Ya sabemos cómo somos los humanos, tan distintos unos de otros. Al menos, todos pensamos que somos únicos, y casi seguro que lo somos. Aunque si esto de las personalidades fuera como lo de los pelos, estaríamos repetidos. Quiero decir que hay muchas personas que tienen exactamente el mismo número de pelos en el cuerpo. Una coincidencia tonta, sí, pero inevitable. Vamos a dejar lo de los pelos, el caso es que cada uno es como es. Pero hay algunos que cómo son...
No está bien hablar de uno mismo, pero voy a decir cómo soy yo, porque de eso va la cosa. Soy normal. Punto.
¿Me conformo con mi normalidad? Pues sí y no. Estaba conforme hasta que el otro día escuché a una señora hablando de alguien que para describirlo dijo: "lo que más me atrae de Manolo es que es un tío auténtico".
Os va a parecer una tontería, pero Manolo me dio envidia. Eso de poder descartar la posibilidad de ser de mentira, tiene que estar muy bien. Te hace sentir seguro. Supongo que ser auténtico tiene algo que ver con ser sólido. Últimamente hay mucha gente sólida. Hay jugadores de tenis que tienen una solidez reconocida, también políticos, ponentes en conferencias... lo de ser sólido es algo que actualmente le ocurre a muchas personas. También a mí me gustaría ser sólido.
O legal. Hay personas legales, es decir de curso legal. Que los puedes llevar a una fiesta sin que te detengan, vamos. En cambio, si te pillan con un ilegal, puedes tener problemas, aunque más problemas tiene el ilegal porque probablemente acabe deportado.
Luego están las personas que son como Dios manda. Estas están convencidas de su casi divinidad lo que las sitúa en un plano de superioridad moral que a veces no cae bien.
Pero ninguno me da más envidia que los tíos que son como tienen que ser. Esos son legales, sólidos y auténticos simultáneamente. Hablar de personas que son como tienen que ser, es hablar de personas que han pasado todos los filtros de calidad. Listos para ser distribuidos por el planeta sin temor a ninguna reclamación. Son lo que se espera de ellos. Sin defectos graves, sin extraños comportamientos, sin vicios execrables, ni siquiera laudables. Laudable es el antónimo más molón que he encontrado de execrable, pero me temo que no se puede hablar de vicios laudables. Vicio solo admite categorías negativas, no hay vicios buenos.
Ahora que lo pienso, a mí lo que me gustaría ser, es laudable. Pero, como ya he dicho al principio, soy normal. Qué le vamos a hacer.
NOTA: algunos amabilísimos lectores de la Tertulia Perezosa (todos lo son) me han manifestado por privado, sus dudas sobre el hecho planteado de que muchas personas tengan exactamente el mismo número de pelos en el cuerpo. Lo aclaro: La superficie de la piel humana es limitada, unos dos metros cuadrados como media. Dónde más pelos tenemos es en la cabeza, y en el caso de los más afortunados, llegan a 150.000. Pongamos 200.000, para que la envidia sea mayor. Si lo hacemos extensible a todo el cuerpo, el hombre más peludo del mundo (de dar auténtico miedo), tendría, pongamos que ocho millones de pelos. Pues bien, teniendo en cuenta que actualmente estamos vivos 8.000 millones de personas, inevitablemente, tiene que haber coincidencias en el número de pelos poseídos.
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