Sé que no es la mejor, que existe una variedad enorme de formas de
despertar que superan a la mía, algunas muy interesantes, pero
me encanta la manera en que empiezo el día. Todas las mañanas, a las siete en
punto, mi gato salta sobre mí, se tumba cuan largo es sobre mi pecho y me da
los buenos días (siempre duermo boca arriba y de esa postura no me muevo en
toda la noche, parece que me he muerto. Quién sabe, lo mismo). Algunos pueden
interpretar que mi gato lo que busca es despertarme para que le ponga el
desayuno, pero se equivocan, esa forma que tiene de meterme las vibrisas (así
se llaman los bigotes de los gatos) por los ojos, las narices y la boca, es de
puro cariño, nadie que lo vea puede interpretar que ese gesto esconde motivos
egoístas. Claro, que nadie lo ve,
estaría bueno. Me saluda, yo correspondo rascándole debajo de la barbilla, él
ronronea y todos tan contentos. Así, día tras día. ¿Por qué hacemos esto, y
aquí incluyo al gato? Lo suyo está clarísimo, acomodarse en un sitio calentito
que sube y baja acompasadamente tiene que ser una juerga, ya me gustaría a mí
tener a alguien a quien subirme por las mañanas de un salto y que me rascara la barbilla. Si encima me mece,
la dicha sería completa. En cuanto a mí, lo hago, o mejor dicho, dejo hacer,
porque me gusta recibir cariño, me da igual que sea de un gato.
Luego, a lo largo del día, el gato aparece y desaparece de escena,
siempre sorpresivamente, como un enigma con patas y bigotes, colándose por las
rendijas de las puertas, o quizá atravesando los muros, no tengo ni idea porque
nunca lo veo, y de vez en cuando repite su saludo.
Me gusta, insisto, pero… entiendo que haya personas que no entiendan mi
amor correspondido por los gatos, incluso puedo entender que vean un fastidio en lo que yo considero
momentos placenteros, pero lo que jamás entenderé es que me miren como si yo
fuera un bicho raro. Raro porque me gustan los gatos.
Esto que acabo de contar aprovechándome de que nadie me puede responder,
si lo digo públicamente, habrá muchos que digan con desprecio: “mira éste, tá
chalao”. Siempre ha sido así, los amantes de los animales tienen su público y fuera
de él, todo es incomprensión, pero los amantes de los gatos… además esos están
locos.
Cerca de donde yo vivo, hay una señora que todos los días da de comer a
los gatos callejeros; es la loca de los gatos. Todo el mundo la conoce como la
loca de los gatos. El otro día la conocí por casualidad, por eso estoy
escribiendo este artiblog, y es una señora que preside el consejo de
administración de una importante empresa, habla perfectamente el español (es
que es americana), además del francés y ha estudiado en Harvard, de verdad, no
como Casado. Como una cabra, vamos.
La loca de los gatos, porque hay que estar loco para intentar que no se
mueran de hambre unos animales que si pudieran te despertarían dándote los
buenos días como hace mi gato.
Estamos en un mundo de atar.
Me ha encantado, gracias (la loca de los gatos)
ResponderEliminarMuchas gracias ;-)))
Eliminarjajaja, queda claro. Borges decía que tener un gato nos da la oportunidad de acariciar a un tigre. ;-)
ResponderEliminarCuando tu gato falla en despertarte... ¿es un gatillazo?
ResponderEliminarJocoso amigo, no tienes medio de saberlo, pero... mi gato nunca falla ;-))
ResponderEliminarSiempre es un placer despertarse con caricias...aunque sean gatunas.
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