miércoles, 12 de junio de 2019

Tarea pendiente








Todas las noches me acuesto con el pesar de no haber hecho durante el día una cosa que tengo pendiente desde hace seis años (todas las noches desde hace seis años, se entiende). Después, ese pesar se convierte en discreto insomnio que me dura desde las tres de la madrugada hasta las tres y media, para recordarme que debo hacerlo al día siguiente; me prometo a mí mismo que me pondré a ello nada más despertarme, y en cuanto abro los ojos, ya ni me acuerdo, de modo que pasa otro día sin hacer lo que tengo que hacer,  desde hace seis años, para mi vergüenza. La jornada transcurre sin que en ningún momento se me pase por la cabeza dedicar mi tiempo a esa vieja tarea pero por la noche, cuando me acuesto, después de leer un buen rato y apagar  la luz, la oscuridad me trae de nuevo el recuerdo del deber y se repite el ciclo. Así, durante seis años.

Una tortura que no me deja otra opción que reconocer que sólo soy responsable y consciente de mis obligaciones en dos momentos del día, antes de dormirme, de doce a doce y media de la noche, y luego de tres a tres y media de la madrugada. En total, una hora al día, ese es el tiempo en que me preocupo por mis cosas. Durante las otras 23 horas, se puede decir que soy un pasota redomado.

Pero esto se va a acabar, mañana sin falta me encargo de mi tarea pendiente porque he observado que los remordimientos de conciencia me están destruyendo sin que yo me de cuenta, a la chita callando. Es que mi conciencia no está en mi consciente, dónde me daría cuenta de todo lo que me dicta, sino en mi inconsciente, lugar al que no tengo acceso directo, tan solo a través del psicoanálisis. Pero que no me de cuenta inmediatamente de lo que ahí se cuece no significa que no sufra los efectos de sus sanciones.  Y son terribles. Por ejemplo, ahora me siento perseguido por metáforas. Me acosan. 

Mi subconsciente, que me conoce bastante bien, es consciente de cómo actuar para que sus mensajes me lleguen netamente, sabe que con las metáforas no falla porque soy especialmente sensible a sus significados, a veces nada evidentes, de modo que me bombardea con unas cuantas. Hoy, por ejemplo, antes de comer he recibido el impacto de dos metáforas seguidas que me han conmocionado, y de la misma forma que cuando alguien ha tenido un cólico nefrítico, barrunta cuando se va a producir el siguiente, ahora me temo que antes de que den las ocho de la tarde, recibiré otro metaforazo en pleno rostro. Así, plas. Por eso, prometo solemnemente, me prometo a mí mismo, que de mañana no pasa (ahora ya es un poco tarde para ponerme a hacer nada).

Sí, mañana dedicaré el día entero a hacer lo que tenía que haber hecho hace seis años. A ver si me acuerdo de qué se trataba.















1 comentario:

  1. buf, espero que salgas con bien de entregarte a las metafísicas manos de tu inconsciente...;-)) En mi siguiente artiblog comento los "metaforados" que he recibido. Un ataque despiadado, te adelanto. Abrazo.

    ResponderEliminar