lunes, 13 de diciembre de 2021

Cotidie estultior




Escuché en un podcast que la gente antes era más culta que ahora. Esta afirmación me sorprendió pues yo pensaba justo lo contrario, pero quien lo dijo era muy de fiar de modo que me quedé con la mosca detrás de la oreja. 

La duda se mantuvo carcomiendo lo que carcomen las dudas, que es materia gris, y así he estado, siendo carcomido hasta que por fin me he convencido de que efectivamente, si no más cultos, sí eran antes más listos. O lo que es lo mimo, ahora somos más tontos.

Tenía que haberlo sospechado hojeando mi colección de libros antiguos de contenido científico: matemáticas, física, química, mecánica, ingeniería, hasta de centrales nucleares. He vuelto a hacerlo a raíz de ese podcast y efectivamente, o bien los autores de entonces no sabían explicarse convenientemente o sus lectores las pillaban al vuelo con meros planteamientos. 

Cualquier libro de hoy día viene con mil ejemplos, estupendas ilustraciones, gráficos en colorines..., todo muy bien explicado, o al menos, mejor explicado, para mí, que hace ochenta años, que resultaba mucho más árido el camino a la comprensión de cualquier cosa. En los libros de entonces no había un sólo ejemplo con manzanas y peras que son los que mejor funcionan, ni un ligero esquema explicativo, sino intrincados textos, sobre los que habría que tomar apuntes de cada frase.

Ahora he comenzado una colección de libros de magia y el par de ejemplares que tengo sobre cartomagia de hace noventa años, no hay por dónde cogerlos, todo resulta confuso y de una complejidad enorme mientras que  cualquier libro escrito hace un par de semanas te viene hasta con un código QR que te lleva a un video donde si no entiendes cómo se hace el truco es que eres idiota. A lo mejor eso es lo que pasa, que nos hemos vuelto idiotas. 

Siguiendo con mis pesquisas, recurrí a otra de mis aficiones, la guitarra, y la conclusión es la misma. Sin saber nada de solfeo puedes acabar interpretando piezas bastante complicadas; incluso para tocar el piano existe una aplicación que desde la tablet, siguiendo sus instrucciones con moderada atención, te lleva  a tocar nocturnos que dan el pegoloti de que sabes tocar el piano. Esto lo sé, porque lo he hecho. Mis vecinos también lo saben aunque diferimos en nuestras apreciaciones.

Ahora no paran de sacar cursos que se anuncian con el reclamo de "aprende inglés SIN esfuerzo". ¿Cómo que sin esfuerzo? ¿Y me lo dices ahora? Llevo toda mi vida intentando entender el inglés, desde que entré en la universidad, y ¿ahora me dices que se puede dominar sin esfuerzo?

Cuando estudié mi carrera, ingeniero aeronáutico, me cambié del plan de cinco años al nuevo plan de entonces que eran seis años, porque tenía la sensación de que cinco eran pocos para tanta ciencia. Hoy, creo que la carrera dura cuatro. ¿Qué pasa, que ya no se enseñan maderas y telas para la construcción de los fuselajes?

Nos hemos hecho vagos; iba a decir cómodos, pero la comodidad es estudiar seis años de carrera en una buena silla, y la vaguería es hacerlo en cuatro. Pretendemos alcanzar el conocimiento sin esfuerzo, y me temo que eso nos lleva al inicio: efectivamente, antes eran más cultos que lo somos ahora, o al menos más listos.

Una cultura como las de antes, no se adquiere leyendo resúmenes, sino estudiando la obra entera. Ahora puedes entrar en Internet y encuentras epítomes de grandes libros que en quince páginas despachan un volumen de quinientas. Digo yo que de alguna manera se notará la diferencia.

Admitámoslo, nuestros abuelos, y no te digo nuestros bisabuelos, eran más cultos que nosotros. O al menos más listos. Eso sí, de inglés, andaban peor que yo.




Leoncio López Álvarez





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