí y luego ya volveremos a ella.
El otro día estaba yo hojeando un libro espantoso
tratando de ver si es verdad eso de que en un libro malo, también puedes
encontrar algo bueno, y leí la historia de un campeón mister universo (esos individuos
que se entrenan para tener unos músculos hiperdesarrollados) que me dejó
impresionado. Este señor se pasó toda su vida en un gimnasio entrenando horas y
horas (para tener un cuerpo que daba grima verlo, por cierto) ensayando delante
de un espejo posturas ridículas para que asomaran los músculos más recónditos, tiranizado
por un régimen alimenticio inapelable, excluido de todos los hábitos divertidos,
obligado a otros terribles y sometido a otros muchos suplicios inimaginables,
la mayor parte del tiempo dopado, con una única finalidad: quería ganar un
concurso de mister universo. No conozco a muchos que puedan decir que este
señor había enfocado bien su vida, a mi por lo menos me parece un desperdicio
de todo, de energía, de sacrificios y hasta de las toneladas de plátanos que
tuvo que comerse la criatura. Pues bien, resulta que cuando ya estaba hecho un
coloso, preparado para la gran prueba, según iba hacia el recinto donde se iba
a celebrar el campeonato mundial de macistes, presenció un accidente en el que
un niño quedó atrapado bajo un camión de gran tonelaje. Nuestro amigo fue
corriendo y así, sin calentar, levantó el camión con las dos manos y lo sostuvo
en vilo hasta que sacaron al niño. El esfuerzo fue tan bestial que se rompió
los tendones de ambos bíceps. Naturalmente no pudo acudir al campeonato, y lo
que es peor, no pudo volver a entrenar para recuperar su musculatura (una vez
que te rompes el tendón del bíceps, solo puedes hacer el 70% del esfuerzo que
antes eras capaz de hacer).
Terrible: su vida había dejado de tener sentido. Es
terrible, sí, pero gracias a que su vida había perdido el sentido que él mismo
había decidido darle, un niño pudo salvar la suya.
Ahora ya podemos volver al segundo párrafo de este
artiblog, que con ese título yo jamás habría leído.
Pues va a ser verdad que de un libro malo se puede sacar algo de provecho: así, por lo pronto, hacernos reflexionar. Que no es poco.
ResponderEliminarAhora bien, espero que al protagonista le invadiera la misma sensación que a nosotros para que viera en ese suceso un sentido a su vida, y que no seamos el resto de la humanidad quien se esfuerce en convencerle mientras él continua maldiciendo su mala suerte por no poder participar en ese concurso. Porque poco le importará lo que piensen los demás si él no se siente realizado por salvar un niño a costa de sacrificar sus brazos. Que nosotros veamos el sentido en la vida de los demás no significa que ellos, forzosamente, lo encuentren.
P.D.: No quisiera parecer demasiado quisquilloso ni chafar la expectación que levanta tu seductora primera frase del artiblog (aunque igual lo acabo haciendo). Pero creo recordar que perpetré en mi blog una chorra-entrada, de esas que me salen aporreando el teclado, que precisamente se titulaba "el sentido de la vida", y no puedo evitar sentir una ínfima sospecha de que acabaras echándole un vistazo. Más que nada porque un tal Samael tuvo la amabilidad de comentar algo por allí. Pero oye, que igual no eras tú, porque ese nick es muy común en internet ;)
Ahí está el intrígulis, en que el hecho de que nosotros le encontremos sentido no significa que se lo encuentre el principal protagonista.
EliminarSí, recuerdo tu entrada, y la leí encantado, pero... no se titulaba EL SENTIDO DE LA VIDA (no la hubiera leído, tal como confieso aquí ;-)), se llamaba EL SENTIDO DE LA MUERTE , y ese giro, amigo, lo cambia todo.
Sí, esa fue la entrada que puse la semana siguiente donde explicaba que no podía entender el hecho de que 200.000 personas estuvieran ya apuntadas en una misión espacial, sin retorno, a Marte. Pero yo me refiero a la anterior, en la que contaba de una forma un tanto esquizofrénica, cómo mi gata me había escogido, de entre los humanos que conoce, para otorgarme la difícil misión de ser su único y exclusivo rascador de orejas. Dándole así un sentido a mi vida. Pero, vamos, que es normal que no lo recuerdes, porque era una de las tantas chorradas que pongo por allí y no pretendía tener ningún calado profundo o existencial.
EliminarDe todas formas, aún no comprendo tanta reticencia a leer algo que llevara ese título. Aunque sólo fuera por curiosidad. Y, ya que estamos, ¿hay algún enunciado más que te desagrade hasta el punto de rechazar su lectura?
Es verdad, el rascador de orejas... pues que sepas que esa es una de las que más me han gustado, aunque solo sea porque mi destino también incluye rascar las orejas de sucesivos gatos. Me gustan los gatos.
EliminarLo de la reticencia a leer algo con ese título, por tratarse de una frase hecha y manida, es simplemente una broma, una broma que me hago a mí mismo pues ese es el título que finalmente lleva este artiblog.
Ahora que me fijo, la broma es malísima y carece de la menor gracia, pero esto me pasa a menudo, no es nada preocupante.
;-))