Hay personas que se ganan la vida haciendo lo que más les gusta, dicen. No estoy de acuerdo
aunque me lo dijera un actor porno. Yo más bien creo que hay personas que se
ganan la vida haciendo cosas que se parecen muchísimo a lo que más les gusta. Pero
no tiene nada que ver. Cualquiera de estos afortunados mortales que
supuestamente disfrutan una barbaridad trabajando, puede explicar la gran
diferencia que existe entre hacer algo por afición, a tener que hacerlo porque en eso consiste su trabajo. Por ejemplo, conozco pilotos que parte del dinero que
ganan volando aviones lo emplean en alquilar aviones para volarlos en sus días
libres. ¿Es lo mismo volar pagando dinero que cobrando? Para nada. ¿Cuál es la
diferencia? Muy fácil: desde el momento en que hay alguien que está poniendo
oro en la palma de tu mano para que hagas algo, se establece una clara relación
de posesión que elimina el encanto de hacerlo porque eso es lo que más te
gusta. ¿Y qué es exactamente lo que posee el pagador? Pues lo más valioso que
tenemos: el tiempo. Puede haber otras exigencias, pero todas de escasa
importancia frente al plazo en que tenemos que hacer aquello por lo que nos
pagan. Cuando el duque de Milán, Dominico Sforza, encargó a Leonardo da Vinci
que pintara La última cena, no tenía
ni la menor idea del sufrimiento por el que iba a pasar el artista para tenerlo
acabado en el tiempo exigido. Al final, ya con amenazas del duque, fueron tres
años lo que tardó Leonardo. No hay que decir que al principio se lo tomó con
bastante, quizá excesiva, calma.
El que paga, marca un horario, un plazo, una fecha
para hacer el encargo. Desde ese momento, la afición se convierte en trabajo.
Por ejemplo, yo escribo estos artiblogs porque me gusta escribir (afición).
Nadie me paga un duro por hacerlo, ni siquiera Google AdSense por permitirles poner sus estúpidos anuncios en terreno tan sagrado (creo que acabaré por
denunciarlos). ¿Los escribiría con el mismo ánimo si tuviera que hacer uno
semanal porque he firmado un contrato con alguna publicación? Ya digo yo que
no, que ni de coña, los escribiría muchísimo más contento, sería feliz sin
ninguna duda, hasta… hasta que al cabo de tres semanas o cuatro me diera cuenta
repentinamente del compromiso que he adquirido, de que tengo que entregar un
artiblog el viernes, que estamos a jueves y que no se me ha ocurrido una
maldita palabra. En ese momento seré consciente de que mi trabajo consiste en
escribir artiblogs y empezaré a odiarlos.
Cualquier actividad creativa, supuestamente, se realiza
por propia satisfacción. Cierto, así se empieza, y si solo fuera por eso,
tendríamos que admitir que en el caso de ser actividades creativas remuneradas,
efectivamente tendríamos a gente ganando dinero haciendo lo que más les gusta. Pero
demostraré que esto no es así.
Lo demostraré dentro de dos o tres días, de momento me voy a jugar
al tenis. Pagando, ¿eh?
vale pero no dejes de escribir tus artiblogs, si es necesario cliqueo en tus anuncios
ResponderEliminarjajaja, muchas gracias. No, no es necesario, con seguir teniendo lectores como tú es suficiente.
EliminarTe sobra la razón, amigo. Y, si me pagaran por decirlo, me callaría. Abrazos.
ResponderEliminarjajaja, yo también
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