Al final, agachado, hundido, harto, con la barbilla
clavada en el esternón. Antes fue vitalidad, energía, un desafío permanente. Es
mi padrino. Decía palabrotas, muchas y siempre empleadas de tal modo que no
ofendían. Era de otra época y aún así resultaba moderno. De derechas y
comprendía a las izquierdas. Viejo y con la mente despierta y joven. Una
continua contradicción. Era buena persona y muchos le tenían por enemigo y
otros le temieron. Ya ves.
Le gustaba recordar momentos en que alguien quedaba
en buen lugar y sus anécdotas siempre guardaban un rastro de cariño hacia los
personajes que en ellas aparecían. Era amigo de la infancia de mi padre y
estuvo siempre en la mía. Mi padrino ha formado parte de mi vida de una forma
discreta , sin llamar la atención, casi desapercibida, pero siempre presente,
siempre ahí. Entrañable. Él era el adulto y yo el niño, y con su muerte he
perdido parte de mi infancia y de mi adolescencia y mi juventud. Cuando tenía
ocasión me recordaba que me quería y estoy convencido de que es así. Ha sido el
padrino, no solo el mío, era el padrino universal, era el padrino de la
familia, hasta de mis amigos y eso le gustaba, era un papel perfecto para él:
ser el padrino.
Como siempre que se mira una fotografía de alguien que ya ha
desaparecido, ahora me entra la duda de si realmente yo estuve a la altura y si
no podía haber estado más pendiente de él, sobre todo en sus últimos días en
que ya se sabía acabado.
Su carácter le ayudó a morir pues rechazó ser
agujereado por última vez y no permitió que le abrieran la vía necesaria para
suministrar remedios que él ya sabía inútiles. Al final le dolía el cuerpo, le
dolía estar vivo y era consciente de que no iba a mejorar su situación por
tanto para qué luchar por algo que no merecía la pena. No le gustaba estar
rodeado de viejos sin futuro pues en ellos se veía cruelmente reflejado. Si al
menos jugaran al mus o al dominó, esto sería otra cosa, pero ya ves, me dijo la
última vez que lo vi, y exactamente al día siguiente se murió.
Qué cabronada, no
me dio tiempo a llevarle los cigarrillos
que me pidió. Qué putada, joder.
(DE MI ÁLBUM DE FOTOS)
(DE MI ÁLBUM DE FOTOS)
¿Cuántos ahijados tenía tu padrino? Ni idea. ¿Y cuántos de ellos le acompañaron en sus últimas días? Eso sí lo sé: sólo uno. De hecho, ¿Cuántos de quienes le conocieron estuvieron con él hasta el final? Yo no, desde luego. Y me arrepiento mucho de ello, aunque no fuese mi padrino.
ResponderEliminarTú no tienes ninguna deuda con Leoncio; más bien al contrario. Eso te lo aseguro yo, que fui testigo privilegiado.
Realmente tienes toda la razón. De hecho, en su entierro estábamos cuatro (en su boda cuatromil).
EliminarGracias por tu comentario. Como ya sabes siempre que iba a verle me preguntaba por: mi madre, por ti y por Almus (y Conchita, claro).
RIP
Lo siento, Tito.
ResponderEliminarLa verdad es que casi no consigo recordarle, físicamente, porque han pasado miles de años desde que le vi por última vez.
Sí recuerdo su alegría de vivir, apabullante.
No te lamentes, seguro que vivió muy intensamente y te tuvo a su lado, justo hasta el final. Ya quisiéramos muchos.
Un fuerte abrazo
Gracias Félix. Vamos a cuidarnos mucho todos y a mimarnos un poquito de vez en cuando. Abrazo
EliminarTitazo ni media duda sobre tu dedicación hacia él. Era una delicia veros juntos. Me da pena verte triste porque sé lo que significó para tí y tu para él. Te mando muchos besos.
ResponderEliminarsonisonsdeloscuyons
Muchas graciasotas, sonisons, de corazón. Eres más maja que las pesetas, bueno, ahora que los euros o antiguos marcos.
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