lunes, 30 de julio de 2012

El hombre que estaba delante de la ventana



El hombre estaba sentado en su sillón preferido. No leía, sólo pensaba. Miró hacia la ventana y vio una borla  erizada de sol jugando en el cristal. El viento, suave pero insistente, creaba una coreografía haciendo que pequeñas cosas que nunca había visto se movieran levemente. También la cortina bailaba a su son inaudible. Entonces el hombre se fijó en algo que había sobre la mesa; era una caja de madera de sándalo, o quizá de cedro, abierta, mostrando su interior vacío a excepción de una pequeña figurita de porcelana que apenas era visible. Representaba a un pato, hecho en barro y coloreado de forma admirable para el tamaño que tenía. No sabía quien podía ser el propietario de la caja, nunca la había visto ahí. Entonces se le ocurrió que podía ser de un ángel. A fin de cuentas, nunca se había oído que los ángeles no pudieran tener cajas de sándalo o de cedro.
El hombre, que jamás había sentido plenamente la felicidad, tan solo estremecedores momentos, casi eléctricos, y siempre muy distantes entre sí, supo, en cuanto vio la caja con la figurita en su interior, que ahí podía guardar uno de esos instantes y conservarlo para siempre. De esta forma, cuando quisiera sentirse feliz, bastaría con abrir la tapa y elegir el momento que quisiera. 
Entonces se abríó una gran zanja delante de él. Si saltaba al otro lado sin caerse ... podría alcanzar la caja. Midió sus fuerzas y se levanto de su sillón preferido con decisión.

Afuera, el sol seguía en el cielo en compañía del viento. El ángel miraba pero no hacía nada más.





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