Cuando decimos que la gente es así o asá, nos excluimos sin darnos cuenta de que, a lo mejor, nosotros también somos gente. Quien nos vea un viernes por la tarde cogiendo el número del turnomatic de la pescadería de Carrefour, comentará por lo bajinis: "esto está imposible de gente, mejor vengo otro día". Y se alejará no sin antes mirarnos con superioridad porque él no es gente y por tanto está por encima de hacer colas para comprar una cola de merluza. Yo lo comprendo porque a mí me pasa lo mismo, y si me pasa a mí que soy gente a sus ojos, más le tiene que pasar a él que es gente a los míos, y entre los suyos y los míos, me fío más de los míos.
Gracias a que existe la gente, grupo al que jamás perteneceremos, existen las ideas propias, que son las correctas. Y existen las opiniones, importantísimas para la autoestima, pues mientras vemos que la mayoría de la gente tiene unas opiniones de mierda, nos autocomplacemos al comprobar que las nuestras son las acertadas. Así da gusto.
Ahora está de moda quejarse del turismo, y no me extraña, yo siempre me he quejado. Me he quejado con razón, pues los turistas invaden todo, las terrazas, los restaurantes, los museos, las calles... son una plaga.
¿Qué hacía yo en Nueva York, Londres, Paris, Nueva Delhi...? Viajar, lo mío era viajar, y si he subido al último piso del Empire State Building, he visitado el museo de Madame Tussauds, el de Orsay y paseado por los Himalayas, es debido a mi exquisito gusto a la hora de dar destino a mis días de vacaciones. No me voy a quedar en casa, no te fastidia. Pero los turistas siguen siendo una plaga.
¿Qué pasaría si todos fuéramos iguales? Quiero decir idénticos, no iguales porque nos pareciéramos, sino iguales porque fuera imposible diferenciarnos unos de otros. Tan iguales que ninguno de nosotros fuera capaz, al vernos rodeados de otros, de saber exactamente quién de todos éramos nosotros.
Pues bien, gracias a que existe la gente, esta situación jamás podrá darse aunque se diera, porque los demás siempre serán gente mientras que nosotros no. Ahí está la diferencia.
Quizá esa sea la única diferencia. Maldita sea.
Leoncio López Álvarez
tú no eres gente, creeme, al menos gente normal.
ResponderEliminarmuchas gracias, aprecio tu intención de incluirme dentro de la anormalidad. Un abrazo ;-))
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