domingo, 7 de febrero de 2016

El precio de la salvación





Hace mucho tiempo que no hablo de mi vecino y me temo que ya nunca más volveré a hacerlo. No sé qué pasa con la gente pero no tiene término medio, o no se mueren nunca o no paran de hacerlo. No la misma persona, claro. El caso es que mi vecino es del último grupo y palmó el otro día. Era católico y según daba el pésame a su desconsolada viuda me anunció que la misa por la salvación de su alma se celebraría en la Iglesia de los capuchinos (parece más una cafetería), el martes a las siete y media. Un momento, protesté, a estas alturas Dios ya habrá tomado una decisión  de qué hacer con él, y o bien está en el cielo, en cuyo caso sobran misas, o bien ha sido condenado  y ya no hay nada que hacer. ¿Tu crees que dios va a cambiar de opinión así como así? Sinceramente –amonesté a mi vecina-  me parece muy reprobable tu intento de sobornar a dios. ¿Crees que por una misa que te cuesta menos de doscientos euros, puedes comprar su voluntad? Estamos hablando de dios, no de un concejal del PP –dije enfurecido recordando las últimas noticias sobre el ayuntamiento de Valencia-. Si tu marido está condenado, está condenado.
Mi vecina me miraba perpleja pero sin atreverse a protestar. Es que desde que os conozco –grité a la viuda-, siempre habéis actuado de la misma forma, siempre con chanchullos, buscando un trato de favor a base de sobres con dinerito. Has de saber –seguí sin dejar de mostrarme desagradable- que esto se llama tráfico de influencias y Rajoy ha dicho que ya no va a dejar pasar ni una más; se acabó y si tu marido ha cometido muchos pecados, y me consta que sí, y le han pillado, irá al infierno como cualquiera en su lugar, y por muchas misas que pagues para su salvación, ese será su destino. He leído que dios es infinitamente justo y si es infinitamente justo, no va a cambiar su veredicto aunque le dediques mil misas.
Recordé que esa fue la cantidad que Felipe II dejó pagadas a los Jerónimos antes de su muerte para asegurar su salvación.
Me alejé indignado de la viuda, que a la desventura de su pérdida tenía que añadir el bochorno de haber sido descubierta en un intento de soborno.

¿Es que ya ni siquiera va a ser cierto que la muerte nos iguala a todos?, farfullé mientras esquivaba a una señora con pamela que tenía aspecto de haberse equivocado de lugar.




2 comentarios:

  1. No sé si todas, pero la gran mayoría de religiones siempre han puesto precio a la salvación. Ahora mismo me viene a la cabeza ese curioso rito griego de colocar dos monedas en los ojos del difunto (al parecer aún no se habían inventado los bolsillos) para pagar el viaje en barca de Caronte. No estaba nada mal, pues dos monedas las tiene prácticamente todo el mundo.
    El problema de encarecerse el producto (doscientos euros me parece una barbaridad) viene dado por la aparición de intermediarios. Y si no que se lo pregunten al gremio del cultivo.
    Yo voy a hacer lo mismo que hacen los campesinos cuando protestan: huelga indefinida. O lo que es lo mismo, no pienso morirme hasta que pongan un precio razonable.

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