Una de las cosas más divertidas que existen es llevar
la contraria a quién está absolutamente convencido de tener razón. En general
llevar la contraria está bien, pero si ocurre que al final acabas convenciendo
al que tiene una opinión contraria a la tuya, en el fondo pierde toda la
gracia. Cuando lo pasas en grande de verdad es cuando te topas con alguien que
en lugar de tener opiniones tiene verdades sumarias y sus juicios son
inapelables. Entonces, como te consta que cualquier razonamiento que vaya en contra
de sus argumentos no va a ser escuchado, lo mejor es disfrutar del momento y
adoptar una beatífica y reposada actitud que simule claudicación pero que
esconda una férrea postura de irónica contemplación de su intransigencia. La
otra opción conduce a la desesperación y no tiene, por tanto, ningún sentido. Y
la cosa es que no tiene término medio, o sufres viendo como fracasan tus
intentos de hacer brecha en un muro de pedernal, o te ríes por dentro, sin que
se note mucho, de la soberbia del que se cree triunfador.
Esto viene a cuento (y lo digo por llevar la
contraria a todos los que creen
que la tenacidad es una cualidad) porque he llegado a la conclusión de que
también existe belleza en saber rendirse a tiempo. Llegado a este punto sé que
nadie estará de acuerdo conmigo, pero seguro que alguno quedará convencido si
digo que la testarudez conduce a peleas, broncas, y por supuesto guerras. Todo,
cosas muy desagradables y fácilmente evitables si los individuos tenaces
dejaran de serlo. Claro, la tenacidad, me dirán los partidarios de ver en esa
actitud una virtud, también lleva
a alcanzar grandes metas. Sí, pero estoy convencido de que esos mismos logros
también serían conseguidos, tarde o temprano, por otra persona igual de capaz,
pero sin ponerse testarudo, por lo que demuestra que su capacidad es aún más
completa. Cuando las cosas se consiguen con tranquilidad, sosiego y de forma
más relajada, resulta un camino mucho más inteligente que cuando se llega al
mismo punto pero a base de obcecación.
Mi profesor de tenis (cuando hay otras personas
delante me refiero a él como mi preparador nacional a sabiendas de que no
engaño a nadie), siempre me dice observando mis esfuerzos y tenacidad por
ganarle un tanto, que el secreto para jugar bien es hacerlo como si fuera
fácil. En el momento, me dice señalándome con su raqueta acusadoramente, en que
todos los movimientos los haces con esfuerzo, la estás cagando. Debes actuar
con fluidez, como si no te costara trabajo. Qué cabronazo, como si eso fuera
sencillo.
Sí, definitivamente, la tenacidad por si misma, sin
una base de gran capacidad (léase facilidad) no me parece una buena cosa.
Muchos no estarán de acuerdo. Pues vale.
Lo siento, amigo, pero esta vez no estoy de acuerdo con la conclusión a que has llegado sobre la tenacidad. A mi juicio, es un valor imprescindible para alcanzar el exito. Si ante cualquier derrota abandonas, difícilmente podrás triunfar, no te parece?.
ResponderEliminarMe sigue gustando como escribes pero, cuando has escrito esto, debías estar enfadado con un tozudo que no con un tenaz...
Tienes toda la razón, Cármen. En realidad la tenacidad ni es buena ni es mala, es las dos cosas dependiendo de en qué medida se aplique y para qué se aplique. Yo solo quería con este artiblog crear controversia, pues aunque la tenacidad sea algo positivo o negativo, según el caso, goza de excelente fama. Es decir, mi intención era llevar la contraria a la opinión general.
EliminarCómo ejemplo de mala tenacidad, el otro día escuché en la radio a una atleta que corriendo la maratón de Londres, cuando iba por el kilómetro treinta, sufrió un ataque al riñón. Ella sabía que se debía a una infección, sabía que nunca conseguiría llegar dentro de los trescientos primeros puestos, pero con grandes dolores y sufrimientos terminó la carrera poniendo en grave peligro su salud, incluso su vida. Esa tenacidad es mala, muy mala. Esta misma atleta es la que ha ganado la última maratón de Madrid. A base de tenacidad. De la buena. Por tanto, ¿tenaces?... depende.
El problema, amigo mío, es que centras el debate en si la tenacidad es o no una virtud, y no se trata de eso. La tenacidad, la cabezonería, no es ni una virtud ni un defecto: es una herramienta. De hecho, es la herramienta más poderosa del universo. Ríete tú de la inteligencia, la cultura o el talento, porque todo ello se eclipsa frente el inmenso poder de la tenacidad. ¿Cómo, sin tenacidad, un enano mediocre como J. M. Aznar habría podido llegar a ser Emperador de la Galaxia?
ResponderEliminarLa tenacidad puede usarse para el bien -como por ejemplo salvarle la vida a un enfermo-, o para el mal -verbigracia: organizar el "punch" de Munich, incendiar el Reichstag e invadir Polonia-. La tenacidad puede conducirte al éxito o sumirte en la más profunda sima de la desesperación. La tenacidad no es una cuestión moral, igual que no lo son ni la gravedad ni el electromagnetismo. Ahora que lo pienso, ¿he dicho que la tenacidad es una herramienta? Falso: es una fuerza, un superpoder que lo mismo te permite ser un superhéroe o un supervillano. Lo cierto es que la inmensa mayor parte de los logros humanos -y de las desgracias- se deben a la tenacidad.
Tu propuesta, amigo mío, es encantadora; pero me temo que sin tenacidad los seres humanos aún estaríamos en lo alto de una rama haciéndonos pajas (algo que, bien pensado, tampoco está tan mal...)
César, mon ami, para ver hasta qué punto no voy a discutir tu aportación que siempre es bien recibida, mira la respuesta de Carmen.
EliminarEl final es lo que me deja un tanto perplejo, ¿quieres decir que la tenacidad solo nos ha influido para cambiar las ramas de los árboles por otros lugares más apropiados?
Sobre todo, no lo voy a discutir porque estamos de acuerdo
EliminarSigo pensando que la tenacidad es una virtud. Virtud de valientes, ojo!!, pero virtud al fin y al cabo. Y paro ya que veo que me voy por las ramas...
EliminarSí.
Eliminarcuriosamente yo estoy de acuerdo con los tres.
ResponderEliminary yo contigo
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