martes, 2 de mayo de 2017

Cecilio Rubes







Miguel Delibes, en su novela Mi idolatrado hijo Sisí, escrita antes de que yo naciera, no deja de repetir en boca de su protagonista algo que cada vez con mayor frecuencia se puede observar hoy día. Se trata de  una actitud vital en determinadas personas. Cecilio Rubes, el prota, es un adinerado hombre de negocios, egoísta y extremadamente machista (ya en 1953 Delibes sabía como dibujar a un personaje de modo que su machismo resultara llamativo a un lector de la época que sin ninguna duda era igual de machista) que tiene tardíamente un hijo al que trata de educar según su mejor manera de entender las cosas para que la criatura sea feliz y su vida se vea colmada de éxitos. Cecilio Rubes dice en diferentes momentos  que la educación es algo para pobres; la gente rica, los que pueden tenerlo todo, como su hijo Cecilín, no tiene por qué someterse a ninguna regla. ¿Por qué motivo iba a privarse de algo que la educación le pone fuera de su alcance? La educación marca límites y nadie que se lo pueda permitir quiere ponerse límites. Cualquier deseo que se tenga, se verá satisfecho, tanto si resulta molesto a los demás como si no, es el mayor privilegio que tienen los que tienen todos los privilegios.

                                                        imagen tomada en La Moraleja, criadero de Cecilios Rubes

Esta forma de educación se ve entre gente del perfil de Cecilio Rubes y sus cachorros, pero como las clases medias siempre tratan de imitar los comportamientos de las más altas, este  fenómeno se puede observar sin discriminación en todos los estratos sociales.

Estoy harto de ver gente que se considera con derecho a todo y los que más me irritan son los que se saltan un semáforo o un stop. Encima, si les reprendes, te miran con desprecio como diciendo que eres un imbécil por atreverte a llamarles la atención y con un gesto que no deja lugar a dudas te mandan a freír espárragos.

Las demostraciones de una mala educación como actitud ante la vida es algo que lamentablemente cada vez está más presente, y no me vengáis con la monserga de que eso es porque me estoy haciendo viejo, porque ese molesto e inevitable hecho no tiene nada que ver con los semáforos.

Cecilio Rubes mantiene ante sus amigos del club del que es presidente que cuanto más pobre sea el individuo, más estrecha y severa ha de ser la educación que reciba. Bien pensado, pero ahora yo sigo y digo que de la misma forma que en el terreno de la urbanidad la educación se queda para los pobres, en otros terrenos, mediante un salto cualitativo, este principio pasa a convertirse en otro que también podemos ver hoy día: la honradez está hecha para gente que no tiene poder absoluto. ¿O no nos suena de nada?

Por supuesto no todo el mundo es así, faltaría más, la mayor parte de las personas que me rodean son educadas, todo lo que yo digo es que cada día hay más Cecilios Rubes por el mundo, y esta tendencia hay que detenerla como sea.

Se me ocurre que se podía empezar en los colegios, como antes. A ver qué pasa, lo mismo funciona y por intentarlo...












7 comentarios:

  1. Aquellos nuestros colegios, llenos de defectos y de respeto y educación...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tú lo has dicho, llenos de defectos, sí, pero cuando íbamos en fila a algún sitio nadie gritaba. Simple detalle.

      Eliminar
  2. Hay un cuento de nuestro admirado Fredric Brown que, si no mal recuerdo, se llama "Pena de muerte a la mala educación". Fue adaptado a la TV para el programa "Alfred Hitchcock presenta" y su argumento va, en fin, de lo que dice el título. A un hombre le detectan una enfermedad letal y sólo le queda un año de vida. El tío le da vueltas a qué hacer con ese tiempo y, un día, presencia cómo el empleado que vende billetes para un circo es extremadamente descortés con un padre y su hijo pequeño. El hombre va a su casa, coge su pistola y regresa al circo. Cuando el taquillero acaba su trabajo, le sigue y le pega un tiro. Por maleducado. A partir de entonces, dedicará el tiempo que le queda a combatir la mala educación.

    En fin, el relato es un poco demasiado radical, pero... no sé, hace cosquillitas en la cabeza cuando lo piensas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad, no me acordaba de ese cuento, que a su vez me recuerda a otro de Papini sobre el que hemos hablado en otras ocasiones tú y yo (que me lo prestó nuestro querido José Mari en nuestros años requetemozos). El que se encuentra en la calle la pistola y todo eso...

      Eliminar
  3. Por cierto, acabo de leer una frase (atribuida a Napoleón) muy apropiada para este asunto: "¿Cuál es el mejor momento para educar a un niño? Veinte años antes de que nazca, educando a sus padres".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. sí, conocía la frase y desde luego es muy acertada, al menos yo estoy plenamente de acuerdo con ella.

      Eliminar
  4. A veces tengo la sensación de que el nivel de educación y respeto en las diferentes generaciones va por oleadas. Es decir, mis padres tuvieron unos maestros que no dudaban un momento a la hora de castigar, golpeando con una regla o propinando un tortazo, a sus alumnos. O sea, su educación fue muy rígida. Quizá por eso quisieron para su hijos otra más condescendiente. Y ahora es probable que suceda lo mismo, pero a la inversa. O puede que no, vete tú a saber. Pero, de ser así, creo que se utilizan otros métodos; digamos que más psicológicos. Lo que está claro es que hay, ha habido y habrá gente maleducada toda la vida. No sé si más o menos que en otras épocas; aunque eso da igual, porque, por pocos que sean, siempre serán los que más se hagan notar.

    ResponderEliminar