viernes, 26 de septiembre de 2014

Algemesí






Hay algo que soporto menos que cualquier noticia sobre corrupción, menos que la financiación de partidos a base de comisiones en obras públicas, menos que robar dinero que es de todos, menos que el relaxing café, menos que las autopistas innecesarias que luego tiene que pagar el estado, menos que los aeropuertos que nunca despegan pero con los que se ha forrado alguien que todo el mundo sabe quién es, menos que los áticos de lujo en Marbella, menos que las declaraciones del obispo de Alcalá, menos que las amnistías fiscales, menos que los reiterados premios a la lotería y  las peticiones de indulto, menos que las idioteces separatistas, menos que los patriotismos salvadores y nacionalismos bendecidos por la suprema autoridad, menos que cualquier intento de manipulación y menos que nada en el mundo.
Hay algo que no soporto en absoluto, que me revuelve el estómago y me hace llorar. Me refiero al orgullo de un pueblo por torturar a los animales y hacer de ello un motivo de regocijo, fiesta, y distintivo  étnico. En España hay mucha afición a estos espectáculos que yo siento como una vergüenza ajena. No solo es el tristemente famoso toro de la Vega en Tordesillas, que ya es bastante, son otros muchos toros, en cada pueblo, uno.
En estas fechas se celebra y festeja la becerrada de Algemesí. Yo no tenía ni idea, la verdad, y ayer viendo las noticias me quedé estupefacto ante las imágenes de un ataque furibundo de un defensor de la Fiesta (ole) a un detractor que intentó desplegar una pancarta contra la barbaridad que supone la becerrada (ahora contaré en qué consiste). Error, el animalista cometió el error de no darse cuenta de que su atacante sentía el mismo desprecio por los toros que por las personas, y la emprendió a puñetazos con él hasta que se cansó. Al final intervino la policía local para detener, por desórdenes públicos, al pobre animalista atacado y llevarlo a comisaría sangrando como un cochino junto con otros dos compañeros que también protestaban contra la becerrada. Está claro quienes son los indeseables a los que la ley tiene que detener a toda costa. Los otros, los partidarios de torturar a un animal hasta matarlo, siguieron disfrutando de su afición.
La becerrada de Algemesí, en Valencia,  por si alguien no sabe qué es, consiste en torear becerros que nunca llegan a los dos años (entre 10 meses y 24, según los organizadores; es decir, bebés de toro) por aficionados del pueblo. Le ponen banderillas, lo torean entre varios valientes y lo matan con estoque, aunque eso ya no es necesario la mayoría de las veces. Un espectáculo por el que muchos se lían a puñetazos para que siga formando parte de su cultura y tradiciones. Una cultura de bestias que lamentablemente seguimos transmitiendo a las siguientes generaciones como preciado tesoro de nuestras tradiciones.

Perdón, de las suyas; yo, contendiendo las ganas de vomitar,  me desmarco totalmente asqueado.




6 comentarios:

  1. Pues yo no he visto esas imágenes (y casi que me alegro), así que lo único que puedo expresar es la vergüenza que siento como ser humano al constatar la falta total de respeto que tenemos por nuestro mundo y sus habitantes.

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    1. En efecto, y no somos los únicos en el mundo que tenemos esa falta de sensibilidad, me temo que solo la educación puede hacer algo, porque por naturaleza, los hombres somo muy bestias.

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  2. Yo tampoco conocía esa "¿¿tradición??"-animalada (con perdón de los animales).

    Estoy de acuerdo con todo lo que dices, por supuesto. Pero casi todo lo que enumeras más arriba me molesta tanto como este tipo de costumbres. Una cosa no quita la otra :)

    Sííí. Ya sé que era un fórmula retórica, pero me apetecía puntualizar.

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    1. Has puntualizado de maravilla, y suscribo lo que dices. Quizá todo forma parte de lo mismo.

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