Hay que ver cómo somos de tontos todos los
prefreudianos, freudianos y postfreudianos, por haber mencionado en alguna
ocasión la expresión envidia de pene,
o al menos, por haber sonreído disimuladamente cuando alguien la mencionaba.
La envidia de pene es un concepto acuñado por Freud
para demostrar que provenía de una familia extremadamente machista y de paso
explicar un montón de comportamientos en las mujeres que se producen, según él,
debido a que cuando son niñas se dan cuenta de que son diferentes a los niños
porque a ellas les falta algo. A partir de ahí, de esa observación aparentemente
trivial, surge la envidia de pene, la sugerencia de incompletitud, el concepto
de Edipo, y la habilidad para zurcir calcetines, siempre según el maestro y sus
admiradores, tanto confesos como secretos. Y yo digo y proclamo que todo eso es
una estupidez enorme, la mayor de todas las inventadas por el hombre. ¡Cómo se
puede tener envidia de algo tan ridículo como es un pene, sobre todo si tienes
algo tan extremadamente práctico como es un clítoris!
Para empezar, al margen de su aspecto a veces irrisorio,
un pene es multifuncional: sirve para orinar, como conducto para la
reproducción y ocasionalmente para dar placer. Este pluriempleo es un desastre,
pues con el tiempo solo sirve para mear, y llegado ese triste momento, siempre
sobre los propios zapatos. Sin embargo un clítoris es otra cosa, está muchísimo
mejor pensado.
La principal cualidad del clítoris está en que solo
tiene una aplicación: su única función consiste en proporcionar placer a su
propietaria, no sirve nada más que para eso. Y nada menos. Dicho de otra forma,
cualquier mujer puede reproducirse y mear sin contar con el clítoris, algo que
no se puede decir del “envidiado” pene, en el caso de los hombres. Y lo más
admirable de todo: un clítoris no envejece, algo que incluso muchas mujeres jóvenes
ignoran. En efecto, este maravilloso centro de placer mantiene su sensibilidad
durante toda la vida, con la misma capacidad a los 20 años que a los 95. ¡Eso
sí es envidiable!
Dicho esto, resulta patético que hablemos de envidia
de pene.