domingo, 4 de junio de 2017

¡Alegría, alegría, alegria!







Siempre me ha llamado la atención la pasión que desata el fútbol, y lo digo porque siento verdadera curiosidad, no pretendo ofender a ninguno de esos hinchas que de forma exagerada viven los resultados de sus equipos hasta el extremo de acabar en un hospital. Por supuesto también hay aficionados que no participan del mismo estado de trance en el que entran esas hinchadas enfervorecidas, y cuando gana su equipo lo celebran sin saltar sobre el sillón repetidamente o causar algún otro tipo de destrozo irreparable (sabemos que esto no es exageración y que más de un sillón ha terminado en el punto limpio a consecuencia de un “golazo”).

Después de observar lo que ocurre antes, mientras y después de un partido importante, he llegado a una conclusión. No ha sido fácil pues intervenían muchos factores; he tenido que consultar tratados de antropología, teorías sobre comportamientos de masa y releído mi libro de Burrhus Frederic Skinner sobre el conductismo. Pues bien, mi conclusión es que todo es mentira. Sí, se trata de una farsa, no es una alegría sincera. Los hinchas esos que salen en la tele abrazados unos a otros como si se hubiera acabado una guerra, sin apenas poder hablar de la emoción tan honda que sienten, están fingiendo. Nadie, absolutamente nadie que no se encuentre afectado por algún tipo de trastorno, puede sentir una alegría tan inmensa que les obligue a salir a la calle a desparramar hasta las nueve de la mañana, por el hecho de que un partido de fútbol lo gane una gente a la que ni siquiera conoce. No me cabe en la cabeza. Si acaso hubieran jugado el partido ellos, aún podría llegar a entenderlo, pero solo por la pasta que eso les iba a traer.

Ayer, departiendo con mi gran amigo César, que de forma comedida felicitaba a los ganadores por obtener su duodécima copa, yo le dije en plan de broma que existían datos de que la mayor parte de los madridistas, aún habiéndose llevado una gran alegría por el triunfo, hubieran preferido pasar la tarde follando. César mantenía sus dudas lo cual me hizo profundizar en mi pensamiento surgido como broma. Lo mismo tiene razón y todos esos hinchas ponen por encima del sexo, y por tanto de cualquier otra cosa, que gane su equipo. A mí me resulta difícil creerlo, quizá porque me pongo en la misma tesitura con un deporte del que yo sea seguidor. A ver, ¿qué preferiría yo, que ganara Nadal o lo otro? Para mí no existe ninguna duda, aunque no me quiero imaginar qué ocurriría si a los hinchas fútbol les pasara lo mismo. Tal como son, ¿saldrían a encaramarse a La Cibeles cada vez que echaran un polvo?

En cualquier caso, felicidades al Real Madrid por su triunfo y que sigan proporcionando alegría entre sus seguidores.


                                                                   Así estaba La Cibeles ayer.















2 comentarios:

  1. Yo también andaba confundido con este tema hasta que hace unos meses, estando un martes a eso de las diez y media de la noche en el trabajo, me sorprendió la celebración de un madridista al marcar su equipo un gol. Nos enteramos del resultado porque a esas horas ya no hay jefes y el encargado nos deja trabajar con los auriculares puestos, aunque yo aprovecho para escuchar música. Pero el caso es que el Real Madrid marcó. Y aquel hombre, que en aquellos momentos pasaba por mi lado, dio un repentino bote, levantó el puño al aire y se le iluminó la mirada. Entonces, cuando yo esperaba que dijera "vaya golazo", o "somos los mejores", o alguna cosa parecida, me dejó atónito cuando le dio por gritar: ¡hoy, follo!
    Así que, ante la promesa de un polvo inminente, no te extrañe ver saltar de alegría a tanta gente. Vete tú a saber cuanto tiempo llevaban sin tener sexo. Incluso no descarto que se montaran una orgía allí mismo, delante de La Cibeles.

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    1. jajajajaj, me ha sorprendido la reacción de tu compañero madridista.

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