Hace tiempo que abrí esta
sección de entrevistas en La tertulia Perezosa, y creo que no he hecho más de
dos o tres. Hoy, con motivo de la popular fiesta de Halloween, cada vez más
popular, creo que es el momento oportuno para reabrir la sección haciendo una
entrevista a alguien realmente singular: la Muerte.
Quedamos en un rincón del Parque
de Atracciones de Madrid ante mi negativa de ser recibido en su Morada, tal
como Ella quería. Al principio no entiende mi recelo, que más que recelo es
atávico terror a verme a solas con la Muerte, pero finalmente accede a mis
súplicas y quedamos a la salida del túnel del terror, una de las atracciones
más visitadas estos días. Elegimos ese lugar del Parque de Atracciones pues
parece el más indicado para no llamar la atención, de hecho, mientras
mantenemos la entrevista, pasan a nuestro lado varios zombis, tres hombres lobo,
una infinidad de fantasmas y dos Muertes más que se detienen unos segundos a
contemplar a mi entrevistada con admiración y envidia.
Su voz sale hueca de algún
sitio del interior de la enorme capucha negra que no deja ver nada; suena a
hojas secas arrastradas por una cañería vieja. Sin embargo es potente y grave.
No sé cómo empezar la
entrevista, pero Ella, tan vieja como la misma humanidad, enseguida encuentra
el modo de romper el hielo.
-Parece que está refrescando –me dice según
acaricia su guadaña-. Empieza el invierno, mi época de más trabajo.
No soy capaz de ver su
expresión bajo la capucha, pero intuyo que sonríe. Bien pensado una cara como
la suya está en una permanente sonrisa, aún así trato de eliminar esa imagen de
mi cabeza.
Me centro en la entrevista, saco mi libreta con las preguntas,
me aclaro la voz y empiezo.
-¿No tiene la sensación de que esta noche, la
noche de Halloween, la gente no le toma en serio? Hasta los niños se ríen de
usted.
-Los niños se ríen de todo, ése es su papel. Yo también
tengo el mío, y la paciencia es mi secreto para representarlo a la perfección.
Sé esperar, cualquier niño deja de serlo en muy poco tiempo y entonces…
Antes de que siga le corto
abruptamente con otra pregunta.
-¿No está cansada de que siempre se le
represente con un manto negro hasta los pies y una guadaña en la mano?
La muerte no contesta, no es
necesario para darme cuenta de que mi pregunta ha sido la más imbécil de todas las que podía hacer a alguien
que está vestido con un manto negro hasta los pies, lleva una enorme guadaña en
la mano y me consta que es La Muerte en carne y hueso. Bueno, sólo en hueso.
-¿Quieres que te enseñe que también llevo un
reloj de arena por algún sitio?
-Perdone, no era mi intención..
Con un ruido que recuerda a
unas malimbas, La Muerte se acomoda cruzando las piernas.
-Esta artritis me mata –comenta dolosamente-,
con el cambio del tiempo, es que me mata.
Sonrío respetuosamente pues
no sé si ha tratado de hacer un chiste sobre sus huesos o realmente padece de
artritis.
-¿Cómo es un día cualquiera en su vida?
-¿En mi vida?
Creo que he vuelto a
preguntar una gilipollez, vaya racha que llevo. Procuro disimular buscando un
sinónimo.
-Bueno… quiero decir en su existencia, un día
cualquiera, eso es, ¿qué hace nada más levantarse?
-Yo nunca me acuesto, no sé qué significa
levantarse, mi trabajo me ocupa las 24 horas al día, majete. ¿No lo sabías?
Bien, procuraré sorprenderte llegado el momento para que te enteres.
Intento tragar el nudo que se
me ha formado en la garganta y busco una pregunte que muestre mi solidaridad con
ella. Hay que hacer la pelota.
-¿Tienen algún enemigo o realmente es tan
invencible como dice su fama?
La Gran Dama mueve la capucha
de un lado a otro como si estuviera dudando y finalmente responde. Surge un
curioso olor a hongos con el movimiento capuchil.
-Que soy invencible eso es algo que está fuera
de toda duda, pero… claro que tengo enemigos. ¿Quién no? Hay gente que a veces
me pone las cosas difíciles y tengo que volver una y otra vez, por ejemplo los
médicos, qué gentuza, es que no los aguanto, cuando ya tengo un trabajo casi
terminado aparecen ellos, y plas, lo echan todo a perder y vuelta a empezar.
Esto es un sinvivir.
-Ya, cada vez es más…
- Y luego –me interrumpe-, esa manía de los
trasplantes. Es que así no hay manera, eso es hacer trampas en el juego. Si
tienes un hígado que ha reventado, pues coño, ha llegado mi hora, pero no,
resulta que aparece el típico cirujano listillo con un hígado debajo del brazo
que en un par de horas reemplaza por el que estaba hecho una castaña y ala….
Vuelta a empezar. Otro viaje en balde. Y ya no estoy para tanto ir y venir, créeme.
-Andar, dicen que es bueno –comento como si
estuviera en un ascensor con un vecino.
-¿Bueno para qué?
Creo que me está
saliendo una entrevista de mierda,
con comentarios tan desafortunados. Cambio de tema con otra pregunta que busco en
mi cuaderno de notas.
-¿Hay alguien que se le haya resistido más de la
cuenta?
La muerte no duda ni un
instante.
-Ya lo creo, muchos, pero uno de los casos más
notorios fue el de un tal Roy Sullivan.
Hago que pienso. Roy Sullivan, ni idea. Elevo
las cejas pues no se me ocurre hacer otra cosa.
-A Roy Sullivan le cayeron seis rayos en seis
ocasiones distintas… no, siete, fueron siete rayos, ¿pero cómo se puede tener
tanta potra? De hecho en el último rayo que le cayó ni siquiera fui a visitarlo,
¿para qué? Ya se morirá de otra cosa, me dije, pero otro viajecito para nada ya
no me doy.
Busco la siguiente pregunta
en mi libreta pero Ella me interrumpe. Está claro que quiere hablar de Roy
Sullivan. Más vale no llevarle la contraria.
-El primer rayo, le quema una pierna, un dedo
del pie y le hace un agujero en el zapato. Claro, de eso se sobrevive. Con el
segundo rayo, las cejas, las pestañas y gran parte del pelo acaban ardiendo, de
modo que la única consecuencia es un desagradable olor. En la tercera ocasión su
hombro izquierdo acabó chasmucado, y él preguntándose si no debería dedicarse a
otro oficio. Era guarda forestal en un bosque de Virginia, bastante frecuentado
por las tormentas, por lo que se ve.
La gran Dama hace una pausa
buscando en su memoria algún dato perdido, lo cual, teniendo en cuenta su edad
es comprensible. Pero no, sólo estaba meditando, probablemente sobre la vida y
Ella misma.
-En otra ocasión fue perseguido por una nube,
según dijo a la prensa, hasta que descargó sobre él un rayo que le entró por el
hombro, ya recuperado del anterior, y le salió por la pierna. Se arrastró como
pudo hasta su camioneta para coger una botella de agua y echársela sobre la
cabeza que estaba en llamas –la mano que no sujeta la guadaña la mueve por
encima de la capucha como si se estuviera duchando, gesto que queda bastante
ridículo-. Otro viaje que me di hasta las montañas de Virginia para nada. Ya
empezaba a estar hasta las narices, créeme.
-Le creo, le creo –digo comprensivo.
-Pero lo más gracioso le ocurrió con el séptimo
rayo, pues según iba a su coche para apagar la camisa y los pantalones que estaban
ardiendo se encontró con un oso que trataba de robarle unas truchas que había
pescado. Luchó con el oso hasta que consiguió alejarlo, y según dijo, era la
duodécima vez en su vida que tenía que enfrentarse con un oso armado sólo con
un palo. Él, no el oso –hace gesto de impotencia elevando los hombros-. Gente
así hace muy difícil mi trabajo, pero qué quieres, yo no conozco el desaliento.
¿Sabías que las probabilidades de que le caiga un rayo a un paisano son de una
en tres millones?
No tenía ni idea, por
supuesto, pero doy por correcto el dato, nadie mejor que Ella para conocer ese
tipo de estadísticas.
-¿Cuál fue el final de Roy Sullivan? –pregunto
realmente interesado.
-Se dio un tiro al que sobrevivió porque no me
dio la gana de ir corriendo a por él, y murió al cabo del tiempo como
consecuencia de que se le infectó la herida causada por la bala. ¿Lo puedes
creer? Después de haber sobrevivido a siete rayos, el tío se suicida, ¿no es
para matarlo?
Me quedo meditando la
respuesta pero antes de darla, se levanta vigorosamente dando por terminada la
entrevista.
-¿Te apetece un perrito caliente? –me
pregunta de sopetón- Es que con tanto trajín me estoy quedando en los huesos.
Una vez más no sé si lo dice
en serio o me está tomando el pelo, pero por si acaso le sigo la corriente.
Además, un perrito siempre apetece.
NOTA: EL CASO DE ROY SULLIVAN
ES ESTRICTAMENTE VERÍDICO Y TODO SUCEDIÓ TAL COMO ME LO CONTÓ LA GRAN DAMA EN
LA ENTREVISTA. NADA MÁS LLEGAR A MI CASA PUDE COMPROBARLO SIN ESFUERZO, Y OS
INVITO A TODOS A QUE TAMBIÉN LO BUSQUÉIS EN INTERNET.
¡¡¡Una gran entrevista!!! Ja, ja, ja.
ResponderEliminargracias Salvador, me alegro de que te haya gustado.
Eliminar¿No te ha dado miedo? pues vaya... ;-))) feliz Samhain
ResponderEliminarJuega usted con ventaja. Se nota que tiene poder y la Muerte necesita de usted para conseguir la subvención que seguramente está buscando como tó quisqui en estos tiempos.
ResponderEliminar¿De dónde sino que la Muerte también esté hablando de empoderamiento, transversalidad y no discriminación por orientación sexual, origen, raza, etcétera?
Y no le veo a usted resistiendo a sus encantos.
(Su Avatar en el mundo cuántico)
pues me has pillado (permíteme que te tutee). Y efectivamente no pude resistirme a sus encantos, aunque para mi gusto su look era excesivamente sobrio. ;-))
EliminarTenía entendido que Ed, el hermano de Roy Sullivan, tuvo 8 amagos de electrocución pisando cables eléctricos pelados en su programa televisivo.
ResponderEliminarCosas de familia
supongo que es una humorada de las tuyas.¿En serio le pasó eso al José María Iñigo americano? y otra pregunta: ¿eran hermanos, o es otra coña? (no lo he podido comprobar en la googloteca)
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