martes, 15 de mayo de 2012

Contexto


No encajo, ya no encajo aquí. Esta frase demoledora se la escuché el otro día a un anciano que se veía en las últimas. Probablemente era una visión acertada pues la dijo mientras le transportaban en camilla por los pasillos de un hospital. Ignoro si iba o venía, qué más da, el caso es que el hombre, en lugar de quejarse de que le dolía la próstata o el bazo, se lamentaba porque ya no se veía “encajado”. Era una forma de decir que sobraba, que ya no había sitio para él.
Claro, todos tenemos un lugar que ocupamos con plenitud de derechos pues la vida nos ha llevado hasta ahí, y ahí estamos, en el sitio que nos corresponde. Es nuestro lugar y nadie lo pone en duda, pero los lugares, como todo, están sometidos a las leyes de la naturaleza, y una de las primeras (he estado a punto de decir la primera, pero odio ser taxativo), es que nada es eterno. Ese lugar tarde o temprano desaparece, y la persona que lo ocupaba, de repente se queda suspendida en el aire, sin sitio donde poner los pies, y entonces desaparece también.
Tiene que ser duro. Después de tantos años (tantos que uno se llega a acostumbrar), ocupando un sitio, resulta que llega un momento en que una fuerza irresistible te expulsa de ahí, como si fueras un pipo de cereza, inútil y molesto. 
La cosa es así: todos, personas, animales y cosas, nos encontramos en un contexto. Mi abuela, por ejemplo, tenía un contexto formado por mi tía, mi madre y yo mismo, como elementos principales. ¿Qué hubiera sido de mi abuela si los tres nos hubiéramos ido a Australia? Se hubiera quedado sin contexto y de ahí a desaparecer, sólo hay un paso. Pues bien, sin llegar al extremo de irse a Australia, esto es algo que está sucediendo todos los días. Según envejecemos nos vamos quedando sin contexto, que es tanto como decir que nuestro lugar en el mundo desaparece. Llega un momento en que no “encajamos”.
También puede ocurrir lo que me ha pasado a mí esta mañana, que he descubierto que ocupo dos lugares, tengo dos contextos distintos y bien diferenciados. Me he dado cuenta al entrar en Internet buscando noticias sobre el 15M. De repente me he visto a mí mismo en la Puerta del Sol. Estaba siendo desalojado por dos policías que me llevaban en volandas. Todos muy tranquilos, eso sí, sin ofrecer yo resistencia y los otros a lo suyo pero sin mostrarse violentos. Me ha complacido ver mi serenidad y aplomo, dominando (es un decir) la situación. Luego el video se ha cortado por lo que ignoro qué me habrá pasado, pero conociéndome, sé que no ha llegado a mayores. Además la noticia era de hace un par de días, y dado que ahora no me noto nada raro, deduzco que en mi otro contexto sigo estando bien, en mi sitio. Eso es lo importante.

6 comentarios:

  1. En realidad, ese contexto que comentas lo vamos perdiendo constantemente, desde que nacemos. Perdemos contexto, pero al mismo tiempo creamos contexto. Cuando eres niño, tus abuelos forman parte del contexto, pero luego desaparecen, igual que los padres y, con ellos, el contexto de la familia original. Pero tú creas otra familia, otro hogar; es decir: creas contexto nuevo. Y lo mismo pasa con todo. ¿Recuerdas cuando demolieron el viejo San Alberto Magno? Perdimos un trocito de contexto. Nada importante, pero trocito a trocito... Es como una casa en la que poco a poco van desapareciendo habitaciones, pero al mismo tiempo se construyen nuevas estancias.

    El problema es cuando, inevitablemente, se dejan de construir habitaciones. Porque lo que no dejan es de destruirse. Un día descubres que ha desaparecido el recibidor, luego el tendedero, más tarde la salita... Tu casa se va haciendo cada vez más pequeña, hasta que un día descubres que el único contexto que te queda eres tú mismo. Entonces te mueres, si es que no estás muerto ya.

    La próxima vez, si no te importa, escribe un post menos deprimente.

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  2. ¿Cómo quieres que escriba un post menos deprimente si me acaba de llegar una multa de 400€? ¡una multa del 2 de febrero! Aprovecho para avisar: el ayuntamiento de Madrid, la ciudad más endeudada de España y probablemente de Europa, pretende pagar el dinero despilfarrado a base de ponerme multas a mí. Esta es la segunda. Los muy sinvergüenzas han puesto radares en calles donde puedes ir a mayor velocidad de los ridículos 50 Km/h y se están poniendo las botas.
    Con el siguiente post te vas a hartar a llorar, ya verás.
    Por lo demás, estamos de acuerdo. Es lo que podríamos llamar la entropía del contexto.
    Brrrrr.

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  3. perdona compañero del metal, pero no es a ti sólo al que brean a multas, que parece increíble que viviendo yo en un país tan alejado como dicharachero encuentren la manera de acribillarme a multas de tráfico, amén de sanciones de Hacienda.
    Es verdad que mi contexto contribuye mucho a ello, ¡dita sea mi suerte!
    Unos hijos supercachondazos que saben que papa siempre paga.
    Y un asesor fiscal que vive en la inopia, al menos en lo que a mis impuestos se refiere.
    Así que si trata de llorar por multas y sanciones podemos seguir haciendo peña...

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    1. siento que tú también seas víctima. Bueno, lo siento un poquito, por otro lado es una alegría saber que no soy el único panoli. ¿Será cosa de haber sido del S. Alberto Magno por lo que nos han cogido tirria?
      Por cierto, el otro día en un arrebato de celo me puse a 50 Km/hora impidiendo que el coche de la policía que iba detrás pudiera ir más rápido. Yo supuse que mi comportamiento ejemplar despertaría la admiración de los celosos guardianes de las normas de tráfico, pero me temo que mis esfuerzos cívicos no causaron el reconocimiento esperado. Después de un par de minutos de lento transitar, decidieron que esa velocidad les haría llegar tarde al aperitivo y conectaron la alarma (atronadora), y encendieron todas las luces que llevaban (precioso, eso sí), por lo que no tuve más remedio que echarme a un lado y permitir que me pasaran a toda velocidad. ¡Viva España!

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  4. Yo creo que a lo de haber ido al San Alberto Magno, cuna de la ciencia o ataúd del saber (a saber) se une la sempiterna envidia española por nuestra belleza, elegancia, donosura y esos cuescos inefables que solemos repartir aquí, allá y acullá.
    Eso, y ¡Viva España, manque pierda!

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  5. De multas ni hablemos... Vamos a recontextualizarnos con el 50% de descuento.

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