Estaba dispuesto a escribir un artiblog sobre Charles
Conrad, dentro de la sección Galería
de personajes irrelevantes de La tertulia perezosa, pero he cambiado de
opinión. ¿Por qué? porque hay algo que me resulta imposible dejar de mencionar
en un día como hoy. Pero antes, para saciar la curiosidad de quienes se
preguntan quién demonios es Charles Conrad, apodado Buzz, como Buzz Lightyear, el personaje de Toy Story, aunque más bien es al revés, diré que se trata de un personaje
injustamente olvidado. Todo el mundo sabe quiénes son Neil Armstrong y Edwin
Aldrin. Es imposible no haber oído hablar de los dos
primeros hombres que pisaron la Luna, incluso todo el mundo conoce a Collins,
el pobre pringado que tuvo que quedarse en el módulo de mando, presumiblemente bastante enfurruñado, mientras sus compañeros se lo pasaban bomba saltando
ingrávidamente por la superficie lunar, jugando como niños en la playa.
Estupendo, pero ¿alguien sabe cómo se llamaba el tercer hombre en pisar la
Luna? Ahora sí, claro, ahora resulta evidente que su nombre es precisamente
Charles Conrad. Un completo desconocido a pesar de haber hecho exactamente lo
mismo que otros dos colegas suyos y cuya fama es universal. Qué mala suerte,
por solo un puesto en llegar a la meta. Aprovecho para decir que en total
fueron 12 los astronautas que dejaron para siempre las huellas de sus
botas grabadas en la pálida
superficie de la Luna.
¿Y qué ha sucedido hoy que ha desplazado de mi
procesador de textos la interesante vida de Charles Conrad? La televisión, lo
que he visto en la televisión en las noticias del medio día. Nada menos
que a cuatro ministros del
gobierno actual, cantando El novio de la muerte. Cospedal, Zoido, Méndez de
Vigo y Catalá, que han asistido entre otras procesiones, a la de esos machotes
indiscutidos cargando a una sola mano con el Santísimo Cristo de la Buena
Muerte. Lo de que las banderas luzcan a media asta en todos los cuarteles
de España se queda corto con esta visión. Me he quedado anonadado. ¡Se saben la
letra!
Flipo, en serio. Otro día hablaré de Eugene Cernan.
Vaya, veo que has sufrido en tus propias carnes el maltrato del tercer puesto. Lo siento (Es que solo una plaza... hay que tener valor.)
ResponderEliminarCreo que España es el único país del mundo donde las procesiones son así de insistentes y numerosas, alguna explicación tendrá. Y lo del estribillo del himno de la Legión..., claro eso es lo fácil, pero saber como sigue solo está al alcance de unos pocos jajajaja. Un abrazo y disfruta de Estoril.
Sí mucha broma, pero no saben en manos de quien estamos esos que votan por tradición familiar o se lo juegan a cara o cruz. Y a cada nueva oportunidad van ganando terreno, mucho cuidado que esto puede acabar fatal.
ResponderEliminaryo creo Molina de Tirso, que votan por la España de 1952, como decía mi amigo Goyo Valmorisco
EliminarUna historia curiosa la de esta canción. Nació a principios del siglo pasado, pero no en los cuarteles, sino en los cabarets y café cantantes. La cantaba, por ejemplo, la famosa Lola Montes. De hecho, hacia 1920 Millán Astray se la oyó a la citada cabaretera y le gustó tanto que decidió adoptarla como himno de la recién nacida Legión, modificando algo la letra y mucho el ritmo.
ResponderEliminarPues bien, debo confesar que me parece una canción preciosa. Y no solo a mí, porque al menos un par de cantautores, Pedro Guerra y Javier Álvarez, la han añadido a su repertorio. Mira y escucha este video: https://www.youtube.com/watch?v=EDXvMUGqXR8
Confieso además que me sé la letra. No completa, pues descontrolo el final: pero el resto lo entono con potente y bien timbrada voz. Da gusto oírme, modestia aparte.
Por cierto, que se me olvidaba: la letra es de Fidel Prado y la música de Juan Costa Casals.
ResponderEliminares verdad que la letra es una preciosidad, pura poesía. He de reconocer que yo además de conocerla, también me sé de memoria el estribillo, pero como en todo, depende del uso que se le da. Ese era el punto que quería poner de relieve.
EliminarEvidentemente.
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