Llevo un tiempo con un despiste terrible. No como si
fuera sabio, que es una forma digna de estar despistado, sino a lo bruto, sin justificación
posible.
Esto me recuerda una anécdota que me resulta
imposible no mencionar en mi confesión de despiste inexcusable.
Hace tiempo, se celebró un simposium de matemáticos
en un lugar encantador, una pequeña casa rodeada de jardín por los cuatro
costados repleto de árboles de todos los tamaños. La organización había
previsto celebrar una comida después de la primera sesión en un pueblo de los
alrededores, y con el fin de que todos los matemáticos fueran juntos, un autobús los
esperaba enfrente de la casa, al final de un caminito que atravesaba el jardín
en línea recta. Todo lo que tenían que hacer era recorrer unos cincuenta metros
entre preciosos árboles y bulliciosos pajarillos sin salirse del camino. Los
organizadores, que sabían con qué clase de individuos estaban tratando, y hasta
qué punto sus cerebros no dejaban de despejar sufijos de convergencias
asintóticas ni cuando iban al cuarto de baño, distribuyó unos sencillísimos
mapas entre los asistentes, indicando con claridad que el autobús estaba según
se salía de la casa, en línea recta, un poco más abajo. A pesar de tan prudente
medida, solo una parte de los matemáticos consiguió llegar sin perderse.
Así da gusto. Si el precio de dar con la solución al
teorema de Fermat es el despiste, pues se acepta encantado, lo malo es lo mío,
que ni encuentro las soluciones de ecuaciones diofantinas, ni las llaves. Y si
solo fueran las llaves... Mi despiste va mucho más lejos, creo que me he
perdido a mí mismo. Bueno, creo no, estoy convencido, y lo peor de todo es que
no sé dónde he podido dejarme olvidado. He mirado por todos los lados, debajo de la cama, recordando
que cuando era pequeño muchas veces me escondía allí; he rebuscado entre los
cojines del sofá, que es donde suelen aparecer la mayor parte de las cosas que
perdemos, y hasta he ido a ver si estaba en el coche, en el hueco del freno de
mano, aunque he de decir que ahí he mirado por mirar, sin ninguna convicción, pues
yo siempre voy en moto, el coche ni lo toco. También he mirado en los armarios,
que es donde se esconde mi gato, pensando que si él lo hace, a lo mejor yo
también me he metido ahí un día sin darme cuenta y luego se me olvidó que
estaba entre las camisas. Pero nada, ahí tampoco estoy. He rezado a san
Antonio para ver si aparecía, a pesar de que soy ateo, y como ya me temía tampoco ha dado resultado. Pero por probar, que no quede.
A estas alturas ya me doy por perdido y he decidido
olvidarme de mí. Si por casualidad aparezco algún día, pues mira que bien, pero
mientras tanto voy a vivir aceptando la pérdida, es mucho mejor.
Me consuela saber que aún se conocen casos de
despistes mayores que el mío. Por ejemplo, existe un asteroide que lleva
millones de años viajando en dirección contraria. ¡Un asteroide suicida! ¡Y va
nada menos que a una velocidad de 43.000 kilómetros por segundo! En estos
momentos todos estamos en peligro por culpa de su despiste, también
inexcusable como el mío, pues dudo mucho que sea un asteroide sabio. En nuestro sistema
solar hay unas leyes de tráfico muy rígidas que obligan a que todos los
planetas y asteroides giren en la misma dirección alrededor del Sol, en el
sentido contrario a las agujas del reloj, sin embargo, el asteroide 2015BZ509,
que es el infractor, lo hace pasándose esta elemental norma de convivencia
planetaria por el arco del triunfo.
Fue descubierto en 2015 y aún no han
conseguido detenerlo. Al final habrá una desgracia, verás.
(quién esté interesado en saber más sobre el
asteroide infractor, puede mirar AQUÍ.
Sobre lo otro, lo de si aparezco algún día, ya avisaré)
¡Jajajajaja...! No puedes evitar ser brillante a la par que divertido, amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias Francisco, por cierto, espero verte pronto por la tertulia de Justo. Abrazo grande.
ResponderEliminarGenial!!! como siempre. Bravo!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Monro, me alegro de que te haya gustado, por lo que veo, tanto como me gustan a mí los tuyos.
EliminarNo me pierdo ni un post tuyo porque siempre, pero SIEMPRE, los leo con una sonrisa boba y no me doy cuenta hasta el final. Creo que solo me pasa cuando entro aquí.
ResponderEliminarDespués de tantos años, darte la enhorabuena se queda corto, así que ¡gracias! ��
Molina de Tirso, ante tan halagador comentario solo me queda rendirme a tus pies y jurarte amor eterno. Cualquier otra cosa se quedaría corta.
EliminarGracias, me has puesto el listón muy alto, pero procuraré que esa sonrisa se mantenga otros tantos años.