domingo, 30 de septiembre de 2018

Alergias








Mi amigo Vicente padece una extraña alergia (todas las alergias son extrañas) a los crustáceos, pero solo a la parte de fuera; es decir, no los puede tocar porque se le ponen inmediatamente los dedos de color azul y al doble de su tamaño normal, pero sí se los puede comer sin que le pase nada de nada. Naturalmente, necesita un voluntario que los pele por él. Hace bastante tiempo que no veo a Vicente, pero antes, cuando íbamos a comer juntos, el muy cabrito siempre se pedía gambas. Cuando tenía el plato delante, alzaba las manos en claro gesto de impotencia, me miraba como un perro pachón y a continuación yo le pelaba las gambas que él esperaba con la boca abierta. La escena resultaba bastante confusa y creo que se prestaba a todo tipo de interpretaciones.

Me he acordado de Vicente porque la semana pasada me encontré con un amigo al que no veía desde hace mucho tiempo, y después de ponernos al día, se despidió de mí pidiéndome un extraño favor... parecido al de pelar gambas.

Me contó que era escritor, lo cual no me extrañó en absoluto pues siempre había dado muestras de una extraña variedad de desequilibrio mental. Me dijo que llevaba escritas más de veinte novelas, y una cantidad incalculable de artículos y cuentos. Esto último lo dijo según juntaba las puntas de los dedos y los separaba repetidamente para dejar claro, también por señas, que la gran abundancia de artículos y cuentos escritos era inabarcable. Yo, por agradarle, lo felicité, pues era obvio que eso era exactamente lo que esperaba. Recibió la felicitación con orgullo, aunque yo creo que esperaba algo más de admiración en mis palabras y aproveché para decirle que yo también había escrito seis novelas y algunos cientos de artículos y cuentos. Su reacción tuvo dos fases: primero me miró como si le acabara de robar la cartera, había algo que le molestaba en el hecho de que yo también me declarara escritor, y luego esa desconfianza fue sustituida por una expresión difícil de interpretar. Sus ojos brillaron como los de un cuervo ante un collar de esmeraldas. Se aclaró la voz y me preguntó si tenía blog.
    -Naturalmente –respondí.
    -Naturalmente, no, hay gente que no puede tener un blog.
    -¿En serio? ¿Y qué razón hay para que alguien que lo desee no pueda tener un maldito blog?
Mi amigo se revolvió incómodo pero dispuesto a confesar los arcanos secretos de la incapacidad bloguera.
    -Alergia –dijo con timidez-. Alergia a los blogs, los malditos blogs como tú dices.
Mi expresión de incredulidad lo estimuló para documentarme sobre la extraña alergia con más datos.
    -Muchas personas se ponen enfermas en cuanto tocan un blog, de modo que no solo corren peligro leyendo los ajenos, sino que tampoco pueden tener uno propio. Un calvario.
     -¡Menuda estupidez! –respondí de inmediato.
Mi amigo bajó la cabeza algo avergonzado, y casi en un susurro me confesó que él padecía esa alergia cuya existencia yo ponía en duda. Finalmente, y después de enumerarme los terribles padecimientos que afligían a los que ponían sus manos en un blog siendo alérgicos a ellos, se atrevió a hacerme la pregunta que yo ya me estaba viendo venir.
     -¿Te importa publicar en tu blog un artículo mío?
    -¿Cómo es de largo? –le pregunté solidario con su terrible desgracia, dando por hecho que sí lo haría.
Mi amigo me abrazó agradecido de que le hiciera  tan magnífico favor y cuando ya nos despedíamos, me detuvo unos segundos más.
    -Por cierto –me dijo-,  jamás me han publicado ninguna de mis veinte novelas.
Mi cara de sorpresa exigía explicaciones.
    -Verás, es que también tengo alergia a las editoriales, ¿te importa si me las publicas tú con tu nombre?
Yo lo miré compasivamente y sin pensármelo dos veces le prometí que haría todo lo que estuviera en mi mano.
Nada más llegar a casa llamé al editor de tres de mis seis novelas y me dijo que se lo pensaría, que de momento le mandara el manuscrito.

En esas estamos ahora, como siempre, esperando el juicio inapelable de un editor. Yo con la misma impaciencia como si la novela fuera mía. Vaya vida más rara, de verdad.



Nota: el presente artículo es uno de los que me ha dado mi amigo con alergia a los blogs para que se lo publique; en absoluto he intervenido yo salvo para incluir esta nota aclaratoria. Cuando sepa algo de la primera de sus veinte novelas os lo diré aquí. Supongo que me pasará un artículo comunicando su aparición en las librerías.




1 comentario:

  1. Eso de no pagar está muy de moda, y últimamente, además de no pagar, exigir, también se está imponiendo.
    La analogía que has encontrado con escribir sobre música, me recuerda que de vez en cuando traduzco textos del inglés para una revista especializada en estampaciones y grabados. Queda confirmado que soy un onanista. ;-))

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