jueves, 31 de octubre de 2019

Entrevista a la Muerte







Hace tiempo que abrí esta sección de entrevistas en La tertulia Perezosa, y creo que no he hecho más de dos o tres. Hoy, con motivo de la popular fiesta de Halloween, cada vez más popular, creo que es el momento oportuno para reabrir la sección haciendo una entrevista a alguien realmente singular: la Muerte.

Quedamos en un rincón del Parque de Atracciones de Madrid ante mi negativa de ser recibido en su Morada, tal como Ella quería. Al principio no entiende mi recelo, que más que recelo es atávico terror a verme a solas con la Muerte, pero finalmente accede a mis súplicas y quedamos a la salida del túnel del terror, una de las atracciones más visitadas estos días. Elegimos ese lugar del Parque de Atracciones pues parece el más indicado para no llamar la atención, de hecho, mientras mantenemos la entrevista, pasan a nuestro lado varios zombis, tres hombres lobo, una infinidad de fantasmas y dos Muertes más que se detienen unos segundos a contemplar a mi entrevistada con admiración y envidia.

Su voz sale hueca de algún sitio del interior de la enorme capucha negra que no deja ver nada; suena a hojas secas arrastradas por una cañería vieja. Sin embargo es potente y grave.
No sé cómo empezar la entrevista, pero Ella, tan vieja como la misma humanidad, enseguida encuentra el modo de romper el hielo.
    -Parece que está refrescando –me dice según acaricia su guadaña-. Empieza el invierno, mi época de más trabajo.
No soy capaz de ver su expresión bajo la capucha, pero intuyo que sonríe. Bien pensado una cara como la suya está en una permanente sonrisa, aún así trato de eliminar esa imagen de mi cabeza.
Me  centro en la entrevista, saco mi libreta con las preguntas, me aclaro la voz y empiezo.
    -¿No tiene la sensación de que esta noche, la noche de Halloween, la gente no le toma en serio? Hasta los niños se ríen de usted.
    -Los niños se ríen de todo, ése es su papel. Yo también tengo el mío, y la paciencia es mi secreto para representarlo a la perfección. Sé esperar, cualquier niño deja de serlo en muy poco tiempo y entonces…
Antes de que siga le corto abruptamente con otra pregunta.
    -¿No está cansada de que siempre se le represente con un manto negro hasta los pies y una guadaña en la mano?
La muerte no contesta, no es necesario para darme cuenta de que mi pregunta ha  sido la más imbécil de todas las que podía hacer a alguien que está vestido con un manto negro hasta los pies, lleva una enorme guadaña en la mano y me consta que es La Muerte en carne y hueso. Bueno, sólo en hueso.
    -¿Quieres que te enseñe que también llevo un reloj de arena por algún sitio?
    -Perdone, no era mi intención..
Con un ruido que recuerda a unas malimbas, La Muerte se acomoda cruzando las piernas.
    -Esta artritis me mata –comenta dolosamente-, con el cambio del tiempo, es que me mata.
Sonrío respetuosamente pues no sé si ha tratado de hacer un chiste sobre sus huesos o realmente padece de artritis.
     -¿Cómo es un día cualquiera en su vida?
     -¿En mi vida?
Creo que he vuelto a preguntar una gilipollez, vaya racha que llevo. Procuro disimular buscando un sinónimo.
    -Bueno… quiero decir en su existencia, un día cualquiera, eso es, ¿qué hace nada más levantarse?
    -Yo nunca me acuesto, no sé qué significa levantarse, mi trabajo me ocupa las 24 horas al día, majete. ¿No lo sabías? Bien, procuraré sorprenderte llegado el momento para que te enteres.
Intento tragar el nudo que se me ha formado en la garganta y busco una pregunte que muestre mi solidaridad con ella. Hay que hacer la pelota.
    -¿Tienen algún enemigo o realmente es tan invencible como dice su fama?
La Gran Dama mueve la capucha de un lado a otro como si estuviera dudando y finalmente responde. Surge un curioso olor a hongos con el movimiento capuchil.
    -Que soy invencible eso es algo que está fuera de toda duda, pero… claro que tengo enemigos. ¿Quién no? Hay gente que a veces me pone las cosas difíciles y tengo que volver una y otra vez, por ejemplo los médicos, qué gentuza, es que no los aguanto, cuando ya tengo un trabajo casi terminado aparecen ellos, y plas, lo echan todo a perder y vuelta a empezar. Esto es un sinvivir.
    -Ya, cada vez es más…
    - Y luego –me interrumpe-, esa manía de los trasplantes. Es que así no hay manera, eso es hacer trampas en el juego. Si tienes un hígado que ha reventado, pues coño, ha llegado mi hora, pero no, resulta que aparece el típico cirujano listillo con un hígado debajo del brazo que en un par de horas reemplaza por el que estaba hecho una castaña y ala…. Vuelta a empezar. Otro viaje en balde. Y ya no estoy para tanto ir y venir, créeme.
    -Andar, dicen que es bueno –comento como si estuviera en un ascensor con un vecino.
    -¿Bueno para qué?
Creo que me está saliendo  una entrevista de mierda, con comentarios tan desafortunados. Cambio de tema con otra pregunta que busco en mi cuaderno de notas.
    -¿Hay alguien que se le haya resistido más de la cuenta?
La muerte no duda ni un instante.
    -Ya lo creo, muchos, pero uno de los casos más notorios fue el de un tal Roy Sullivan.
Hago que pienso. Roy Sullivan, ni idea. Elevo las cejas pues no se me ocurre hacer otra cosa.
    -A Roy Sullivan le cayeron seis rayos en seis ocasiones distintas… no, siete, fueron siete rayos, ¿pero cómo se puede tener tanta potra? De hecho en el último rayo que le cayó ni siquiera fui a visitarlo, ¿para qué? Ya se morirá de otra cosa, me dije, pero otro viajecito para nada ya no me doy.
Busco la siguiente pregunta en mi libreta pero Ella me interrumpe. Está claro que quiere hablar de Roy Sullivan. Más vale no llevarle la contraria.
    -El primer rayo, le quema una pierna, un dedo del pie y le hace un agujero en el zapato. Claro, de eso se sobrevive. Con el segundo rayo, las cejas, las pestañas y gran parte del pelo acaban ardiendo, de modo que la única consecuencia es un desagradable olor. En la tercera ocasión su hombro izquierdo acabó chasmucado, y él preguntándose si no debería dedicarse a otro oficio. Era guarda forestal en un bosque de Virginia, bastante frecuentado por las tormentas, por lo que se ve.
La gran Dama hace una pausa buscando en su memoria algún dato perdido, lo cual, teniendo en cuenta su edad es comprensible. Pero no, sólo estaba meditando, probablemente sobre la vida y Ella misma.
    -En otra ocasión fue perseguido por una nube, según dijo a la prensa, hasta que descargó sobre él un rayo que le entró por el hombro, ya recuperado del anterior, y le salió por la pierna. Se arrastró como pudo hasta su camioneta para coger una botella de agua y echársela sobre la cabeza que estaba en llamas –la mano que no sujeta la guadaña la mueve por encima de la capucha como si se estuviera duchando, gesto que queda bastante ridículo-. Otro viaje que me di hasta las montañas de Virginia para nada. Ya empezaba a estar hasta las narices, créeme.
    -Le creo, le creo –digo comprensivo.
    -Pero lo más gracioso le ocurrió con el séptimo rayo, pues según iba a su coche para apagar la camisa y los pantalones que estaban ardiendo se encontró con un oso que trataba de robarle unas truchas que había pescado. Luchó con el oso hasta que consiguió alejarlo, y según dijo, era la duodécima vez en su vida que tenía que enfrentarse con un oso armado sólo con un palo. Él, no el oso –hace gesto de impotencia elevando los hombros-. Gente así hace muy difícil mi trabajo, pero qué quieres, yo no conozco el desaliento. ¿Sabías que las probabilidades de que le caiga un rayo a un paisano son de una en tres millones?
No tenía ni idea, por supuesto, pero doy por correcto el dato, nadie mejor que Ella para conocer ese tipo de estadísticas.
    -¿Cuál fue el final de Roy Sullivan? –pregunto realmente interesado.
    -Se dio un tiro al que sobrevivió porque no me dio la gana de ir corriendo a por él, y murió al cabo del tiempo como consecuencia de que se le infectó la herida causada por la bala. ¿Lo puedes creer? Después de haber sobrevivido a siete rayos, el tío se suicida, ¿no es para matarlo?
Me quedo meditando la respuesta pero antes de darla, se levanta vigorosamente dando por terminada la entrevista.
     -¿Te apetece un perrito caliente? –me pregunta de sopetón- Es que con tanto trajín me estoy quedando en los huesos.
Una vez más no sé si lo dice en serio o me está tomando el pelo, pero por si acaso le sigo la corriente. Además, un perrito siempre apetece.



NOTA: EL CASO DE ROY SULLIVAN ES ESTRICTAMENTE VERÍDICO Y TODO SUCEDIÓ TAL COMO ME LO CONTÓ LA GRAN DAMA EN LA ENTREVISTA. NADA MÁS LLEGAR A MI CASA PUDE COMPROBARLO SIN ESFUERZO, Y OS INVITO A TODOS A QUE TAMBIÉN LO BUSQUÉIS EN INTERNET. 
LA MUERTE NUNCA MIENTE.









7 comentarios:

  1. Salvador Alba Márquez31 de octubre de 2019, 12:30

    ¡¡¡Una gran entrevista!!! Ja, ja, ja.

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  2. ¿No te ha dado miedo? pues vaya... ;-))) feliz Samhain

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  3. Juega usted con ventaja. Se nota que tiene poder y la Muerte necesita de usted para conseguir la subvención que seguramente está buscando como tó quisqui en estos tiempos.
    ¿De dónde sino que la Muerte también esté hablando de empoderamiento, transversalidad y no discriminación por orientación sexual, origen, raza, etcétera?
    Y no le veo a usted resistiendo a sus encantos.
    (Su Avatar en el mundo cuántico)

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    1. pues me has pillado (permíteme que te tutee). Y efectivamente no pude resistirme a sus encantos, aunque para mi gusto su look era excesivamente sobrio. ;-))

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  4. Tenía entendido que Ed, el hermano de Roy Sullivan, tuvo 8 amagos de electrocución pisando cables eléctricos pelados en su programa televisivo.
    Cosas de familia

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  5. supongo que es una humorada de las tuyas.¿En serio le pasó eso al José María Iñigo americano? y otra pregunta: ¿eran hermanos, o es otra coña? (no lo he podido comprobar en la googloteca)

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