Siempre que he hablado de libros en La tertulia perezosa ha sido
refiriéndome a alguna novela mía, para decir que firmaba tal día en tal caseta
de la Feria del Libro, o para anunciar una presentación, sin embargo hoy voy a
hablar de una novela escrita por una autora de nombre absurdo. Sobre esta
autora hay muchas cosas que decir pero de momento no digo ni mu, me voy a
limitar a recomendar su novela, con más ganas y entusiasmo que si fuera mía,
para dejar claro hasta qué punto la amo.
Se trata de La
condena de Imur. Es una novela de fantasía humorística que mantiene el
esquema de la fantasía épica, aunque ya sabemos que la épica cuando se trata
con humor resulta cualquier cosa menos épica. Esta novela ha estado dando
tumbos en diferentes editoriales, en todas ha recibido los mismos comentarios
laudatorios (una, se atrevió a decir que seguía la estela de Terry Pratchett, Douglas Adams o
Christopher Moore), pero al final parecía que ninguna se decidía a publicarla
con el comentario común de que es un género muy difícil. En este triste
peregrinaje ha llegado a estar un año entero en manos de unos despiadados
editores, que al término de tan exagerado plazo llegaron a la misma conclusión:
la novela está muy bien pero es un género muy difícil incluso dentro de la
ciencia ficción.
Creo, después de ver todo este manoseo sin llegar el
momento culmen, que yo he tenido mucha suerte con mis seis novelas. En otros
aspectos no, pero no estoy aquí para hablar de mis libros.
El caso es que finalmente mi admirada amiga ha
conseguido ver su Condena de Imur publicada,
y yo lo celebro con las mismas alharacas que ella misma, pues como ya he dicho,
la amo con locura, aunque yo creo, así entre nosotros, que es un tío. Nadie es
perfecto, como dijo Osgood, el personaje que encarnó Joe Evans Brown en Con faldas y a lo loco.
Yo he
tenido el privilegio de leer La condena
de Imur cuando aún estaba en manuscrito, detalle que habla de la amistad
que nos une, y me dejó gratamente impresionado. Toma, me dijo, léelo y juzga.
Lo tomé, lo leí y juzgué. Lo leí en un santiamén y mi opinión es que se trata
de un libro muy divertido con algunos momentos extremadamente divertidos. Ahora
estoy recomendando su lectura en La
tertulia perezosa para que mis lectores también lo juzguen.
Toda la acción de La
condena de Imur transcurre a miles de años luz de la Tierra lo que no
impide que uno de los personajes principales, Wilka, sea de un pequeño pueblo
de Albacete. En aquel lejano planeta llamado Limuria con i, casi todo el mundo
está rematadamente loco pero solo en apariencia, simplemente están locos. Imur
es su gran Dios, y salvo un pequeño detalle, es prácticamente igual a
cualquiera de nuestros dioses, incluyendo al verdadero. El pequeño detalle es
que a ÉL le gusta el vino más que a ninguna de nuestras divinidades, lo que no
le resta ni un ápice de omnisciencia. De la Isla Flotante, habitada por los
enanos azules, gente realmente antipática, solo voy a comentar que cada vez que
decide cambiar de localización, sus moradores se ven sacudidos por las
molestias propias de ver cómo la tierra que pisan se eleva a considerable velocidad por encima del
mar hasta que pasado un tiempo impredecible, vuelve a depositare sobre su
superficie.
No voy a desvelar más detalles de la trama, pero sí puedo
poner un fragmento del manuscrito de tan conspicua novela, con el pertinente
permiso de su autora, por supuesto (de la que ya hablaré en otro momento). El texto elegido corresponde a un fragmento del capítulo titulado EL GRAN DESIERTO:
EL GRAN DESIERTO
El desierto de
Limuria es conocido por todo el mundo por ser uno de los sitios menos
confortables del universo. En vez de salir primero un sol y luego el otro, como
es lo normal, aquí siempre salen los dos al mismo tiempo. Al mediodía hace
tanto calor que si no estás a cubierto debajo de un buen toldo, te estalla la
cabeza, a no ser que tengas perforación de oídos en cuyo caso el cerebro rezuma por las orejas haciendo
burbujitas. Los animales que habitan este desierto han seguido un proceso
evolutivo de adaptación bastante lógico y todos carecen de cerebro, aunque
conservan la cabeza para no tener que cambiar de sitio la boca, los ojos y las
orejas. Resulta muy pintoresco verlos ir de un sitio para otro, tan campantes,
y con cara de no entender absolutamente nada.
Atravesar el desierto es una opción para
ir a La Ciudad de Los Mentirosos desde Sártrusville, la capital de Limuria. La
otra forma mucho más segura, cómoda y rápida es hacerlo por mar. Tiene el
inconveniente de que sale bastante caro, mientras que cruzar el desierto
resulta gratis. Dadas las circunstancias de Iván y Rufus que apenas contaban
con unas monedas, en esos momentos estaban eligiendo el sombrero más apropiado
para que sus cerebros no rezumaran por las orejas.
Se encontraban en
el Mercado Fronterizo, justo donde empieza el gran Desierto, a las afueras
de Sártrusville, mirando los puestos y tenderetes que se
extienden apiñados hasta las primeras dunas. El Mercado Fronterizo debe su
prosperidad a su situación. Es el sitio en que todas las caravanas,
aventureros, piratas y bandoleros paran para abastecerse de todo lo necesario
para sobrevivir en las duras condiciones que les esperan a muy pocos metros.
Allí puedes comprar de todo, la mayor parte artículos robados, y también tienes
la oportunidad de dejarte timar por vendedores taimados dispuestos a rebanarte
el cuello por unas cuantas monedas. Iván y Rufus andaban de tenderete en
tenderete sin saber qué comprar, en gran medida debido a que no tenían ni un
céntimo para comprar nada después de haber gastado todo su capital en unos
sombreros, bastante extravagantes, pero imprescindibles. La única forma de
adquirir mercancías, descartando pagar por ellas con dinero propio, es la que
estaba pensando Iván en esos momentos.
-Querido Rufus, ya sé que
tanto tiempo a mi lado te ha convertido en alguien respetable, lo cual es tan
loable como inútil en estos momentos en que no tenemos más remedio que robar.
Yo si quieres te espero tomando una limonada en algún sitio.
-Ya, y si me pillan ¿quién
paga la limonada?
-Por eso no te preocupes.
Ya sabré como salir del trance. Ahora lo importante es hacernos con algo de
dinero para comprar todo lo que necesitamos. Mira, ese mendigo de ahí con una
sola pierna tiene un bote lleno de monedas. Haz que te tropiezas pisándole la
rodilla que le queda, y luego sales corriendo. Está chupado.
-Si lo ves tan claro, ¿por
qué no lo haces tú?
Antes de contestar,
Iván puso los ojos en blanco buscando que la divinidad le proporcionara la
paciencia necesaria para seguir con la conversación.
-Vale, está bien, ya me
tienes harto con tu pusilanimidad. Observa cómo actúa un maestro del bandidaje.
Lo que pasó a
continuación fue rápido, inverosímil y bastante desdichado para Iván. El
mendigo cojo, como podría haber adivinado cualquiera que estuviera
familiarizado con los distintos timadores del Mercado Fronterizo, resultó
perfectamente capacitado para salir corriendo detrás de Iván, aporreándole el
cogote con una pesada muleta que sólo usaba para hundir cráneos. Iván
comprendió demasiado tarde que se trataba del viejo truco de sentarse encima de
una pierna para aparentar estar lisiado. Ahora, si no corría más, estaba claro
quién iba a terminar maltrecho. Se metió por una estrecha callejuela que, ante
su estupor, no tenía salida. Estaba acabado. Se detuvo jadeante ante el alto
muro en que terminaba el callejón y se dio la vuelta dispuesto a implorar
clemencia a su atacante. Éste se acercó inmisericorde y mostrando una sonrisa
mellada levantó la muleta por encima de su cabeza dispuesto a descargar su
mortal golpe.
-Oye, esas botas tienen muy
buena pinta –dijo sin bajar la muleta-. Quítatelas, que luego es muy difícil
descalzar a un cadáver.
-En eso tiene usted toda la
razón –Iván se sentó en el suelo dispuesto a tardar horas en quitarse sus
botas.
-¿No puedes ir más rápido?
No tengo todo el día.
(...)
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