sábado, 22 de enero de 2022

Un pedazo de cerdo


Este nuevo año ha empezado de la mejor manera posible para la medicina, y por tanto para los humanos. Por primera vez en la historia se ha realizado exitosamente un trasplante de corazón, siendo el corazón trasplantado de un cerdo. 

Este logro abre un horizonte de esperanza sin límite para todos los enfermos cardiacos, pues si bien la cirugía de este tipo de trasplantes, desde que el doctor Barnard realizó en 1967 el primero de la historia, está completamente dominada, tiene el problema de la escasez de órganos. Faltan corazones humanos, yo siempre lo he dicho: nos falta corazón. 

Sin embargo, cerdos hay millones, cada uno con su correspondiente corazón. "Un suministro inagotable de estos órganos para pacientes que sufren", dijo Muhammad Mohiuddin, el director científico del programa de xenotrasplantes (de animales a seres humanos) de la institución americana dónde se realizó la cirugía. Este comentario, aunque la intención es buenísima tiene algo de espeluznante.

Bien es cierto que el corazón trasplantado necesita unos retoques, manipulación genética, para garantizar la aceptación del paciente. Esto de la manipulación genética, para entendernos, es como editar una peli, consiste  en quitar azúcar de aquí, añadir este gen allá, aquí vendría muy bien una proteína, alargamos un poco esta secuencia... y el cerdo ya está listo, mejor dicho, su corazón. 

Nosotros, ahora que nos hemos enterado de que España es el tercer país del mundo, después de China y Estados Unidos, en producción de cerdos, podemos respirar más tranquilos. Los cerdos en cambio tienen algo más de lo que preocuparse.

De momento, que el verbo utilizado sea "producir", no es bueno para los cerdos. Producimos gorrinos como los alemanes producen coches.

Yo me alegro muchísimo de este logro, por supuesto (me refiero al trasplante exitoso cerdo-persona), aunque lo siento por los cochinos, es lo que les faltaba a los pobres. Pero al margen de que luego el cerdo sin corazón no va a poder seguir vivo, a no ser que se les trasplante el corazón de un babuino y así sucesivamente, me planteo un problema de índole moral: si el paciente que ha salvado su vida gracias a la donación involuntaria del cerdo, se come un chorizo, ¿estará cometiendo un acto de canibalismo?

Tengo otra duda, y yo creo que también es de tipo moral. ¿Qué se hará luego con el resto del cerdo una vez que se le ha quitado el corazón? ¿Se aprovecharán sus perniles para hacer jamón? ¿Acabará su tocino dando sabor a un cocido madrileño? ¿Sus costillares se untarán de cocacola para ponerlos en una barbacoa?

Cualquiera de las dos opciones, o seguir aprovechando la totalidad del cerdo hasta hacerse unos mocasines con su piel, o mandar el despojo descorazonado a la incineradora,  merece una reflexión. Esto os lo dejo para que cada uno haga la suya y llegue a sus conclusiones. 

Por si os sirve de guía, mi opinión es que si ya has empezado así con el cerdo, arrancándole el corazón, lo mejor es que termine el sacrificio y que se aproveche la totalidad de los recursos que ofrece como si tal cosa; choped por aquí, lomo por allá, salchichas por acullá... Hay menos hipocresía en esta opción, o al menos eso me parece a mí.

Lo que está claro es que lo peor que le puede ocurrir a un ser vivo es nacer cerdo.


                                                                                                                        Leoncio López Álvarez


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