lunes, 1 de diciembre de 2014

Tiempo acuático






Últimamente soy plenamente consciente del carácter acuático (acuático, no cuántico) del tiempo y eso es algo que llevo muy mal. Me molaba más cuando el tiempo era un bloque, para mí era un bloque por decirlo así, inconmensurable, pero a medida que he ido avanzando por esa montaña enorme, se ha ido desmoronando hasta convertirse en arena. En estos momentos, y sé que esto no ha hecho nada más que empezar, si intento atraparlo en mis manos, que es la mejor manera que conozco para atrapar cosas, sobre todo las que más me gustan, se me escapa entre los dedos  como si fuera agua. Ahora todo dura poquísimo. Una semana, por ejemplo, me la liquido en tres o cuatro días como mucho. Antes, si se me daba bien, podía llegar a durar unos diez días y a veces me acercaba a la quincena.
Me acuerdo de que, no hace tanto, las cosas eran bien distintas. Pero vamos a ver, si yo he llegado a aburrirme del verano, incluso he tenido años en que se me ha hecho eterno el invierno. ¿Ahora?, ahora, ni me entero de que hemos pasado el mes de agosto. Dentro de poco, como esto siga así, voy a tener recuerdos de lo que voy a hacer al día siguiente.
Me he leído de nuevo la Historia del Tiempo de Hawking para ver si me daba alguna pista (siempre he mantenido la esperanza de encontrar la solución a mis problemas en lo que se le ha ocurrido a otro) pero lo único que he conseguido es aumentar mi confusión. Yo, por mucho que unifique la gravedad con la mecánica cuántica, con el tiempo me sigue pasando lo mismo. Y mira que lo intento, de verdad.

He llegado a la conclusión de que el tiempo es algo personal, como las corbatas que uno elige o la forma de arreglarse la barba, de modo que no existe un modelo único. Es decir, que el tiempo, como no, también es algo que cada cual tiene el suyo. Esto está muy bien, lo malo, es la forma que tiene de cambiar sin consultar. Volviendo al ejemplo anterior, es como si yo, que tengo barba muy recortada, me despertara un día con unas barbas (en plural  ya no puede ser recortada) que me llegaran hasta el pecho, y además, partida, pongo por caso, como los rabinos. Pues me produciría una sensación igual de incómoda que la que siento ahora con mi tiempo subjetivo. De repente he perdido el control sobre él. Espero que no vaya a más.



4 comentarios:

  1. Te recomiendo que te dirijas a El Corte Inglés, no sé si a la sección de MK o a cuál...
    A ellos el tiempo se les estira como a nadie:
    Los 10 días de Oro, se les van a 15 ó 20 en cuantito se descuidan
    Como La Semana Fantástica, que menos de por 10 días no les sale
    Y acabo de ver hace unos días que el Black Friday se les puso en 4 días, 27-28-29 y 30 de noviembre
    Está claro que es lo que necesitas
    Tira de tarjeta Black o Green, pero no lo dejes pasar
    Besazo, ya queda menos para vernos, 2 semanas...

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    1. jajajaj, sí me has dado una gran idea. El Corte Inglés es el referente para todo, ya además de viajes, motos, coches y seguros, te vende tiempo. Son grandes, los tíos.

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  2. Al leer el título de la entrada he pensado que igual trataba de lo mucho que llueve últimamente. Cosas mías.
    Sí, tienes razón en lo de que vivimos con la impresión de que cada día cunde menos el tiempo que pasa por nuestras manos. Pero no sufras, porque aquí traigo una nueva teoría para explicar este fenómeno (eso sí, igual de absurda o más que cualquiera de las que suelo exponer). El tiempo no ha cambiado para nada, sigue siendo el mismo. El problema somos nosotros, que nos hemos acelerado. Bueno, no nosotros, sino el mundo que te rodea en general. Y si no coges el ritmo a ese acelerón de la humanidad, te encuentras con que no puedes abarcar con todo lo que te gustaría hacer. Ahora quieres ir al cine a ver una película y, como no vayas el día del estreno, a la que te descuidas ya la han eliminado de la cartelera. Creo que la proyectan durante cuarenta y ocho horas. A lo mucho setenta y dos, si es, como llaman en ese mundillo, de largo recorrido. Y no sólo pasa con el ritmo de la sociedad, también lo he detectado de forma particular en las personas de mi entorno. Sobre todo en las nuevas generaciones. El otro día me puse a jugar a la consola con mi prima de once años y juraría que su muñeco se desplazaba por la pantalla a más velocidad que el mío. Y no quedó ahí la cosa, porque luego quiso continuar con el Monopoly, el parchís y el Scattergories. Que yo recuerde, hasta no hace mucho, uno de esos juegos me bastaba para mantenerme ocupado durante semanas, pero parece que a ella le duran un suspiro. Está claro que son los demás, que han entrado en una vorágine sin sentido. No me extrañaría nada que cualquier día de estos, sin previo aviso, comenzara a ver gente por la calle moviéndose a cámara rápida. De hecho, ya me lo parece cuando visito la capital.
    O puede que sea esta maldita lluvia, que descompasa la duración de los días. Por algo la llaman mal tiempo ¿no?

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    1. Sí, tienes razón en que lo que se acelera son las cosas que nos rodean y que todo va a un ritmo cada vez más rápido. Hasta las partidas de Monopoly; cuando se llamba Palé, duraban más.

      Y por las lluvias no te preocupes, que ahora dejarán paso a las tormentas de nieve y a los tsunamis

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