lunes, 24 de septiembre de 2018

Menudo despiste






Llevo un tiempo con un despiste terrible. No como si fuera sabio, que es una forma digna de estar despistado, sino a lo bruto, sin justificación posible.
Esto me recuerda una anécdota que me resulta imposible no mencionar en mi confesión de despiste inexcusable.
Hace tiempo, se celebró un simposium de matemáticos en un lugar encantador, una pequeña casa rodeada de jardín por los cuatro costados repleto de árboles de todos los tamaños. La organización había previsto celebrar una comida después de la primera sesión en un pueblo de los alrededores, y con el fin de que todos los matemáticos fueran juntos, un autobús los esperaba enfrente de la casa, al final de un caminito que atravesaba el jardín en línea recta. Todo lo que tenían que hacer era recorrer unos cincuenta metros entre preciosos árboles y bulliciosos pajarillos sin salirse del camino. Los organizadores, que sabían con qué clase de individuos estaban tratando, y hasta qué punto sus cerebros no dejaban de despejar sufijos de convergencias asintóticas ni cuando iban al cuarto de baño, distribuyó unos sencillísimos mapas entre los asistentes, indicando con claridad que el autobús estaba según se salía de la casa, en línea recta, un poco más abajo. A pesar de tan prudente medida, solo una parte de los matemáticos consiguió llegar sin perderse.



Así da gusto. Si el precio de dar con la solución al teorema de Fermat es el despiste, pues se acepta encantado, lo malo es lo mío, que ni encuentro las soluciones de ecuaciones diofantinas, ni las llaves. Y si solo fueran las llaves... Mi despiste va mucho más lejos, creo que me he perdido a mí mismo. Bueno, creo no, estoy convencido, y lo peor de todo es que no sé dónde he podido dejarme olvidado. He mirado por todos los lados, debajo de la cama, recordando que cuando era pequeño muchas veces me escondía allí; he rebuscado entre los cojines del sofá, que es donde suelen aparecer la mayor parte de las cosas que perdemos, y hasta he ido a ver si estaba en el coche, en el hueco del freno de mano, aunque he de decir que ahí he mirado por mirar, sin ninguna convicción, pues yo siempre voy en moto, el coche ni lo toco. También he mirado en los armarios, que es donde se esconde mi gato, pensando que si él lo hace, a lo mejor yo también me he metido ahí un día sin darme cuenta y luego se me olvidó que estaba entre las camisas. Pero nada, ahí tampoco estoy. He rezado a san Antonio para ver si aparecía, a pesar de que soy ateo, y como ya me temía tampoco ha dado resultado. Pero por probar, que no quede.
A estas alturas ya me doy por perdido y he decidido olvidarme de mí. Si por casualidad aparezco algún día, pues mira que bien, pero mientras tanto voy a vivir aceptando la pérdida, es mucho mejor.

Me consuela saber que aún se conocen casos de despistes mayores que el mío. Por ejemplo, existe un asteroide que lleva millones de años viajando en dirección contraria. ¡Un asteroide suicida! ¡Y va nada menos que a una velocidad de 43.000 kilómetros por segundo! En estos momentos todos estamos en peligro por culpa de su despiste, también inexcusable como el mío, pues dudo mucho que sea un asteroide sabio. En nuestro sistema solar hay unas leyes de tráfico muy rígidas que obligan a que todos los planetas y asteroides giren en la misma dirección alrededor del Sol, en el sentido contrario a las agujas del reloj, sin embargo, el asteroide 2015BZ509, que es el infractor, lo hace pasándose esta elemental norma de convivencia planetaria por el arco del triunfo. 
Fue descubierto en 2015 y aún no han conseguido detenerlo. Al final habrá una desgracia, verás.



(quién esté interesado en saber más sobre el asteroide infractor, puede mirar AQUÍ
Sobre lo otro, lo de si aparezco algún día, ya avisaré)


6 comentarios:

  1. ¡Jajajajaja...! No puedes evitar ser brillante a la par que divertido, amigo.

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  2. Muchas gracias Francisco, por cierto, espero verte pronto por la tertulia de Justo. Abrazo grande.

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  3. Respuestas
    1. Muchas gracias Monro, me alegro de que te haya gustado, por lo que veo, tanto como me gustan a mí los tuyos.

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  4. No me pierdo ni un post tuyo porque siempre, pero SIEMPRE, los leo con una sonrisa boba y no me doy cuenta hasta el final. Creo que solo me pasa cuando entro aquí.
    Después de tantos años, darte la enhorabuena se queda corto, así que ¡gracias! ��

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    1. Molina de Tirso, ante tan halagador comentario solo me queda rendirme a tus pies y jurarte amor eterno. Cualquier otra cosa se quedaría corta.
      Gracias, me has puesto el listón muy alto, pero procuraré que esa sonrisa se mantenga otros tantos años.

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