El hombre tiene una mente simbólica, eso lo saben
hasta los niños de pecho. Esta capacidad de relacionar ideas complejas con
representaciones más simples nos ha proporcionado un sinfín de ventajas a la hora de desarrollar nuestro intelecto
o para llegar a la Luna, está claro. Pero no solo eso, que ya está la mar de
bien, sino muchas más cosas, algunas de ellas ni siquiera somos conscientes.
Por ejemplo, ideas para la decoración. Hay que ver lo bien que queda un pez,
sin ir más lejos, en algunos capiteles románicos, o mucho mejor, extraños
animales creados por la imaginación, para representar virtudes o perversiones.
¿Qué sería de las metopas sin dragones, perros bicéfalos o serpientes aladas?,
y he dicho metopas por decir lo primero que se me ha venido a la cabeza. Nadie
con un poco de sensibilidad se queda impasible contemplando un bestiario
medieval. Tienes de todo y cada bichejo trata de representar algo, y en algunas
ocasiones, lo que representaba era tan terrible y estaba tan bien representado,
que su efecto intimidatorio era fulminante. Anda que no se habrán legado
hectáreas de terrenos cultivables (más tarde edificables) a la Iglesia, ante la
visión en el momento oportuno de una buena bestia de los infiernos. Ni te
cuento.
Ahora estamos en crisis, esto también es algo que lo
saben hasta los niños de pecho, y mi mente simbólica ha empezado a rebuscar
cómo se podría representar con un símbolo. Algo simple, sin recargarlo
demasiado, pero que sea efectivo. Naturalmente lo primero que he pensado,
siguiendo la vieja tradición, es en acudir a algún animal cuyo comportamiento
sintetice las consecuencias de estos momentos tan amargos. La casualidad me ha llevado al
pelícano, que ya era símbolo entre los rosacruces y masones, que a su vez
copiaron a los cristianos, que lo tenían como símbolo de la eucaristía. La
razón es que estaba bastante difundida en la edad media la creencia de que el
pelícano alimentaba a sus polluelos con su propia sangre, a base de darse
terribles picotazos en el pecho. Sólo si había escasez de peces, claro, si
no, preferían pasarles una sardina
que dolía menos.
Sí, el pelícano está bien, pero queda descartado por
abuso de su utilización. Entonces me he encontrado con el grillo. Es fantástico
lo bien que se adapta para mis propósitos, mejor dicho, para los propósitos de
mi mente simbólica. Pero no me
vale un grillo cualquiera, sino un tipo de grillo que solo vive en Australia
(¿por qué lo más extravagante de la biología aparece en Australia?). Este bichito
vive en las profundidades de las cuevas más ignotas y se alimenta de lo que
puede que consiste básicamente en las heces de otros insectos (que ya se las
trae) y en la baba que van dejando un tipo de caracol troglodita, también la
mar de raro. Hasta aquí, la cosa tiene un pase, pero el fenómeno viene cuando
hay escasez de alimentos (parece mentira que puedan llegar a escasear las heces
de insectos o la baba de caracol troglodita, pero sí). En estos casos, a este
grillo de las profundidades no se le ocurre otra cosa que comerse una de sus
propias patas. Se zampa una de sus trancas, que dicho sea de paso, contiene un
13% de proteínas y un 8% de materia grasa (igual que cualquier depósito
bancario), y sigue en busca de heces de insecto o de las susodichas babas. Como
dato desalentador, esa pata ya no le vuelve a crecer jamás (tampoco los
depósitos bancarios, si es que es perfecto el simbolismo). Como grillo que es,
sólo dispone de seis patas, pero mientras le vaya quedando alguna, él no pierde
la esperanza y sigue pensando que la vida es bella.
me parece buenísimo. además, otra cosa que encaja de cualquier grillo, es que se queda haciendo cri-cri cri-cri y así una y otra vez.
ResponderEliminarDepende del tamaño del grillo. Los de las cavernas australianas hacen cro cro- cro cro ;-))
EliminarPues si que es una representación efectiva, y deprimente. Que valor tiene ese grillo, mira que comer heces y babas. Y así, crudas, sin pan ni nada.
ResponderEliminarAhora, que lo de cortarse una pata yo veo capaz a algún cabrito solo por cobrar la pensión de invalidez.
Saludos.
Pues es verdad. El otro día escuché en la radio el caso de un sujeto que simuló un accidente de coche (lo dejó caer por una colina, con él dentro, claro) y luego se cortó una mano para cobrar el dinero del seguro. Se cortó la mano con tan mala pata, que los del seguro le pillaron. El muy bruto se había cortado de forma limpia, con un bisturí, y claro, en un accidente, las heridas que se producen no son precisamente limpias, menos si te dejas la mano debajo del asiento. Este caso lo contaron para ilustrar lo que dices, que ahora hay muchísimos casos de accidentes provocados para cobrar del seguro y en este momento, como en ningún otro antes, los seguros contratan investigadores, detectives y listillos en general, para desenmascarar los fraudes. Qué tiempos, no me digas.
EliminarGracias por tu aportación Mazcota.