Siempre me ha llamado la atención lo injusta y cruel
que es la vida animal, sobre todo antes de nacer. No todo el mundo puede
aspirar a tener descendencia, aunque entre los seres humanos, demócratas por
naturaleza por lo que se ve, ya hemos solucionado de forma pacífica la forma de
reproducirnos. En general, sólo el macho más fuerte tiene derecho a la follenda
y los demás se quedan con las ganas, mirando embobados lo bien que se lo está
pasando el chulo de la manada transmitiendo sus musculosos genes a las futuras
generaciones. El ejemplar que no se conforme con mirar, tendrá que liarse a
mamporros, mordiscos, cornadas, testarazos, picotazos o cualquier método
violento en el que destaque, para tener opciones. Así, a base de dejarse la
vida en los intentos por perpetuarla, cada vez es más complicado acceder a tal
derecho y muchos perecen en el trance.
Hay excepciones, como en todo, y esos casos son
dignos de mención. Por ejemplo, los machos de pavos reales, no se pelean entre
ellos porque de hacerlo destrozarían sus preciosos plumajes y entonces se quedarían
sin opciones al premio en la siguiente oportunidad que se presentase. La lucha
por tener sexo es a través de un concurso de belleza, qué humano. Es una forma
pacífica de zanjar el asunto, donde sólo el ejemplar que luzca el abanico de
plumas más llamativo podrá decir con orgullo, ese huevo es mío, aunque no sé yo
qué ventajas representa para la perpetuación de la especie, tener unas
preciosas plumas en el culo, que en realidad no sirven para nada.
Hay otras especies, como el bonobo, un tipo de chimpancé
la mar de listo, que no solo no utiliza la violencia para determinar quién
tiene derecho al fornicio, sino que en cuanto hay indicios de posible
conflicto, inmediatamente resuelven el asunto practicando sexo. Machos con
hembras, machos con machos o hembras con hembras, da igual, lo que cuenta es
que tengan ganas de pasarlo bien o que quieran evitar pasarlo mal. Cuánto
tenemos que aprender de los bonobos.
Por supuesto hay más especies que también son
excepción en el uso de la violencia para determinar quién será el padre de la
criatura, pero hay una en particular que merece la pena prestar atención a lo
que es capaz de hacer el macho para ser el elegido por la hembra. Se trata de
un tipo de pez globo, algo más pequeño que el causante de cientos de envenenamientos
en restaurantes japoneses, que de momento sólo se ha encontrado al sur de la
isla nipona Amami-Oshima. Este emprendedor y creativo animalucho, realiza
llamativos dibujos en la arena del fondo marino, auténticas obras de arte, con
el fin de triunfar en la competición reproductora. La batalla es lenta pues
puede estar hasta una semana batiendo sus pequeñas aletas dibujando lo que será
su señuelo amatorio. Primero crea un círculo y luego va añadiendo surcos,
valles, lomas, manteniendo siempre una geometría simétrica y perfecta, incluso
utiliza pequeñas conchitas y trozos de coral para la decoración. Cuando ha
terminado, la hembra contemplará el trabajo y si está satisfecha con el
resultado, pasará al centro del diseño, se lo pensará, volverá a salir, y
finalmente si es de su total agrado, volverá a pasar al interior a depositar
sus huevos. El caviar está servido, es el premio.
Entre estos peces sí cabe decir que hay verdaderos
artistas a la hora de ligar.
Pues si yo pudiera elegir la especie animal a la que pertenecer, sin duda me hacía bonobo. Es que no me gustan las peleas ;-)) Gracias por tu comentario Joaquín.
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