Ya he hablado en
otras ocasiones de lo mucho que nos gusta fijar días para la celebración, el
recuerdo o el homenaje de algo. Está bien pero hay días y días. El día de la
madre, es mi preferido, quizá porque echo mucho de menos a la mía; el de los
enamorados tampoco está mal, aunque muchos esperamos más de él, o el día sin
humo…, podría decir muchísimos días que da gusto levantarse por la mañana
dispuestos a celebrarlo por todo lo alto. También hay otros que no son de
celebración, sino de reflexión, como el día del cáncer (de la lucha contra el
cáncer), o el día de la erradicación de la pobreza infantil. Y luego está el
día del trabajo, que yo no lo encajo en ninguna categoría. Vamos a ver, para
celebrar, estrictamente celebrar, lo que entendemos por celebrar, no es. A mi
no me sale de natural decirle a alguien, “feliz día del trabajador”, mucho menos
si está en el paro, pero tampoco si está presidiendo el consejo de
administración de una gran multinacional. Estar ocho horas diarias, día tras
día, repitiendo las mismas cosas, más otro par de horas metidos en un atasco para
llegar siempre tarde, no es para festejarlo. Antes, había amos y esclavos,
luego amos y empleados y ahora hay autónomos que consiste en ser amo y esclavo simultáneamente.
Es el mayor ejemplo de eficacia, juntar en la misma persona los dos papeles;
pero no solo supone un ahorro, también, y esto es mucho más perverso, elimina
la posibilidad de la sublevación. Los esclavos no se pueden levantar contra el
amo, cuando el amo son ellos mismos. La idea es genial, se acabaron las
revoluciones. Y para que el trabajador quede definitivamente convencido de su
enorme suerte siéndolo, se acuña la frase, “con mi trabajo me siento
realizado”. ¿Realizado? ¿Cómo que te sientes realizado? ¿qué significa eso? Pues
lo voy a decir: no significa absolutamente nada, pero tiene el poder balsámico
de las jaculatorias. De hecho es una jaculatoria, y funciona exactamente igual
que decir “estrella matutina, ruega por nosotros”.
Reconozcámoslo,
el hombre es un animal perfectamente capacitado para el ocio, y escasamente
para el esfuerzo. Esto ha sido así desde antes de la invención del fuego, y
todo lo demás son inventos e imposiciones; nos gusta entretenernos con cosas
que no tienen por qué ser necesariamente útiles, y gracias a esa habilidad
existe el arte. El homo sapiens, es sapiens, porque es homo ludens, o al revés, en algún orden irá, pero lo que no encaja
en la ecuación es el homo laborans.
En fin, podría
extenderme mucho más, y hablar de las enfermedades psíquicas y psicológicas
(alguna diferencia habrá) que aquejan al hombre actual, urbano, profesional, y
tecnológico, pero esa reflexión la dejo para que cada cual se la haga, si le
apetece.
Ayer fue el Día
del trabajo, y es cuando tendría que haber escrito este artiblog, pero me
apetecía mucho más salir a pasear por el campo. Hacía un día estupendo para
celebrar que hacía un día estupendo.
genial (no me extiendo por vaguería)
ResponderEliminargrcs ;-))
EliminarEn realidad, creo que el Día del Trabajo es un glorioso oxímoron, porque el Día del Trabajo... no se trabaja.
ResponderEliminarahí lo tienes, ¿necesitamos más argumentos para borrarlo de los calendarios?
EliminarSí, es verdad, hay un montón de enfermedades neuronales que parece que antes no existían: TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el SDO (síndrome de desgaste ocupacional), TLP (trastorno límite de la personalidad), depresiones..., El filósofo de moda, el surcoreanao Byung Chul Han, habla de ello en su libro La sociedad del cansancio. De tu zanahoria no hace mención jajajaj. Un abrazo Joaquín y gracias por tus comentarios.
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