Hace mucho tiempo que no hablo de mi vecino y me temo
que ya nunca más volveré a hacerlo. No sé qué pasa con la gente pero no tiene
término medio, o no se mueren nunca o no paran de hacerlo. No la misma persona,
claro. El caso es que mi vecino es del último grupo y palmó el otro día. Era
católico y según daba el pésame a su desconsolada viuda me anunció que la misa
por la salvación de su alma se celebraría en la Iglesia de los capuchinos
(parece más una cafetería), el martes a las siete y media. Un momento,
protesté, a estas alturas Dios ya habrá tomado una decisión de qué hacer con él, y o bien está en
el cielo, en cuyo caso sobran misas, o bien ha sido condenado y ya no hay nada que hacer. ¿Tu crees
que dios va a cambiar de opinión así como así? Sinceramente –amonesté a mi
vecina- me parece muy reprobable
tu intento de sobornar a dios. ¿Crees que por una misa que te cuesta menos de doscientos
euros, puedes comprar su voluntad? Estamos hablando de dios, no de un concejal
del PP –dije enfurecido recordando las últimas noticias sobre el ayuntamiento
de Valencia-. Si tu marido está condenado, está condenado.
Mi vecina me miraba perpleja pero sin atreverse a protestar.
Es que desde que os conozco –grité a la viuda-, siempre habéis actuado de la misma forma, siempre con chanchullos, buscando un trato de favor a base de sobres
con dinerito. Has de saber –seguí sin dejar de mostrarme desagradable- que esto
se llama tráfico de influencias y Rajoy ha dicho que ya no va a dejar pasar ni
una más; se acabó y si tu marido ha cometido muchos pecados, y me consta que
sí, y le han pillado, irá al infierno como cualquiera en su lugar, y por muchas
misas que pagues para su salvación, ese será su destino. He leído que dios es
infinitamente justo y si es infinitamente justo, no va a cambiar su veredicto
aunque le dediques mil misas.
Recordé que esa fue la cantidad que Felipe II dejó
pagadas a los Jerónimos antes de su muerte para asegurar su salvación.
Me alejé indignado de la viuda, que a la desventura
de su pérdida tenía que añadir el bochorno de haber sido descubierta en un
intento de soborno.
¿Es que ya ni siquiera va a ser cierto que la muerte
nos iguala a todos?, farfullé mientras esquivaba a una señora con pamela que
tenía aspecto de haberse equivocado de lugar.
No sé si todas, pero la gran mayoría de religiones siempre han puesto precio a la salvación. Ahora mismo me viene a la cabeza ese curioso rito griego de colocar dos monedas en los ojos del difunto (al parecer aún no se habían inventado los bolsillos) para pagar el viaje en barca de Caronte. No estaba nada mal, pues dos monedas las tiene prácticamente todo el mundo.
ResponderEliminarEl problema de encarecerse el producto (doscientos euros me parece una barbaridad) viene dado por la aparición de intermediarios. Y si no que se lo pregunten al gremio del cultivo.
Yo voy a hacer lo mismo que hacen los campesinos cuando protestan: huelga indefinida. O lo que es lo mismo, no pienso morirme hasta que pongan un precio razonable.
acordémosnos de las indulgencias, sí.
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