Se habla mucho de comportamientos machistas de baja
intensidad y nos referimos a ellos como “micromachismo”. Estas manifestaciones
de discriminación débiles a veces imperceptibles, no matan, pero las condenamos
igualmente por el potencial que esconden. El micromachismo es la forma
incipiente del abuso ancestral y no hay que permitir que se establezca porque
puede crecer y hacerse muy violento. A veces adopta la forma de chiste
ingeniosillo, otras de amable proteccionismo, pero es como un gremlin, que se
transforma en algo imparable. El hecho de que se hable de micromachismo como
una amenaza real es un gran avance pues indica que la sociedad no está
dispuesta a tolerar el machismo en ninguna dimensión, por muy minúsculo que
pueda parecer.
Genial.
Pero debemos extender esa intolerancia a otras
manifestaciones minúsculas que cuando aparecen en grandes dosis también son muy
dañinas. Por ejemplo, el nacionalismo también tiene su versión micro. Los que
estamos en contra de los nacionalismos mantenemos nuestra posición con orgullo cuando
lo vemos en todo su esplendor, pero no somos conscientes de sus apariciones en
estado larvario y hacemos mal. Tenemos que estar más atentos porque de igual
manera que ocurre con el machismo, también los nacionalismos están continuamente apareciendo en
expresiones minúsculas, y no tan minúsculas, que nos pasan desapercibidas. Por
ejemplo, ¿por qué cuando hay dos tenistas compitiendo aparece junto a su
nombre, con letras pequeñitas, el país donde han nacido? (que para mayor inri
pocas veces coincide con el país en el que reside). Esta información
innecesaria es claramente una manifestación de micronacionalismo. ¿Qué aporta
saber que fulanito es kazajo y menganita es ucraniana? El tenis es un deporte,
a diferencia del fútbol que apela a una ciudad o a un país dónde el equipo
actúa como ejército de juguete, en el que el origen de los contendientes nos trae sin
cuidado a los que disfrutamos viendo un buen partido (salvo la Copa Davis cuyas
peculiaridades todos conocemos y que hacen precisamente que sea el torneo que
menos me interesa). A mí me gusta Nadal por sus méritos deportivos no porque
sea de Manacor y lo admiro tanto como a Federer del que me declaro ferviente
fan, tanto como de Nadal, si vamos a eso.
La semana pasada fue la final femenina del US Open y el
comentario más repetido que se escuchó era “es la primera vez que una jugadora
japonesa gana el torneo”. Bueno, ¿y qué? En ese comentario existe un mensaje
oculto de superioridad sobre el pueblo japonés que no ha sido capaz de criar a
ningún campeón anteriormente.
Esto es a lo que me refiero con los
micronacionalismos, sobre los que hay que estar alerta y saber detectarlos para
condenarlos de la misma forma que lo hacemos con el micromachismo. En serio,
parece una estupidez pero en general las cosas pequeñas tienen eso, que nos
parecen insignificantes, y sin embargo no lo son, ni muchísimo menos. Si
estamos en contra de los nacionalismos, seamos consecuentes y estemos en contra
siempre, aunque a veces aparezca de forma burda o disimulada. Así se empieza.
pues es verdad...
ResponderEliminarpues sí. Gracias.
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