martes, 1 de diciembre de 2015

Cach 22




Cach 22 es una novela de Joseph Heller, estupenda novela, que me hizo pasar unos momentos fantásticos  cuando la leí, hace ya más de tresmil años. Aún recuerdo a Yossarian, el protagonista, desesperado por su suerte y la gracia que me hacía. Yossarian es un  joven piloto de la segunda guerra mundial que se quiere librar de ir a combatir con su avión alegando que está mal de la cabeza, a lo que su coronel le dice que eso no es excusa, pues precisamente hay que estar completamente loco para meterse en un bombardero con un montón de gente abajo dispuesta a derribarlo, por lo que él es perfectamente apto para realizar las misiones más peligrosas.
Cach 22 es una expresión inglesa que viene a significar, así en versión libre, la pescadilla que se muerde la cola, es decir, una trampa de la que es imposible salir hagas lo que hagas. Un círculo cerrado que te lleva una y otra vez al mismo sitio. Así me he sentido yo esta mañana tratando de obtener el certificado digital de la Seguridad Social por Internet. Resulta que llegado un punto aparece un alarmante mensaje en la pantalla del ordenador advirtiéndome de que la conexión no es segura y que me pueden atacar los piratas informáticos, incluso gente aún más malvada, por lo que más vale que me retire. Yo, que llegado el caso soy capaz incluso de hazañas más audaces, decido sin vacilar asumir los riesgos y seguir adelante, pero mi gesto heroico no me vale de nada, pues el ordenador no me da la opción de demostrar los redaños que estoy dispuesto a echarle al asunto, y no me permite continuar con el proceso. Lo intento varias veces, pues el certificado digital es imprescindible para realizar un montón de asuntos burocráticos que me exige la Seguridad Social, pero siempre acabo en el mismo lugar, imposible pasar a la siguiente fase. Una trampa mortal sin escapatoria. En el fondo debería estar agradecido pues no hay duda de que hay alguien realmente decidido a protegerme del ansia de los hackers, sin embargo la cólera hace presa en mí, a pesar de que estoy siguiendo un curso de meditación que tendría que mantenerme alejado de los ataques de ira. Decido que lo mejor es el viejo y olvidado sistema de hablar con un funcionario y aunque reconozco que es mucho más cómodo no tener que salir de casa, voy personalmente a una oficia de la SS . Lo primero que pienso preguntar es por qué, si están tan seguros de que es una temeridad meterse en esa página, existe esa página, en caso de que exista, claro, pues dado que no te permiten acceder a ella, sería una estupidez muy grande tomarse la molestia de crearla. Cuando llego a las oficinas de la seguridad social, me dicen que para cualquier consulta necesito cita previa, lo cual no me importa en absoluto hasta que me explican que la única manera de conseguirla es a través de Internet. ¡Cielos! ¡Pero si ya estoy ahí!
Vuelvo a mi casa, entro en otra dirección de la Seguridad Social (hay muchas) para sacar cita previa y cuando he superado varias pantallas, como en los juegos de los marcianitos, llego de nuevo a la que me avisa de que estoy en serio peligro de que mi identidad sea suplantada y no me deja continuar. Game over, se acabó. Llamo a un número de teléfono que consigo en otra dirección, también de la Seguridad Social, y me atiende una máquina que después de tenerme varios minutos desplegando un menú de opciones que no vienen al caso, por fin aparece la de solicitar cita previa. Me dice que tengo que ir a una dirección de Internet que me deletrea: uve doble, uve doble, uve doble, ese, ge, e,  guión, punto es. ¿Guión bajo o guión alto? pregunto estúpidamente pues la maquina no es capaz de captar mi angustia. Pruebo primero con guión bajo y aparezco en una página en la que me avisan de que ese dominio está libre y que si me interesa, puedo comprarlo. La oferta es tentadora pero llevo ya demasiado tiempo con este asunto así que pruebo con guión alto y me lleva a la misma página en la que estuve hace diez horas, al principio de todo. ¡Ya está!, me digo yo chasqueando los dedos, lo que pasa es que no estoy utilizando el navegador apropiado, a veces pasa, así que bajo Firefox. Luego Safari, luego Google Chrome, luego Explorer, Browser… creo que tengo todos los navegadores posibles en mi ordenador, pero nada.
Ahora son las diez de la noche, y acabo de llamar a un amigo mío que nunca se desespera  (también viene al curso de meditación conmigo, pero lleva más tiempo), y me ha dicho que posiblemente todo lo que me está pasando se debe a que yo utilizo un Mac y el sistema de la Seguridad Social solo admite Windows. Ya es tarde, pero mañana mismo lo primero que voy a hacer es comprarme un PC, además aún estamos con el Black Friday de las narices.

A ver qué pasa.





4 comentarios:

  1. JAJAJAJAJAJAJAJAJA buenísimo JAJAJA

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    1. Sí qué risa. Me alegro de que te haya hecho reír, pero te aseguro que es real, tan real como que sigo sin el certificado de las narices.

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  2. Pues fíjate tú que a mí, eso de que no te deje toquetear y te ponga un mensaje de volver atrás para estar a salvo, me recuerda más a "Yo, Robot", de Asimov.

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    1. seguro que el comportamiento de la página web de la SS contraviene alguna de las leyes de la robótica, al menos de la lógica, con total seguridad.

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