Una de las cosas más asombrosas que hay en la vida son las coincidencias. Son desafíos a la ley de probabilidades. Por ejemplo, llevas años sin ver a tu amigo Manolo y precisamente el día que te llama para invitarte a una mariscada, es cuando tienes hora con el cardiólogo. Lo de ver a Manolo es lo de menos, lo sientes por la mariscada, pero sabes que si anulas la cita con el médico, la siguiente te la pueden dar para dentro de cuatro meses y no es cuestión de poner en peligro tu vida.
Hay veces que las coincidencias son dobles o triples: el día que te llama Manolo y tienes cita con el cardiólogo, dan una conferencia en la Fundación Juan March que no te perderías por nada en el mundo, y además es el cumpleaños de tu jefe que te ha rogado que no le falles.
Estas cosas suceden con una frecuencia pasmosa. Iba a poner increíble, pero es más atinado "pasmosa" pues te quedas asombrado, sorprendido y atónito, mientras, SÍ es creíble, ¿cómo no te vas a creer algo que no para de sucederte? Al menos, a mí, me pasa con irritante frecuencia.
Hay dos tipos de coincidencias: las malas y las buenas. En mi caso sólo me ocurren las malas, y son malas, no por las consecuencias que traen, que en general no traen ninguna, sino porque significa que tienes que renunciar a otras opciones.
A mí me cuesta muchísimo trabajo renunciar a ninguna opción; las quiero todas. Por eso soy tan desordenado. Desordenado a los ojos de los demás, para mí no es desorden, sino incapacidad para renunciar a otras opciones. Tengo mi escritorio lleno de opciones, mi despacho, ni te cuento y si abres mi armario, podrás ver opciones que ya están pasadas de moda. Pero me da igual, ahí se quedan.
Luego están las coincidencias que son de mentirijilla. Por ejemplo, cuando después de meses sin saber nada de tu primo, te llama y lo primero que le dices es: "qué casualidad, precisamente te iba a llamar yo a ti en este momento". Son coincidencias que nadie se cree y aún así mantenemos la esperanza de ser creídos cuando ocurre. Son coincidencias de mentirijillas, inocentes y que no ofenden porque no hay intención de hacer mal.
Las coincidencias buenas... de esas no hemos hablado, y es porque cuando ocurren, no nos damos cuenta de que ocurren, y son las que de verdad, cambian la vida.
Cambio
ResponderEliminar¿mande?
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