Los seres humanos, igual que las aves migratorias o
el mismo trigo, nos movemos por ciclos. Ahora toca estar contento, ahora ir a
la playa, luego apuntarse a un gimnasio... siempre toca hacer algo. En Navidad
toca de todo un poco (salvo lo que tiene que tocar, la lotería): hay que
sentirse feliz, hay que comprar, hay que comer, hay que emborracharse, hay que
salir, hay que reunirse... es lo que se espera. Todo el mundo espera algo de
todo el mundo.
Tengo que reconocer que mi entusiasmo por las
navidades dista mucho del que debería tener y que yo observo que sí tienen el resto de las personas. Ni los comerciantes, ni los
restaurantes, ni los amigos, ni la familia..., nadie obtiene de mí lo que se
espera, de modo que casi se puede decir que soy impermeable a estas fechas. Y
digo casi, porque hay algo con lo que sí cumplo puntualmente cada vez. Parece
una tontería, pero es mi tontería: me gusta ir a la Plaza Mayor. Sé que siempre
es la misma, nada cambia en ella, ni sus visitantes ni sus tenderetes que año tras año venden
las mismas figuritas, las mismas pelucas, los mismos gorros, reyes magos,
castillos de Herodes, trozos enormes de corcho para convertirlos en escarpadas
montañas, puentes, pellas de musgo (este año supongo que será imposible
encontrarlo), pastorcitos, gallinas..., y lo mejor de todo: los cerdos.
Sí, a pesar de que siempre es la misma Plaza Mayor,
no puedo evitar repetir visitarla año tras año. Supongo que vuelvo porque en
algún momento, sin haberme dado del todo cuenta, perdí algo allí que echo mucho
de menos.
Me siento como el abuelo de La familia y uno más, buscando desesperadamente a Chencho. ¿Llegaré
a encontrarlo algún día?
Mucho me temo que ya no será posible... querido amigo. Pero es bueno buscarlo.
ResponderEliminarcreo que no podré evitar cada año darme una vuelta por la Plaza Mayor, por si lo veo ;-))
EliminarEse ir cada año a la plaza Mayor, ese rito, en eso consiste exactamente la Navidad, o la Fiesta del Solsticio, si lo prefieres,. Es el final de un ciclo y el comienzo de otro, y tú lo celebras con esa visita. Y sí que has perdido algo ahí: la magia. Es triste, sobre todo porque no sabes que puedes recuperarla, aunque sólo sea por unos instantes. Basta con echar a patadas al viejo reseco y malhumorado que con los años se va instalando en nuestro interior.
ResponderEliminarEspero, viejo jamelgo, que recuperes la magia.
De todo corazón, feliz Solsticio, feliz Yule, feliz Navidad
Efectivamente, la cosa es como dices, ni más ni menos. Yo también espero recuperarla.
EliminarY lo mismo te deseo también de corazón: felices fiestas cualesquiera que sean las que celebres.
Sí, me temo Joaquín, que eso nos pasa a todos. Hay que estar alerta para que en cuanto suceda, neutralizarlo inmediatamente. Whodehouse es una magnífica referencia. ;-))
ResponderEliminar