Con esta entrega terminamos la serie poner los cuernos a una profesión, que así
empezó, o cómo pasar de aficionado a
profesional, que así va a terminar.
Cualquiera que ame su profesión dirá que sí, que la
ama muchísimo pero que se lo pasa mejor de vacaciones. Incluso los
profesionales más conspicuos, aquellos que viéndolos hablar sobre lo que hacen
transmiten la sensación de que preferirían perder un brazo antes de verse
apartados de sus ocupaciones, admiten que se trata de trabajo. Trabajo, no
entretenimiento.
Sobre Einstein, claro ejemplo de profesional que ha
destacado abrumadoramente sobre el resto de sus colegas, se han escrito muchas
anécdotas, algunas son exageraciones y otras reales y entre las reales hay una
que me viene al pelo para explicar la evidencia de que la profesionalidad
conduce a la renuncia del divertimento. Se trata de una entrevista que le hizo
el poeta Paul Valéry. Por cierto, que el padre de la teoría de la relatividad
sea entrevistado, no por un físico teórico sino por un poeta, me parece una
idea maravillosa. Pues bien, el poeta, siguiendo sus propios esquemas, supongo,
le preguntó si tenía un cuaderno para anotar las ideas que le venían a la
cabeza, inspiraciones repentinas. Einstein puso cara de extrañeza e
inmediatamente contestó: “¡ah, no, no necesito llevar un cuaderno conmigo, casi
nunca me viene la inspiración”.
Está claro: la inspiración es para los aficionados;
los profesionales se sientan a su mesa y trabajan. La inspiración te llega o no
te llega y si no te llega no pasa nada, pues nada depende de que te llegue. En
otras palabras: la inspiración es como la lotería, y como no puedes pretender
que te toque todos los días, los profesionales jamás confiarían en su suerte
para desarrollar su trabajo. Prefieren confiar en el esfuerzo.
¿A dónde conduce este hecho indiscutible? Cada cual
sacará sus propias conclusiones y yo os voy a contar la mía: la actividad
creativa es divertida, incluso muy divertida, mientras depende de la
inspiración, pero si se convierte en trabajo, deja de serlo, al menos ya no lo
es tanto.
En el caso de los escritores aficionados respecto a
los que se profesionalizan, significa que los primeros escriben un relato,
novela o drama porque se les ha ocurrido una idea que puede estar bien, y los
segundos lo tienen que escribir aunque no se les haya ocurrido nada, de modo
que lo primero que tienen que hacer es buscar esa idea que al aficionado le ha
venido regalada del Parnaso. ¿Y cómo consigue el escritor profesional esa idea?
Muy fácil: trabajando; se sienta a su mesa y trabaja y trabaja y no se levanta
hasta que tiene algo de lo que tirar. Anda que no hay diferencia.
Este es el punto al que quería yo llegar y que doy
por demostrado. Por cierto, hay otra versión sobre la entrevista que le hizo
Paul Valéry a Einstein, que varía ligeramente. Según esta versión el poeta le
preguntó: “maestro, cuando le viene una idea original a la cabeza, ¿la apunta
en un cuaderno o en una hoja suelta?” a lo que Einstein dijo: “cuando me viene
una idea original a la cabeza no la olvido”.
Está claro que esta segunda versión es inventada,
pues no me imagino a ningún poeta haciendo una pregunta tan imbécil. Además, la
primera apoya totalmente mi teoría, de modo que, sin ningún género de dudas,
vamos a darla por buena.
En fin, ya todo el mundo sabrá distinguir a un
escritor aficionado de otro profesional. Leyendo lo que ha escrito uno y otro
es mucho más complicado, pues hay aficionados rematadamente buenos y
profesionales rematadamente malos.
La cosa es muy sencilla, a mi modo de ver. Si te pagan por lo que haces, es trabajo. Porque si fuera diversión, el que pagaría serías tú.
ResponderEliminarssssi, eso es así en la teoría, pero ¿qué ocurre si tú no pagas nada pero tampoco cobras o lo que cobras es muy poco?
ResponderEliminarTodo depende. En algunos casos puedes considerarlo una inversión a futuro. O un apuesta.
ResponderEliminarahí le duele. Si el dolor es soportable, pues sigues...
EliminarEntonces, y según parece por tus impresiones, ¿has cambiado definitivamente de profesión? Y ya puestos a hacer preguntas indiscretas, ¿publicas los libros en el mismo orden cronológico que los escribes?
ResponderEliminarno es ninguna indiscreción. Digamos que como creativo publicitario ya no me como una rosca y como escritor me caen migajas.Y sí, el orden de publicación corresponde al de finalización de cada libro.
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