sábado, 28 de septiembre de 2019

La condena de Imur






Siempre que he hablado de libros en La tertulia perezosa ha sido refiriéndome a alguna novela mía, para decir que firmaba tal día en tal caseta de la Feria del Libro, o para anunciar una presentación, sin embargo hoy voy a hablar de una novela escrita por una autora de nombre absurdo. Sobre esta autora hay muchas cosas que decir pero de momento no digo ni mu, me voy a limitar a recomendar su novela, con más ganas y entusiasmo que si fuera mía, para dejar claro hasta qué punto la amo.

Se trata de La condena de Imur. Es una novela de fantasía humorística que mantiene el esquema de la fantasía épica, aunque ya sabemos que la épica cuando se trata con humor resulta cualquier cosa menos épica. Esta novela ha estado dando tumbos en diferentes editoriales, en todas ha recibido los mismos comentarios laudatorios (una, se atrevió a decir que seguía la estela  de Terry Pratchett, Douglas Adams o Christopher Moore), pero al final parecía que ninguna se decidía a publicarla con el comentario común de que es un género muy difícil. En este triste peregrinaje ha llegado a estar un año entero en manos de unos despiadados editores, que al término de tan exagerado plazo llegaron a la misma conclusión: la novela está muy bien pero es un género muy difícil incluso dentro de la ciencia ficción.
Creo, después de ver todo este manoseo sin llegar el momento culmen, que yo he tenido mucha suerte con mis seis novelas. En otros aspectos no, pero no estoy aquí para hablar de mis libros.

El caso es que finalmente mi admirada amiga ha conseguido ver su Condena de Imur publicada, y yo lo celebro con las mismas alharacas que ella misma, pues como ya he dicho, la amo con locura, aunque yo creo, así entre nosotros, que es un tío. Nadie es perfecto, como dijo Osgood, el personaje que encarnó Joe Evans Brown en Con faldas y a lo loco.
Yo  he tenido el privilegio de leer La condena de Imur cuando aún estaba en manuscrito, detalle que habla de la amistad que nos une, y me dejó gratamente impresionado. Toma, me dijo, léelo y juzga. Lo tomé, lo leí y juzgué. Lo leí en un santiamén y mi opinión es que se trata de un libro muy divertido con algunos momentos extremadamente divertidos. Ahora estoy recomendando su lectura en La tertulia perezosa para que mis lectores también lo juzguen.

Toda la acción de La condena de Imur transcurre a miles de años luz de la Tierra lo que no impide que uno de los personajes principales, Wilka, sea de un pequeño pueblo de Albacete. En aquel lejano planeta llamado Limuria con i, casi todo el mundo está rematadamente loco pero solo en apariencia, simplemente están locos. Imur es su gran Dios, y salvo un pequeño detalle, es prácticamente igual a cualquiera de nuestros dioses, incluyendo al verdadero. El pequeño detalle es que a ÉL le gusta el vino más que a ninguna de nuestras divinidades, lo que no le resta ni un ápice de omnisciencia. De la Isla Flotante, habitada por los enanos azules, gente realmente antipática, solo voy a comentar que cada vez que decide cambiar de localización, sus moradores se ven sacudidos por las molestias propias de ver cómo la tierra que pisan se eleva  a considerable velocidad por encima del mar hasta que pasado un tiempo impredecible, vuelve a depositare sobre su superficie.

No voy a desvelar más detalles de la trama, pero sí puedo poner un fragmento del manuscrito de tan conspicua novela, con el pertinente permiso de su autora, por supuesto (de la que ya hablaré en otro momento). El texto elegido corresponde a un fragmento del capítulo titulado EL GRAN DESIERTO:








EL GRAN DESIERTO

El desierto de Limuria es conocido por todo el mundo por ser uno de los sitios menos confortables del universo. En vez de salir primero un sol y luego el otro, como es lo normal, aquí siempre salen los dos al mismo tiempo. Al mediodía hace tanto calor que si no estás a cubierto debajo de un buen toldo, te estalla la cabeza, a no ser que tengas perforación de oídos en cuyo caso el cerebro  rezuma por las orejas haciendo burbujitas. Los animales que habitan este desierto han seguido un proceso evolutivo de adaptación bastante lógico y todos carecen de cerebro, aunque conservan la cabeza para no tener que cambiar de sitio la boca, los ojos y las orejas. Resulta muy pintoresco verlos ir de un sitio para otro, tan campantes, y con cara de no entender absolutamente nada.
 Atravesar el desierto es una opción para ir a La Ciudad de Los Mentirosos desde Sártrusville, la capital de Limuria. La otra forma mucho más segura, cómoda y rápida es hacerlo por mar. Tiene el inconveniente de que sale bastante caro, mientras que cruzar el desierto resulta gratis. Dadas las circunstancias de Iván y Rufus que apenas contaban con unas monedas, en esos momentos estaban eligiendo el sombrero más apropiado para que sus cerebros no rezumaran por las orejas.
Se encontraban en el Mercado Fronterizo, justo donde empieza el gran Desierto, a las afueras de  Sártrusville,  mirando los puestos y tenderetes que se extienden apiñados hasta las primeras dunas. El Mercado Fronterizo debe su prosperidad a su situación. Es el sitio en que todas las caravanas, aventureros, piratas y bandoleros paran para abastecerse de todo lo necesario para sobrevivir en las duras condiciones que les esperan a muy pocos metros. Allí puedes comprar de todo, la mayor parte artículos robados, y también tienes la oportunidad de dejarte timar por vendedores taimados dispuestos a rebanarte el cuello por unas cuantas monedas. Iván y Rufus andaban de tenderete en tenderete sin saber qué comprar, en gran medida debido a que no tenían ni un céntimo para comprar nada después de haber gastado todo su capital en unos sombreros, bastante extravagantes, pero imprescindibles. La única forma de adquirir mercancías, descartando pagar por ellas con dinero propio, es la que estaba pensando Iván en esos momentos.
    -Querido Rufus, ya sé que tanto tiempo a mi lado te ha convertido en alguien respetable, lo cual es tan loable como inútil en estos momentos en que no tenemos más remedio que robar. Yo si quieres te espero tomando una limonada en algún sitio.
    -Ya, y si me pillan ¿quién paga la limonada?
    -Por eso no te preocupes. Ya sabré como salir del trance. Ahora lo importante es hacernos con algo de dinero para comprar todo lo que necesitamos. Mira, ese mendigo de ahí con una sola pierna tiene un bote lleno de monedas. Haz que te tropiezas pisándole la rodilla que le queda, y luego sales corriendo. Está chupado.
    -Si lo ves tan claro, ¿por qué no lo haces tú?
Antes de contestar, Iván puso los ojos en blanco buscando que la divinidad le proporcionara la paciencia necesaria para seguir con la conversación.
    -Vale, está bien, ya me tienes harto con tu pusilanimidad. Observa cómo actúa un maestro del bandidaje.
Lo que pasó a continuación fue rápido, inverosímil y bastante desdichado para Iván. El mendigo cojo, como podría haber adivinado cualquiera que estuviera familiarizado con los distintos timadores del Mercado Fronterizo, resultó perfectamente capacitado para salir corriendo detrás de Iván, aporreándole el cogote con una pesada muleta que sólo usaba para hundir cráneos. Iván comprendió demasiado tarde que se trataba del viejo truco de sentarse encima de una pierna para aparentar estar lisiado. Ahora, si no corría más, estaba claro quién iba a terminar maltrecho. Se metió por una estrecha callejuela que, ante su estupor, no tenía salida. Estaba acabado. Se detuvo jadeante ante el alto muro en que terminaba el callejón y se dio la vuelta dispuesto a implorar clemencia a su atacante. Éste se acercó inmisericorde y mostrando una sonrisa mellada levantó la muleta por encima de su cabeza dispuesto a descargar su mortal golpe.
    -Oye, esas botas tienen muy buena pinta –dijo sin bajar la muleta-. Quítatelas, que luego es muy difícil descalzar a un cadáver.
    -En eso tiene usted toda la razón –Iván se sentó en el suelo dispuesto a tardar horas en quitarse sus botas.
    -¿No puedes ir más rápido? No tengo todo el día.

(...)

El libro ya está a la venta en Amazon. Título: La condena de Imur

para los que prefieren que se les de todo hecho, basta con pinchar en este enlace:
      
                                               LA CONDENA DE IMUR.








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